Hace diez millones de años los primates bajaron de los árboles y pisaron la savannah africana. Por entonces, los cambios climáticos hicieron que la selva se redujera y el pasto avanzara, que la densidad de árboles fuera menor y, por ende, que la alimentación fuera más complicada de gestionar. Las especies frutales que caían al piso pasaron a ser muy codiciadas, sobre todo cuando los cabos de las ramas quedaban huérfanos de fruto. La maduración hacía que las bacterias y los hongos lucharan por el azúcar de esa fruta que fermentaba tirada entre los pastos, generando etanol.
Matthew Carrigan es profesor asistente de Biología en la Universidad de Santa Fe, en Florida, Estados Unidos. En Skype se ve algo despeinado, como un científico ocupado en lo suyo. 4 años atrás, identificó una mutación de hace diez millones de años en el gen ADH4, que codifica la enzima llamada alcohol deshidrogenasa 4, una de las principales que metaboliza el alcohol. Carrigan encontró que, al bajar de los árboles, la capacidad para metabolizar el etanol fue en aumento para primates y predecesores. La enzima está en la garganta, el esófago y el estómago humano (y de los chimpancés), y es una de las más importantes para que el cuerpo asimile, procese y expulse el alcohol.
Es la primera vez que la comunidad científica puede decir con certeza que esta mutación genética comenzó hace tanto tiempo y estimar por qué.
Las enzimas desparramadas por los órganos pueden absorber tanto alcohol (o etanol, como prefiere decir Carrigan) y no más, porque también se saturan. “La adaptación al etanol en nuestra dieta parece una parte importante de nuestra historia evolutiva. Pero eso no significa que podamos salir y consumir mucho etanol. En realidad, es más bien lo opuesto”, explicó el científico a la diaria. Los primates bajo estrés nutricional comían la fruta etanolizada. La capacidad humana de absorber, retener y expulsar el alcohol “tiene más que ver con la nutrición, especialmente durante períodos de estrés nutricional”, que con el placer de la intoxicación que tanto gusta a los humanos.
Del árbol a Montevideo
El cerebro tiene su sistema de gratificaciones. Funciona con su propio gasoil para poner contento al corazón: la dopamina, probablemente el principal mensajero químico de los centros de recompensa del cerebro asociados al placer. Todas las drogas, incluidas el azúcar y las grasas, nos dan una gratificación a ese nivel. Es la ansiada saciedad química.
“Cuando el primer cigarro, tu primer whisky, la primera taza de café, al principio no te gustan, pero si con el tiempo superás lo desagradable, empezás a sentir que el efecto negativo se convierte en positivo. […] Pensaría que el primate promedio consumía fruta fermentada si no había otra. Pero durante un buen tiempo no tuvo opción y superó la repugnancia, empezó a gustarle, igual que me gusta el café ahora”, especula Carrigan.
El alcohol está por todos lados, es un objeto de deseo cotidiano. “Es como el azúcar, es tan fácil conseguirla. Antes había que subir a los árboles y estaba mezclada con fibras que ralentizaban la absorción. Aunque la evolución diga que podemos consumir azúcar, eso no significa que estamos habilitados a consumir diez barras de caramelo al día. Nuestra biología y nuestras enfermedades actuales están hechas a medida de nuestro pasado. Que podamos consumir etanol no quiere decir que nos podamos intoxicar”, advierte Carrigan.
Del árbol a la góndola
Los auspicios de las bebidas psicotrópicas —disculpen el adjetivo determinativo, pero el etanol lo es— juguetean con la noche eterna, esplendorosa, la fiesta sin fin del hedonismo, un aterciopelado narcisismo social, gozar a más no poder por tres dólares la botella.
El alcohol es el lubricante social primario. Es la cadena de transmisión en la cohesión grupal, la palanca de cambios del tête à tête entre candelabros, la desinhibición del inhibido y la apoteosis del desinhibido.
En 2011 la Junta Nacional de Drogas (JND) estimó que existe un punto de venta de alcohol cada 100 uruguayos. Los orientales ostentaron con sordo orgullo halitósico ser el primer país en consumo de whisky per cápita en 2012, y aunque se perdió el podio, según la International Wine and Spirit Research, todavía se hincha de orgullo el pecho celeste.
Según la OMS, entre 1960 y 2010 seis de cada diez botellas descorchadas en Uruguay fueron de vino. Las otras tres eran cerveza y el resto cayó bajo el título de espirituosos. Entre 2008 y 2010 el uruguayo, mayor de 15 años, se clavó 7,6 litros de alcohol puro al año, promedio. La organización de la salud planetaria está confiada de que en Uruguay se pierden tres años de vida promedio entre los usuarios. El uso que genera dependencia o daño afecta a 7,6% de la población, 261.800 personas, aproximadamente. La OMS asocia 200 enfermedades detrás del abuso alcohólico. Su recomendación es que los varones no tomen más de 30 gramos puros de alcohol por día y las mujeres, 20.
Del árbol al sanatorio
El equipo de adicciones del sanatorio CASMU enumera efectos sobre los sistemas gástricos, nervioso central, coronario, inmunitario, durante el embarazo y una serie de afectaciones sociales, para el “alcoholista” y su entorno. Cuando el alcohol es crónico las consecuencias llegan. No serán sólo las enzimas, todo el sistema mandará señales de alerta, porque la pequeña molécula del etanol permea al estómago y al intestino delgado y mediante los vasos pasa por todo el cuerpo desde el torrente sanguíneo.
A la consulta del equipo de adicciones llegan señoras recientemente divorciadas, jóvenes llevados del jopo por sus padres, y padres llevados de las narices por sus hijos. Aparecen gastritis, úlceras, arritmias, daños en el músculo cardíaco, cambios en el humor, temblores.
El alcohol es un estimulante del sistema nervioso central, lo recompensa. Pero con la habituación se convierte en un depresor. El límite es difuso, no todo es alcohol deshidrogenasa 4. “Esa enzima funciona más eficazmente si tenés mayor número genéticamente, si sos hombre o si tomás de forma crónica. La misma ingesta no va a repercutir de la misma manera a nivel psicotrópico en cada individuo”, explicó Mauricio Toledo, psiquiatra del equipo de adicciones del CASMU.
Según los estándares de la JND (un cuestionario de diez preguntas ponderadas), uno de cada cuatro usuarios de alcohol es problemático. Los llaman así porque consumen sobre la media de la intoxicación, un valor ambiguo en Uruguay. “Hemos sido partidarios de prácticas personales y sociales asociadas a una correcta gestión de los riesgos a partir de la concepción de que todo consumo tiene riesgos, y de una adecuada lectura de los contextos, para generar un mensaje de prevención”, explicó Diego Olivera, secretario de la JND, ante la pregunta de cuál es el límite.
El primate restringido
Hay pocos productos que siguen siendo utilizados por ocho de cada diez que lo probaron. Se empieza de niño. Las estadísticas dicen que en el hogar: la mitad de la población ya había probado alcohol a los 14 años. A los 17, casi ocho de diez habían empinado algo. Las prohibiciones no parecen servir para que “los menores” eviten el acceso. Pero hay unos cuantos que confían en las restricciones.
Hace ya dos años una comisión multisectorial empezó a funcionar bajo el paraguas del presidente, Tabaré Vázquez. Está empeñada en restringir y registrar los puntos de venta de alcohol de varias maneras, entre ellas, obligar a vender agua en espectáculos públicos, a derivar a centros de salud a los “menores” intoxicados, extender la prohibición horaria en la venta, regular la disposición de publicidad y el sitio que ocupa el alcohol donde se venda. Con la ayuda de la ANEP, pretenden educar a los educadores sobre esta droga que ha concitado la atención, y la acción sin fisuras, de legisladores de casi todos los partidos políticos en el Parlamento como ningún otro tema. Asesores de cuatro partidos presentaron en marzo un acuerdo base al presidente Vázquez y en abril un borrador de proyecto de ley. Actualmente, el prosecretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo, redacta algunos puntos clave, el registro de los comercios, su fiscalización y las condiciones para otorgar la licencia que en algún momento se les pedirá a los comercios.
Mientras discuten, como buenos ancestros de los primates, más vale tomar las frutas que el cuerpo no rechace. Porque ya que nos gusta bajar de los árboles y comerlas en sociedad para ser más empáticos, elevar la autoestima, el intelecto o las ganas, ya vendrá el momento de volver al árbol, y ahí tendremos que estar alertas, ante las tantas amenazas de la selva.
Consenso mínimo en la política de alcohol Más allá de decretos sueltos y olvidados, la ley de alcohol en el tránsito y alguna cosita más, Uruguay está huérfano de normativas sobre alcohol. Vázquez en su primera presidencia quiso impulsar un proyecto que naufragó. José Mujica presentó el suyo en 2013 y nada. Ahora parece haber acuerdo.
“Si logramos los equilibrios y abordamos los temas que se plantean en el documento base vamos a dar una paso muy importante”, explicó el diputado Luis Enrique Gallo a la diaria. El documento referido, hasta hace dos semanas, eran 12 páginas que legisladores de los partidos Nacional, Colorado, Frente Amplio y Partido Independiente habían acordado. Este texto, que ya es un borrador de proyecto de ley, prevé coordinar los cuerpos inspectivos del país para fiscalizar la nueva normativa.
Si prospera, y así parece, habrá registro de comercios, inspeccionado por un cuerpo interinstitucional, permisos de venta y sanciones. Las promociones se limitarán y la publicidad también. Estará prohibida la venta a menores de edad, incluso a “quienes se encuentren en estado de embriaguez”, dice el borrador. Algunos legisladores consideran prohibir el uso en los espacios públicos, pero no todos piensan de la misma manera. El proyecto sigue abierto en el cónclave cerrado.
El gurí como problema “Las bebidas alcohólicas se pueden entender como un fármaco. Un fármaco funciona bajo dos parámetros claros: cómo se distribuye en el organismo a nivel farmacocinético y cómo modifica funciones operativas. El hígado es el principal metabolizador de casi todo lo que entra al organismo y el alcohol deshidrogenasa es una enzima que convierte, degrada, metaboliza el alcohol”, explica Mauricio Toledo, psiquiatra del equipo de adicciones del CASMU.
Estas cuestiones están lejos de ser entendidas y practicadas por el usuario medio. Incluso usuarios especializados como los médicos tienen problemas con el alcohol, dicen en una sala del sanatorio. La información no lo es todo. “Para los padres que traen a los gurises, el alcohol no es un problema, es más problema un porro. Pero si es alcohol, está naturalizado. Les parece bien porque ellos también toman en la gran mayoría de los casos”, explicó la internista Julia Galzerano, del equipo de CASMU. “Se cree que porque es una droga legal no es nociva. Un padre, por más que su hijo salga, se emborrache y vuelva en ambulancia, no siempre consulta. [...] Que un adolescente se emborrache les parece normal”, acota Mauricio Escobar, psicólogo también del equipo de adicciones.
Complicadas asociaciones A uno de los diputados del Partido Independiente, el médico Daniel Radío, le rechinaba que el mejor jugador del partido de fútbol se llevara el premio Mac Pay, el whisky de la refinería estatal. Lo dijo en cámara y ahora al player estrella lo viste una moto.
“¿Tenemos problemas con el consumo de alcohol en el país? Sí. Entre las sustancias psicoactivas el alcohol es la que tiene más incidencia en la salud. Su consumo genera morbimortalidad. Tiene impacto económico, incide en el gasto de salud, en el ausentismo laboral y el escolar. El consumo pega en los jóvenes. La media de inicio oscila entre los 12 y los 13 años. Impacta en el relacionamiento humano. Está en la base de la violencia doméstica, en algunos casos, por lo menos. Tiene que ver con los accidentes de tránsito, es una de las principales, si no la principal causa de muerte entre personas jóvenes. Pero el consumo de alcohol no es problemático en sí mismo. [...] Más de 80% de la población tiene un consumo no problemático de alcohol”, reflexionó el legislador, que participa en las reuniones en Presidencia.
Condenados a la intoxicación En Uruguay la cerveza se vende en botellas de un litro. ¿Por qué en Europa o Estados Unidos, incluso en Brasil, se vende en envases de 330 centímetros cúbicos? Porque es la dosis justa. Si esa cerveza tuviera 4,5 de graduación alcohólica eso significa que nos metemos al cuerpo casi 15 gramos de alcohol puro. Dos cervezas es el límite de la intoxicación. Tres, o sea un litro, es un uso problemático. Pero nadie está pensando en nuevos envases. Tampoco en que los bares tengan que servir alguna comida, como ordenó Alfonso X El Sabio en el siglo XIII y todavía ocurre en España. Los mesones de Castilla tuvieron que servir algo para comer a cada parroquiano para que los efectos del alcohol disminuyeran. En Uruguay, ocho siglos después, estamos condenados a la intoxicación.