Hubo equipos, hinchadas, banderas, jurados y premios. Ayer fue la cuarta Olimpíada de Robótica, Programación y Videojuegos del Plan Ceibal, y cerca de 1.500 participantes coparon el predio del Latu. Algunos viajaron el miércoles de noche, desde Artigas o Tacuarembó, y recorrieron cientos de kilómetros con maquetas, pósters y robots. Según contó Magela Fuzatti, jefa de Laboratorios Digitales del Plan Ceibal, participaron 220 equipos de centros educativos de todo el país, públicos y privados, cerrando el trabajo de todo el año; algunos en talleres específicos, otros como parte de su actividad curricular.
En distintos salones los equipos expusieron sus proyectos en las tres categorías: robótica, programación y videojuegos. Los proyectos debían apuntar a resolver un problema complejo que afecte a su ciudad o localidad. Este año debían enfocarse en los temas agua y energías renovables. Los jurados evalúan el trabajo de investigación, la presentación, la solución propuesta, los valores que propone cada equipo, y el trabajo en equipo, y por eso es un requisito que cada equipo tenga un nombre y un disfraz o uniforme que los identifique.
Los vikingos se llamaba un equipo integrado por estudiantes de cuarto y quinto año de la UTU Pedro Blanes Viale y el liceo 1 de Mercedes; por amigos en común, los estudiantes del liceo se enteraron del proyecto en el que estaban trabajando en la UTU y se integraron al equipo. Ignacio, Sahiara, Yaco y Santiago presentaron un proyecto para instalar un limpiador de aguas servidas, en varias etapas: un humedal artificial, un sistema de hidroponia –donde las raíces de lechugas y el carbón absorben nitrógeno y fosfato del agua–, y un tanque con cloro. El proyecto propone que el agua, limpia pero no potable, que surge tras ese proceso se use para riego de canchas, fuentes o piscinas, “para que no se desperdicie el agua potable en eso”, explican los estudiantes, que salieron segundos en la competencia de FIRST LEGO League.
Como los mercedarios, otros equipos trabajaron sobre cómo reciclar el agua. Del liceo 67, de Piedras Blancas, cinco alumnos de segundo año presentaron una maqueta de un reciclador energético y una vivienda sustentable. Antonella explicó que el elemento principal en su proyecto es la construcción de un tornillo de Arquímedes, que permite subir agua de un punto bajo a uno alto; en lo alto llena un tanque, y cuando se llena el agua circula hasta abastecer un molino, de donde proviene la energía para prender las luces de la casa, también maquetada.
Tres estudiantes del Centro Educativo Comunitario (CEC), de la UTU de Casabó, presentaron una alternativa para una escuela rural que no tenga saneamiento. Gonzalo, Javier y Braian, estudiantes de la carrera de Robótica que se da en el CEC, se dividieron la presentación y prolijamente explicaron el funcionamiento de la maqueta, prendiendo y apagando sensores y haciendo circular el agua. En su maqueta las aguas servidas de la escuela van primero a un tanque séptico con tres filtros, que separan el agua de la materia; el proceso sigue con un filtro mecánico construido con pedregullo, que separa la grasa del agua, y el agua que corre pasa a un tanque homogeneizador. Allí, sensores de PH miden la acidez del agua y disponen, si es necesario, que una grúa y una cinta transportadora viertan cal en el tanque; en el homogeneizador se mezclan el agua y la cal hasta que el sensor alcanza el nivel óptimo, y luego el agua llega hasta la última etapa, un filtro orgánico, compuesto por camalotes, desde donde el agua se dirige luego a regar la huerta y al tanque de agua para el inodoro. Más tarde, se enterarían de que su proyecto ganó el primer puesto en la categoría de Robótica Ciclo Básico.
Al lado del CEC, dos estudiantes de la escuela rural de Puntas de Laurel, de San José, mostraban su proyecto de un biodigestor. Con el gas metano que se genera a partir del estiércol fermentado, el proyecto propone generar la energía para una “casa tecnológica”. Valentina y Anita representaban a sus cinco compañeros de clase de séptimo año de la escuela.
Nahuel, Agustina y Faustino, de sexto año de la escuela 5 de Tomás Gomensoro, Artigas, invitaban a todos los que pasaban frente a su mesa a conocer su proyecto, que era una réplica de la planta de Saman de su localidad. El galpón abría automáticamente sus puertas cuando un pequeño camión se ponía en frente, prendía sus luces e imitaba el ruido de los silos y los ventiladores que secan la cáscara de arroz. Sus madres los habían ayudado con el cartón y la cascola en el armado de la maqueta, pero, aclaraba Nahuel, la programación de los sensores “la hicimos nosotros”.
Tala lo hizo de nuevo
En Robótica, además de presentar los proyectos de investigación, los equipos podían participar en la competencia de la FIRST LEGO League. Las “chanchas”, unos tableros donde se tenían que mover los robots, estaban en el centro del salón, y a su alrededor se iban concentrando las hinchadas. Además de construir robots especiales, los equipos debían programarlos para cumplir con determinadas misiones: los que cumplieran con más misiones y recibieran menos penalizaciones acumularían mayor puntaje. Acá la cosa se ponía seria: el ganador viajará en 2018 al torneo mundial de LEGO en Houston, Estados Unidos. Al igual que en 2016, pero esta vez con el equipo Garra Charrúa 2, el liceo de Tala, Canelones, ganó el primer puesto y representará a Uruguay.