El orden de lo establecido propició que el partido se jugara. Como en todas las canchas ayer, la Mesa Ejecutiva trasladó la responsabilidad a cada árbitro y estos, dando cuenta del estado de los escenarios y las intensas lluvias, dieron el sí o el no. El único sí de la tarde se dio en el Parque Capurro, donde El Tanque Sisley hizo de local ante Liverpool.
Por un lado es entendible. Cada campo de juego tiene sus particularidades, unos tienen mejor drenaje que otros y, además, el resorte de la decisión depende del juicio subjetivo del árbitro. Por otra parte, si en la previa hubiera primado el sentido común ante el visible mal pronóstico del tiempo que se esperaba, la suerte de este partido habría sido la misma que la del resto de los partidos del domingo: no jugarse.
De las decisiones al fútbol, todo hace al juego. Lo cierto es que Christian Ferreyra dio la orden de jugar. ¿Cómo estaba la cancha? Bastante bien para el agua que caía, aunque hubo algunos sectores donde la pelota apenas rodaba. El problema se presentó con la tormenta eléctrica. El primer aviso fue anterior a la finalización del primer tiempo. En el entretiempo los capitanes y el árbitro mantuvieron una charla. El mensaje fue claro: con tormenta eléctrica no se juega. Dicho y hecho. El siguiente rayo iluminó el cielo de Capurro cuando transcurrían 19 minutos del segundo tiempo, y ahí sí, Ferreyra mandó a todo el mundo a las duchas.
El partido, por razones que ya sería reiterativo subrayar, no fue normal. Como era lógico, ambos equipos tuvieron dificultad para desarrollar el fútbol por abajo y apostaron al juego por arriba. Ahí sacó mejor rédito Liverpool, que se puso dos goles arriba en el marcador por certeros cabezazos de sus zagueros. A los 26 fue el primero, de Diego Rodríguez; a los 41 cayó el de su compañero de cueva, Federico Platero. Con esa ventaja, el negriazul se fue al descanso. Y del descanso para adelante poco más se pudo ver. Apenas quedó tiempo para el gol de Juan Ignacio Ramírez, a los 53. Con un preciso remate, el goleador mercedario puso el 3-0, una de las pocas emociones que hubo en la cancha. Diez minutos después, se produjo la suspensión.
Resumiendo lo que se vio, fue mejor Liverpool. El planteo táctico de su nuevo entrenador, Rosario Martínez, se impuso en todos los sectores. Con un mediocampo poblado por cinco jugadores, el negriazul casi siempre fue el dueño de la pelota, a veces robándola con presión larga, otras, replegándose hasta su propia área. Fue muy bueno lo hecho por Michel Acosta y Christian Latorre en el doble 5, pero mejor fue el despliegue por las bandas de Federico Martínez y Federico Gallego. Cuando tuvieron oportunidades de juntarse y cancha para correr, fueron lo mejor del partido. Gallego tuvo otra virtud, atada con lo primero, lo del juego aéreo: fue su pegada, sobre todo en las ejecuciones de las pelotas detenidas. De los córneres vinieron los goles, mientras que en algún tiro libre complicó al arquero Jhonny da Silva. Si no fuera por el arquero fusionado, la diferencia podría haber sido más amplia ya en la primera parte.
El Tanque tuvo su mejor momento cerca del final del primer tiempo. Llegó con más ímpetu que buen fútbol. Pero se encontró con el arquero liverpoolense Rodrigo Rodríguez, de buena actuación. Ya le había tapado una a Ademar Martínez y, casi al final de los primeros 45 minutos, evitó el gol con una doble intervención: primero, atajando un tiro lejano y después, en el rebote, ahogándole la definición al argentino Alexis Ramos, con pecho gigante y brazos abiertos. El pico de 26 minutos pendientes se jugará mañana a las 16.00, al igual que los otros juegos suspendidos de ayer. El resultado parcial parece ser suficiente como para que Liverpool se quede con los tres puntos en su primera victoria en el Clausura. Puntos que además, para ambos, son y serán claves en la lucha por evitar el descenso. Que no será la muerte, pero no lo quiere nadie.