Ingresá

Cristian Rodríguez (c), festeja junto a sus compañeros el primer gol de Peñarol en el clásico, ayer, en el estadio Centemario. Foto: Federico Gutiérrez

Fin de racha

3 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Cristian Cebolla Rodríguez, de penal, y Agustín Rogel, en contra, fueron quienes convirtieron los goles del 2-0 con que Peñarol le ganó ayer a Nacional un partido con polémicas y expulsiones. La quinta fecha del Clausura dejó al carbonero en una situación ideal, líder absoluto del torneo, con puntaje perfecto y a tiro de Defensor Sporting en la Tabla Anual.

Primero e invicto, triunfo ante Nacional que corta una racha larga, todo sustentado con un juego colectivo superior al de todos los rivales que ha enfrentado. Eso es Peñarol hoy, una realidad que cinco fechas atrás era difícil de imaginar hasta para los más optimistas. Los festejos del final son eso: volver a verse bien después de tanto traspié. Lo saben adentro, los jugadores, y la tribuna que explota en mil pedazos. La rabia oprimida también explota. Y se goza. Porque un clásico no será lo más importante, que no lo es, pero es el partido que siempre se quiere ganar. Ese momento que existe porque alguien lo imagina.

A Peñarol le sobraron las virtudes. De atrás hacia adelante y de ancho a largo fue superior a Nacional, tanto en lo colectivo como en lo individual. Salvo los diez minutos iniciales, en los que los tricolores lograron presionar cerca del área y crearon un par de peligrosas situaciones de gol, el equipo de Leonardo Ramos fue ganando el partido de a poco, tejiendo hilos invisibles que valieron el resultado.

El gran titiritero de Peñarol fue Cristian Rodríguez. Habría que hilar fino en la estadística para encontrar un partido de los importantes, con su equipo o en la selección, en el que el Cebolla no haya sido determinante. Ayer lo fue. No sólo por aprovechar el penal para convertir el primer gol desde los 11 pasos –penal mal cobrado, con la pelota dando en el pecho de Agustín Rogel, pero que el árbitro no dudó en pitar–, sino porque, desde una posición nueva en la cancha, el doble cinco, junto con Walter Gargano –otro de buen rendimiento–, fue el primer generador del fútbol aurinegro. Eso pensando en el arco de enfrente. Pero su juego, bastante bien ordenado y aplicado a la estrategia, también incidió en la parte defensiva, sobre todo cuando el juego quedó diez contra diez y hubo que correr más. Claro, ahí puso lo que tiene en cantidades industriales: despliegue físico.

Otro punto clave en la victoria carbonera fue el fútbol por las bandas. Tanto Guillermo Varela por la derecha como Lucas Hernández por la izquierda abrieron la cancha por su sector juntándose con los volantes. Le costó mucho a Nacional marcar eso. Y se notó siempre, más allá de que en el primer tiempo Peñarol casi no generó situaciones peligrosas de gol. En el complemento, desgaste incluido, ese asedio se notó claramente sin contar los goles: a los 47 minutos, Varela pateó cruzado y pasó cerca; diez minutos después, el argentino Lucas Viatri cabeceó una que pasó cerca del palo; a los 62, Maxi Rodríguez le dio de volea desde fuera del área, y a los 67, el casi fue de Ramón Cachila Arias, también por arriba, donde siempre ganó Peñarol.

Más allá del control del juego, no todo le salió bien a Peñarol. Tuvo algunas desatenciones del mediocampo hacia atrás que casi le cuestan caro por la astucia de Tabaré Viudez, el mejor del discreto Nacional. De sus pies nacieron dos chances que pudieron ser gol: una que generó junto con Rodrigo Aguirre y que sacó Cachila Arias en la línea cuando la pelota, mansa, como con el tiempo suspendido, parecía entrar al arco; y otra que pateó desde fuera del área y el tiro dio en el palo. Nacional fue eso, restos individuales tratando de sacar la situación adelante. Sólo pudo salir de contragolpe, pero en la mayoría de los casos la distancia entre los defensores y los mediocampistas con sus delanteros resultó enorme de transitar.

En el desorden que fue Nacional, la expulsión de Diego Polenta resultó fundamental. Luego de que discutieran bastante feo en un tumulto posterior a una falta que Fabián Estoyanoff le hizo al capitán tricolor, Christian Ferreyra no dudó en sacarles la roja a ambos. Cuando se dio esa doble expulsión corrían 32 minutos de juego. La polifuncionalidad le dio más rédito a Peñarol, que se rearmó con cambios posicionales, y no tanto a Martín Lasarte, quien puso a Alexis Rolín para ordenar el fondo y optó por sacar de la cancha al delantero Sebastián Fernández, el primero de los que presionaban la salida aurinegra. Mientras que en el diez contra diez Peñarol siguió atacando, Nacional no supo salir del laberinto en el que estaba perdido. Para peor, se desarmó aun más para buscar el empate, dejó huecos en la defensa y eso provocó que le cayera otro gol en contra después de que Mathías Corujo, fresquito en la cancha, desbordara por la derecha y Rogel, en el intento de sacarla, la metiera dentro de su arco. El 2-0 fue lapidario. No tuvo vuelta y hoy al tricolor le sucede lo que no quería: tener que renovar la incomodidad que supone pelear de atrás, lo irremediable de mirar adelante.

Lunes otra vez. Queda mucho campeonato. A Nacional se le complicaron los papeles y debe reencontrarse consigo mismo para, desde ahí, buscar una mejor versión. Peñarol está donde y como quiere. Porque sí: lo absoluto es lo momentáneo.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura