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Diego Rossi escapa a los marcadores de Boston River para convertir el gol de Peñarol, ayer, en el estadio Centenario. Foto: Andrés Cuenca

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Diego Rossi jugó como extremo izquierdo, entre el cotizado Maximiliano Rodríguez y el experimentado Fabián Estoyanoff, a las espaldas de Lucas Viatri, otro viejo lobo de varios mares. Cuando se mandó el que a esta altura seguramente sea su mejor gol en una todavía corta carrera profesional, ya era el más destacado de los cuatro jugadores ofensivos que puso en la cancha el director técnico Leonardo Ramos. Merecía anotar, tanto como Peñarol merecía ganar. Porque, en ese momento, los aurinegros demostraban tener más profundidad que el siempre peligroso Boston River. Los números, sin embargo, fueron más amarretes. El partido terminó apenas 1-0, exigua diferencia que mantuvo a los carboneros con puntaje perfecto y como únicos líderes de un torneo que es su última oportunidad para competir por el Campeonato Uruguayo.

Ayer en el estadio Centenario, Boston River fue competitivo en la tenencia de la pelota, pero no en la capacidad de generar riesgo. En un primer tiempo más equilibrado que el complemento, hubo diferencias notorias en los últimos metros. La suerte se hizo rojiverde a los 27 minutos, cuando Rossi definió notablemente, pero el delantero rival Federico Rodríguez se mandó un cierre digno de un zaguero y le sacó el gol de la línea. En la misma jugada, Maxi Rodríguez reventó un caño de un pelotazo. Dos tiros por un peso. A los 14 minutos del complemento, pasó algo parecido: en la misma jugada, Peñarol tuvo otro disparo en un palo y el arquero Adrián Berbia atajó un remate de Maxi a quemarropa. Justo entonces, cuando el estadio empezaba a convertirse en un depósito de nervios tribuneros y patadas al aire, Rossi se mandó la apilada en diagonal que culminó con la sutil definición que abrió la cuenta. Golazo. Afuera, locura y calma, aunque parezca un contrasentido. Adentro, en cambio, siempre lo segundo: como en el partido con Liverpool de la fecha pasada, Peñarol no se desordenó mientras las cosas no le salían. Es un dato relevante, teniendo en cuenta el contexto de presión que rodea sus presentaciones cada semana.

Hasta un minuto antes del gol de la victoria, los carboneros ya habían tenido cinco situaciones de gol muy claras. A las enumeradas podría sumársele un remate de Fabián Estoyanoff que atajó Berbia cuando el encuentro recién había comenzado. Luego habría tiempo para un cabezazo de Ramón Arias que el golero sacó con una gran atajada, al ratito del 1-0. El repaso empuja la conclusión de que el Gallego Berbia fue una de las figuras de la cancha. Otro síntoma de las diferencias que argumentan a favor de la victoria aurinegra. Esto no sorprende si se tiene en cuenta la enorme distancia presupuestal entre uno y otro.

A lo largo del partido, Boston River no tuvo una sola jugada comparable con las ajenas más destacadas. Ya en desventaja, sus aproximaciones más riesgosas fueron un centro cerrado de Pablo Álvarez y un intento fallido de Diego Scotti. En la primera situación, el arquero Kevin Dawson manoteó a tiempo y sacó la pelota al córner. En la segunda, a dos minutos del final, el volante levantó la pelota excesivamente desde dentro del área, tras un enorme esfuerzo para colarse entre los zagueros para esperar un centro. Si bien el segundo tiempo de los dirigidos por Alejandro Apud fue más bien pobre, un par de factores imepedían darlos por muertos: la escueta diferencia del tanteador y el recorrido de un plantel bien dirigido por Apud. Entre Berbia, Scotti, Álvarez, Federico Rodríguez, Carlos Valdez y Robert Flores, el del Boston acumula más cantidad de kilómetros y calidad técnica que muchos otros planteles.

Pero esta vez no le alcanzó con el despliegue destinado a recuperar la pelota y la sana intención de jugarla por abajo. Peñarol terminó muy cerca del segundo gol, sin que se notara que Ramos había hecho dos variantes por obligación, como ocurrió cuando Guzmán Pereira y Fabricio Formiliano salieron lesionados. Todo confluye en una sensación agradable, generadora de ese ambiente de distensión tan excepcional para la historia carbonera de los últimos años.

El repecho sigue siendo empinado, pero las pisadas parecen algo más firmes.

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