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Nicolás Albarracín, de Peñarol, y Jorge Núñez, de Sportivo Luqueño, ayer, en el estadio Feliciano Cáceres de Luque, Paraguay. Foto: Norberto Duarte, Afp

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Peñarol no encontró su fútbol en Luque y empató 0-0 por la Sudamericana.

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En su debut en la Copa Sudamericana Peñarol consiguió un empate de visitante en Paraguay ante Sportivo Luqueño y quedó bien perfilado para definir la llave la semana que viene como locatario.

El 0-0 refleja la poca capacidad ofensiva y creativa de los contendientes. Los momentos iniciales fueron intensos, interesantes, por el juego desplegado y por el ambiente que había en el Chiquero de Luque -nombrete del estadio de Luqueño-, y capaz que hasta por esa extraña y agradable sensación de un campo plenamente verde en sinergia con las ganas de los protagonistas.

Luqueño tuvo un par de lindas aproximaciones, pero seguramente lo más estimulante fue apreciar a un Peñarol ágil y liviano desplegándose en la cancha, pero con presencia propia de un equipo copero. Extraña situación para un equipo como Peñarol, pleno de debutantes que además tienen escasa o nula experiencia internacional; sin embargo, de alguna manera reciben la transferencia, el sello de más de medio siglo de contiendas, ilusiones, éxitos y fracasos con los que se moldea el prototipo de los jugadores que se ponen una camiseta con historia.

Hubo chances para los dos lados, pero la más cercana fue de Peñarol: un fallido cabezazo de Ábalos que Maxi Olivera no pudo empujar en el segundo palo.

Sin embargo, la postura ágil y determinada de Peñarol para salir rápido y con fluidez se fue diluyendo, lo que permitió que Luqueño jugara más cerca de Gastón Guruceaga. Esto trajo aparejada una serie de tiros de esquina desde la derecha, donde el colombiano Vladimir Marín complicó con su zurda, ya sea tirando un par de olímpicos al primer palo, que fueron bien controlados por el arquero, o generando centros peligrosos a partir de jugadas preparadas.

Sobre el cierre de la primera parte, después de una gran jugada personal, el coloniense Nicolás Dibble tuvo la oportunidad de abrir el marcador, pero el arquero guaraní se lo impidió. También hay que reseñar que Gastón Guruceaga se hizo nombrar en tres o cuatro ocasiones por medidas y justas intervenciones que impidieron el gol de los paraguayos, liderados por la zurda mágica de Marín y la presencia picante de Enzo Villamayor.

El lado oscuro de la luna

La segunda parte fue definitivamente otra cosa. El que aparecía en escena era un equipo, el dueño de casa, que aplicaba la fuerza de ser local y desarrollaba un juego ofensivo martillando una y otra vez. Del otro lado, la actuación más desteñida era la del visitante que defendía como podía, persiguiendo una pelota que nunca pudo encontrar ni retener.

Así las cosas, el partido comenzó a ser mucho más deslucido y adquirió una cadencia poco seductora, como si el local no encontrara más argumentos que la zurdita de Marín, mientras que Peñarol seguía perdiendo tono y se diluía en un juego de respuesta, ya que era incapaz de generar juego.

Los ingresos de Nicolás Albarracín por Luis Urruti y -fundamentalmente- de Nahitan Nández por el colombiano Miguel Murillo retacearon paulatinamente las posibilidades de asumir una postura ofensiva y reforzando la población en la mitad de la cancha. Eran los mismos o casi los mismos, pero los de Jorge da Silva parecían otro equipo, otra propuesta, otras convicciones y habilidades en la segunda mitad. Ese Peñarol, el desconectado y hasta desnorteado, se pareció más al de la temporada pasada, a pesar de tener otros futbolistas. Aun así, una combinación de Dibble con Albarracín dejó al ex bohemio de cara al gol, y la definición del zurdo se fue apenas afuera. El contraste fue fuerte entre aquel colectivo ágil y seguro de la primera mitad y el desabrido desacople de 11 jugadores del segundo tiempo, pugnando por mantener el punto de visitante que le permitiera definir en casa.

En un marco teórico absolutamente incomprobable, parece que lo que entusiasma es el empate en condición de visitante. Es posible que efectivamente se trate de un resultado nada despreciable, pero sucede que el contraste con la impensada expectativa que generó Peñarol en la primera parte, y el poco desarrollo futbolístico de los guaraníes, bajó el plafón de entusiasmo ante la presentación carbonera.

Todo se definirá en Montevideo, y pinta bien para que Peñarol pueda avanzar en la Copa Sudamericana, pero para ello deberá mejorar lo expuesto en el debut.

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