En la antesala del clásico que se jugará el domingo, los carboneros derrotaron 3-0 a Villa Teresa, en el que fue su cuarto triunfo consecutivo en el Torneo Clausura. Si a esas cuatro victorias se les suman los dos partidos por la Copa Libertadores -empate 0-0 con Huracán y victoria 4-3 sobre Sporting Cristal-, el equipo de Jorge Polilla da Silva, a pesar de que no convence a todos, hace seis encuentros que no pierde (cinco triunfos y un empate).
El del sábado con Villa Teresa en el estadio Centenario fue un partido muy trabajoso que Peñarol se terminó llevando gracias a los cambios que hizo el director técnico. El ingreso del colombiano Miguel Ángel Murillo fue clave para abrir un dificilísimo partido con el Villa, que se jugaba su permanencia en Primera División y empezaba a transitar el final de su sueño. A los 74 y a los 80 minutos marcó Murillo: el primero, tras un error defensivo de los albirrojos; el segundo, con una linda definición contra el palo. El tercer gol aurinegro de la noche sabatina lo puso el 10, Diego Forlán: un tiro preciso contra el palo de Agustín Cousillas, a los 90. El 3-0 fue un resultado extra large por la forma en que se desarrolló el partido, en el que Villa Teresa quemó las naves y complicó en varias ocasiones a la defensa aurinegra, dejando en evidencia las falencias en velocidad que tiene Peñarol en el fondo. Adrián Rocky Balboa fue el mejor de Villa Teresa, que tras un año precioso en su debut absoluto en la A volverá a jugar en la Segunda División Profesional la próxima temporada.
El enemigo del crecimiento
Villa Teresa pagó cara la derrota en el Centenario, y se despidió de la Primera División con la cabeza en alto; en las cuatro etapas que le restan al torneo le queda el disfrute de haber conseguido un logro histórico para el club. El objetivo de Peñarol, en cambio, es dar la vuelta olímpica; antes tendrá que sortear cuatro difíciles escollos: Nacional, Wanderers, Plaza Colonia y Juventud. Tal vez la mayor ilusión para el hincha carbonero sea que esta sólida campaña se está cimentando con chiquilines del club, y haber podido disfrutar en las últimas fechas de Diego Rossi y Federico Valverde, que el sábado tuvo un gran segundo tiempo.
Los números del aurinegro en la temporada son notables: es el vigente campeón del Torneo Apertura, líder del Clausura y de la tabla anual, y depende de sí mismo para quedarse con el Uruguayo en las cuatro etapas restantes, sin tener que disputar finales. Si se analizan los números fríos, podría concluirse que es un campañón, y, de hecho, en algún sentido lo es. Pero la escandalosa e injusta salida de Pablo Bengoechea a principio de año, la llegada de un entrenador que había renunciado hace tres años con esta misma dirigencia -el mismo presidente, que para el caso es igual- porque en los peores momentos no lo bancaron, la constante falta de respeto del entrenador hacia sus dirigidos -“falta de líderes”, “no tenemos dinámica”, “no encontramos el equipo”- y la explícita manera de comunicar que los culpables por la malísima campaña aurinegra en la Libertadores fueron los integrantes del cuerpo técnico anterior, hacen que Peñarol, a pesar de ser el líder, el que tiene más chances de ser campeón al final de la temporada, llegue a jugar con Nacional aquejado de limitaciones y falta de confianza.
El cambio empieza desde adentro, y la revolución crece desde el pie.