En un primer tiempo de mucho criterio y motores encendidos, Nacional y Wanderers pegaron duro y demostraron por qué son los primeros del campeonato. Cada uno propuso su estilo y camino, con las características propias del juego pautado por la clase de jugadores que conforman su sistema. No es poco.
El tricolor, que asumió los errores cometidos en el clásico con Peñarol, pero que levantó cabeza por lo que significó el empate, reacomodó piezas y salió con el mismo sistema. Martín Lasarte plantó un 4-2-3-1, con la inclusión de Sergio Otálvaro en el lateral derecho y de Álvaro Gónzalez de volante por afuera también por el lado derecho. Cambiaron los nombres, pero la idea se mantuvo.
Wanderers, que está haciendo una buena campaña y las cosas le salen como las marca el detallista entrenador floridense Jorge Giordano, sabe también a lo que juega. Un constante 4-1- 3-2, con Adrián Colombino, volante de mucha marca y oficio, por delante de los defensores, y con un mediocampo talentoso entre Santiago Martínez, Ignacio González y Matías Santos, hacen un sistema efectivo. Para mejor, la delantera ideal, entre la experiencia de Sergio Chapita Blanco y el goleador absoluto del campeonato, Cristian Palacios, conforman una gran escuadra.
Ambos la tuvieron, pero Nacional no estuvo fino en el primer tiempo y las ganas fueron más que el buen juego. Así y todo, la primera clara cayó a los 20 minutos de juego, con un desborde por la izquierda del riverense Kevin Ramírez y un centro rastrero que conectó Sebastián Fernández, que dio en el travesaño.
Los del Prado estuvieron bien, fuertes en la defensa y concisos en el ataque. Pero faltaba encontrar una buena guinda, y Adrián Colombino lo hizo. Cerca de la mitad de la cancha, el volante tapón se sacó de encima, con un lindo sombrero, a Papelito y mandó flor de pase profundo al goleador Palacios. El de Belén, con el olfato en el alma y una gran maniobra personal, zafó de Esteban Conde y se metió al área para definir de zurda y abrir el marcador. Una pintura, el gol bohemio.
El gol le vino pésimo a Nacional, porque a los minutos Sebastián Fernández se lesionó y debió ser sustituido. Pero no hay mal que por bien no venga. Martín Ligüera lo suplantó y en la primera que tocó la mandó a guardar y lo empató. El colombiano Otálvaro, de buen partido, se mandó con campo libre por la derecha, ingresó al área y mandó el buscapié. Silveira no llegó, pero fue Ligüera el que la saboreó, con clase, con un delicioso taco inatajable para el wanderista Martín Rodríguez.
Como sea
La estrategia fue presionar y no parar de hacerlo. Wanderers cedió terreno en el complemento y Nacional apuró hasta que el físico le dio. Los dos se estudiaron, se analizaron e intentaron no cometer errores, en un planteo táctico llevado perfectamente por ambos entrenadores.
La diferencia quizá se dio en la fineza y la perseverancia. Todo el juego fue parejo y la estocada final se veía venir, para un lado o para el otro. Fue más de empuje que de juego el complemento, con un Wanderers expeditivo, que no se retrasó en la cancha y manejó muy bien la pelota, acelerando el desgaste de los tricolores. Es cierto que a los bohemios les faltó más peso ofensivo, porque a pesar de dominar algunas instancias del juego, no llegaban con peligro al arco rival.
Nacional, más tajante, la tuvo menos, pero fue inteligente. Ligüera siempre da un plus, y el aire de Sebastián Rodríguez vino bien en la mitad de la cancha. No aparecía el gol, pero eso a los tricolores no los desespera; se han acostumbrado a lograrlo. Tras un gol anulado por posición indebida de Palacios, y una vuelta con un bombazo de Ligüera que dio en el ángulo, vino lo mejor.
Otra vez se mandó Ramírez por la izquierda -luego de un buen corte de Diego Arismendi-, tiró el buscapié, y esta vez apareció Silveira, el delantero de las asistencias, que pudo conectar en el área chica y sentenciar el partido para los albos. Wanderers fue un dignísimo rival que hace aun más valiosa la punta que hoy defiende Nacional. Estos son los partidos que marcan los campeonatos.