Está crónica podría empezar con un lamento del tipo “una lástima”, porque seguro que fue una lástima que los tricolores quedaran afuera ante Independiente Santa Fe de Bogotá por diferencia de goles... ¿Y entonces, qué pasa con la victoria que consiguieron los colombianos el día del partido en el Parque Central, el día de las rojas de Diego Polenta e Iván Alonso? Anoche Nacional ganó 1-0 en Bogotá y dejó la sensación de que, de no haber sido por el partido en Montevideo, que lo dejó muy condicionado, otra podría haber sido la suerte de los tricolores, y otras las columnas de los editorialistas del conocido diario del lunes.
Unos minutos antes de que empezara el partido, cuando los únicos periodistas uruguayos presentes en Bogotá confirmaban la oncena de Nacional, los numerosos especialistas orientales que habían quedado por estas tierras se transformaron, sin saberlo, en coreutas de la descalificación anticipada. El blanco de las críticas era Gustavo Munúa, el director técnico tricolor, primero excesivamente convertido en una especia de primo segundo de Pep Guardiola, seguramente sin que él hiciese publicidad extrema de su fútbol -¿a qué técnico no le gustará tener la pelota, pasarla bien y contar con un gran caudal ofensivo?-, y ahora, ayer, en poseedor de flojas convicciones que se traducían en la oncena que, vestida íntegramente de azul, salió al rápido campo de juego de El Campín.
Teniendo en cuenta el incómodo 0-2 y la altura de la capital colombiana, Munúa decidió una alineación y una estrategia que a priori no se basaría en la posesión de la pelota, la técnica y las pequeñas sociedades, sino que se haría fuerte en la mitad de la cancha, en el juego aéreo y en la experiencia. Con un 0-2 en contra, de visitante y en la altura, no parecía tan impertinente tener un mediocampo fuerte, con futbolistas no desequilibrantes pero dúctiles, capaces ya sea de quitar y meter pelotazos, ya sea de abrir para mandar el ollazo urgente o para generar faltitas para meter todos los carromatos en el área y soñar con ese cocazo fundamental.
Y así transcurrió la primera parte. Nacional sostenía la paridad, que sólo le podía servir como trampolín de un gran segundo tiempo. Los santafereños, por su parte, preocupaban mucho por la derecha y los jóvenes Mathías Abero y -particularmente- el jacintense Alfonso Espino se veían constantemente desbordados. Entre Esteban Coco Conde, los también jóvenes zagueros Sebastián Gorga y José Aja y el experiente y a esta altura carpetero Jorge Fucile resolvieron la cosa mientras, a cuenta de impulsos de ollazos, tiros libres, centros y alguna corrida, los tricolores le arrimaban alguna ilusión a la parcialidad tricolor.
Para la segunda parte movió Munúa: le dio ingreso a Leandro Otormín como delantero por la derecha para que se juntara con Sebastián Abreu y Sebastián Fernández. Dejó la cancha el que más había sufrido: Alfonso Espino. Y Mathias Abero pasó a jugar en su posición casi natural.
Jugando la pelota en largo para la pelea de Sebastián Fernández y mandando de forma aérea hasta los óbol, los de Munúa intentaron aproximarse al arco del elenco de Gerardo Pelusso, que enlenteció las acciones pero nunca dejó de generar peligro por la derecha. Es más, a los 17 minutos de la segunda parte, un cabezazo de Daniel Angulo reventó el palo de Conde.
Pero a los 23 del complemento llegó el golazo de Santiago Romero: después de que Abreu la peleara y Seba Fernández avanzara, el Colo la puso contra el palo como si fuese Arjen Robben o Andrés Iniesta; al final, tenían razón al decir que éstos juegan por los de Guardiola.
Después Nacional buscó con desesperación el segundo, que nunca llegó. En ese intento desalineó el equipo para que se volcara hacia adelante con los ingresos de Rodrigo Amaral primero y de Leandro Barcia sobre el final, pero nunca se pudieron acomodar frente al arco del equipo de Gerardo Pelusso, que seguirá adelante en el torneo, mientras que Nacional quedó afuera.