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Paulo Núñez en el estadio José Nasazzi. Foto: Federico Gutiérrez

Bella Vista con el objetivo de volver a la A en 2020

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La vida de los hinchas papales cambió para siempre cuando en 2013 el club tuvo que dejar de competir en la rama fútbol de Primera División a causa de problemas económicos. Al borde de la desaparición, lo salvaron las ganas de algunos hinchas que se arrimaron a colaborar y la participación de las formativas y el fútbol femenino, que mantuvieron la vida social y deportiva del club. Con 96 años recién cumplidos, el Club Atlético Bella Vista volverá a competir en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) con un equipo de mayores. Paulo Núñez charló con la diaria sobre el futuro cercano y la vuelta de un campeón uruguayo, que empezará desde abajo, en la Segunda División Amateur -la C-, con el objetivo de volver a la A en 2020, el año de su centenario.

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¿Cómo llegaste a Bella Vista?

-Si bien yo venía trabajando en el club con los cuerpos técnicos -era una especie de gerente deportivo: le daba una mano a Diego Alonso, a Guillermo Sanguinetti y a Julio Ribas-, entré como suplente -de relleno, digamos- en una lista que se armó con Rodolfo Echinope como presidente, y llegué a la titularidad de la directiva por la muerte de un dirigente. Aunque en ese campeonato Bella Vista casi deja de jugar, hicimos el esfuerzo y arrancamos, pero descendimos y entonces sí dejamos de jugar. La gente se borró del club, no quería saber nada con Bella Vista. Entonces le propuse a Luis Latorre, el vicepresidente, agarrar el club. Me dijo que estaba loco, pero el amor pudo más. Nos pusimos rebeldes y armamos una lista de hinchas para las elecciones de diciembre de 2013. Hacía seis meses que Bella Vista había dejado de jugar, y empezaron a caer reclamos y embargos: nos cortaron la luz y el agua del complejo Bauzá, del Nasazzi; la sede estaba con un cartel de remate.

El amor por una causa te hace tomar decisiones difíciles. ¿Lo pensaron en ese momento?

-Sabíamos dónde nos metíamos y que la situación no era fácil. Teníamos que ir y dar la cara, pero creíamos que siendo honestos y demostrando que teníamos voluntad de pago íbamos a ir cancelando la deuda. En enero de 2014 arrancamos las reuniones y nos costó mucho durante todo este tiempo. Hemos hablado con la mayoría de la gente a la que le debemos, y venimos bien.

¿Cuál es el proyecto que pensaron a corto, mediano y largo plazo?

-Primero que nada, cancelar las deudas con los jugadores, que es lo que nos impide competir; además, ya hicimos un convenio con la AUF y con AUDAF [Asociación Uruguaya de Árbitros de Fútbol] por el tema del alquiler de la cancha -los jueces entrenan en el estadio José Nasazzi-. El año que viene, la idea es arrancar la competencia con recursos genuinos de Bella Vista, con un presupuesto acotado, y siempre abiertos a un gerenciamiento o una sociedad anónima deportiva (SAD). Con respecto a esto no hay avances; ha venido gente, pero cuando se empieza a hablar de números, los interesados se asustan y salen corriendo.

¿Cuál es el pasivo del club?

-Tres millones de dólares.

¿Cómo un club llega a tener esa deuda?

-Por malas administraciones. Esto no es de ahora, viene de 1999. En aquel momento se firmaron documentos, pagarés a futuro, se concretaron ventas de jugadores, de “paquetes”, viene un contratista que se te lleva diez jugadores y te da un cambio chico. Todo eso nos llevó al infierno. Cuando entramos al club no había libro de caja ni de actas. La economía del club estaba en una bolsita de supermercado con cuatro o cinco boletas; esa era la contabilidad de Bella Vista. Ojo, esos famosos “paquetes” de jugadores fueron bien defendidos por el club: se generó dinero con el que se refaccionó la sede y se hizo el complejo. Tal vez hubo otras cosas que no ayudaron. En un momento empezaron a traer jugadores de Argentina: el Checho [Sergio] Batista dirigió a Bella Vista, [Alejandro] Mancuso y Martín Perezlindo jugaron acá, también el Garrafa [José Luis] Sánchez y el Lagarto [Juan Ramón] Fleita. [Los dirigentes de entonces] No tenían los pies en la tierra; creo que hoy en día eso se está pagando.

¿Llegar a un club en estas condiciones implica poner dinero de tu bolsillo?

-Sí. No sólo del mío, también del resto de los integrantes de la directiva. Va más allá de venir y decir: “Me voy a tirar a presidente de Bella Vista”, creo que el amor y la pasión te van llevando. Para nosotros, tratar de que el club vuelva a jugar es muy importante. No teníamos experiencia, pero hoy en día estamos solos al frente de club. No tenemos el apoyo de nadie, y esto lo digo porque a veces se piensa que los presidentes anteriores -Echinope, Sebastián Bauzá-, con su patrimonio y experiencia, están dando una mano, pero nada que ver.

Cuando Bella Vista dejó de jugar, quien era el presidente en ese momento, Rodolfo Echinope, responsabilizó a los futbolistas. ¿No creés que eso debería cambiar?

-Creo que a Rodolfo se le fue la boca, pero va más allá de lo que él piensa. Creo que si hubiera estado en la otra vereda no se le hubiera pasado por la cabeza decir eso. Hoy en día, que estoy de este lado, me da vergüenza sentarme a charlar con los jugadores y pedirles una mano. Ellos se ganaron en buena ley el dinero, alguien les firmó un contrato y Bella Vista no cumplió.

¿Cuál era la prioridad cuando se dejó de competir?

-Las formativas no podían caer bajo ningún concepto. Si dejábamos de competir ahí había que cerrar el club y hubiera sido un caos. Es fabuloso lo que bancaron los chiquilines durante estos años; por suerte pudimos armar cuerpos técnicos de buena calidad: el Tato Martín García arrancó como entrenador en Bella Vista, estuvo Mario Carballo. Otra cosa importante era tener claro que no podíamos generar ni una deuda más.

¿Cuáles son los pasos a seguir ahora?

-En la presidencia del club, por estatuto, me queda hasta el año que viene. La idea es arrancar desde abajo; Bella Vista cumple los 100 años en 2020 y queremos que entonces el club esté jugando en la A.

El año que viene vuelven a competir en la C. ¿Se formará un plantel con juveniles?

-Es la idea. No nos podemos dar el lujo de decir que vamos a traer jugadores libres; no les podemos prometer un sueldo que no vamos a pagar. Si hay algo que nosotros siempre quisimos mantener en estos tres años son las formativas, que nunca pararon. Con mil sacrificios, siempre compitieron; el año pasado descendimos y este año estamos peleando el ascenso. El foco está puesto ahí, y hay que darles la oportunidad a esos chiquilines. A veces le erramos y pensamos más en ganar campeonatos, pero el futuro del club está acá, va a sobrevivir con las formativas. El fútbol femenino también fue parte importante del club en estos años. También es la idea que algunos ex jugadores de Bella Vista que dejaron de jugar o están sin equipo puedan volver. En el festejo de los 96 años bromeé con Agustín Viana. Estaría buenísimo que él y otros tantos puedan venir a dar una mano; ellos serían los maestros de los chiquilines que vienen de abajo.

¿Se puede pensar en la venta de un futbolista sin que tenga un pasaje por Primera División?

-Es difícil. Vender o mal vender no es lo que esta directiva quiere. La deuda nos corre de atrás, pero hay que pensar. Este año nos ha dado una mano el Vasco [Santiago] Ostolaza y les ha inculcado a los chiquilines que hay que esperar, que todo llega.

¿Cómo nació tu amor por esos colores?

-De familia. Mi viejo me traía de chico. Siempre estuve acá. El Campeonato Uruguayo de 1990 también alimentó la pasión, las liguillas, la participación en las copas.

Además de ser el presidente de Bella Vista sos panadero, pero se te complicó en este último tiempo.

-No le voy a echar la culpa a Bella Vista de que tuve que cerrar mi comercio, pero la panadería no la tenemos más. Igual, seguimos entreverados con la harina; es el oficio que me enseñaron de chico.

¿Cuántas veces soñaste con la vuelta?

-Siempre les digo esto a los directivos: nos acostamos y nos levantamos pensando en Bella Vista. Miles de veces lo soñé. Desde que el club dejó de jugar acá en el Nasazzi, ha habido muchos partidos, a los que venimos y todo, pero nos cuesta apasionarnos. No es lo mismo. El día que volvamos nos sentaremos atrás del arco, nuestro lugar, y nos largaremos a llorar, no sé qué haremos.

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