Sebastián Romero tiene 40 años y toca el teclado desde que es adolescente; su banda, Super Grupo Real, la formó cuando tenía 14. Hacen cumbia y música bailable, y tienen toques todos los fines de semana. Detrás de los dos teclados, que toca siempre con sus lentes oscuros, es la voz del grupo. Él, además, hace arreglos para otras bandas, y ha estudiado todo lo que pudo relacionado con la música: guitarra, sonido, instrumentos, comunicación social.
Durante muchos años intentó vivir de la música; buscaba trabajo pero no se le daba. Pero en 2010 conoció a quien hoy es su esposa y el proyecto de mudarse juntos hizo que se decidiera a conseguir un trabajo fijo. Por ese entonces hubo varios llamados en organismos públicos a personas con discapacidad. Sebastián, que tiene ceguera por glaucoma desde que nació, se anotó en varios y quedó entre los 50 para concursar por un puesto en el Banco de Seguros del Estado (BSE). Antes de la prueba tuvo una entrevista, en la que pidió contar con una computadora con lector de pantalla para hacerla; el BSE se puso en contacto con la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay (UNCU) y el programa de inserción laboral de la asociación –Ágora– y pudo concursar. Resultó uno de los 17 trabajadores que entró en 2014 al banco.
Si bien ingresó por un concurso del área servicios, lo asignaron al call center del banco, que recibe todas las consultas de los clientes, vía web o telefónica. Para él fue una sorpresa su destino dentro del banco, pero la recibió contento porque ya había trabajado en centrales telefónicas. Sebastián trabaja con la pantalla apagada y habla pausado y claro. Es casi imperceptible cuando uno lo ve en su puesto, pero tiene dos vinchas con auriculares: en una escucha al cliente y en la otra al lector de pantalla de la computadora. Parece una tarea complicada pero él dice que “es cuestión de costumbre: le vas encontrando la vuelta a cómo hablarle a los clientes, cómo buscar las pausas para poder chequear toda la información”. Antes había tenido una pasantía en el banco Itaú y luego trabajó un tiempo en Motociclo, siempre en áreas de llamadas, pero su última experiencia le resultaba muy estresante porque se dedicaba a las ventas y cobraba por comisión. “Saber que llega fin de mes y sabés cuál es tu sueldo es una alegría”.
Para Sebastián es cierto que existe “un mito” entorno a que las personas ciegas sólo pueden trabajar en call centers. Si bien no cree que sea la única tarea que pueden asumir, cree que esa idea se genera porque la de la atención telefónica es una habilidad que pueden desarrollar “con buena calidad”. “La persona ciega siempre va a estar mucho más concentrada que una persona que ve. El que ve se puede distraer, le hacen una seña y se distrae; a nosotros nos tienen que hablar, y ahí se complica”, dice.
En ascenso
Cuando ingresó al banco recibió una capacitación sobre sus tareas y, fundamentalmente, sobre la información que debería manejar para responder las consultas de la gente. “Fuimos paulatinamente atendiendo algunas llamadas, primero cosas muy puntuales y después, como todavía hay cosas que no son accesibles para mi dentro del banco, se las derivo a mis compañeros”. Se refiere al software que contiene la información de facturación y de siniestros, que no es accesible, pero aclara que ahora se está creando otra página que sí puede ser leída por un lector de pantalla. Cuando entró, el resto de sus compañeros del call center recibieron una charla de sensibilización sobre orientación y movilidad, a cargo de técnicos de Ágora, en la que se colocaron antiparras para simular la ceguera. Sebastián repite que siempre sintió gran apertura por parte de sus compañeros y sus supervisores.
En estos años pudo avanzar en su carrera: el concurso de ingreso fue para servicios de intendencia, que exigía tercer año de liceo, pero dio un concurso interno para comenzar la carrera administrativa ya que tenía terminado el liceo y pudo cambiar de escalafón. Luego dio otro para ascender en la carrera y si bien todavía no obtuvo el cargo, quedó en una lista de prelación. Desde que está en Teleservicios se ha especializado en accidentes de trabajo, y espera seguir por ese camino. “La mayoría de los reclamos son porque no están cobrando. Es una tarea bastante compleja a veces, porque estás con una persona que está imposibilitada de trabajar, que necesita cobrar, y a veces los expedientes se trancan, y nosotros estamos en el medio tratando de solucionar”.
Encontrar la causa
Sebastián nació con ceguera por glaucoma. Cuenta que de niño tuvo muchas operaciones y que actualmente no es algo “que me preocupe demasiado. Me acostumbré a vivir así y no lo padezco ni lo sufro, al contrario, vivo bien”. Asegura que para una persona con discapacidad y su desarrollo es fundamental el apoyo familiar. “Si te quedás en tu casa esperando que llegue la oportunidad es muy difícil”, dice Sebastián, que cuenta que durante muchos años tenía esa actitud. “Si te quedás lamentándote y encerrado, es muy difícil levantarse. Todos tenemos una causa”, asegura. En su caso fue su compañera y la hija que tienen, y las ganas de hacer su vida con autonomía. Su esposa tiene ceguera adquirida y utiliza silla de ruedas. Cuando pensaban en mudarse juntos, “las personas pensaban que no íbamos a poder. Justo pasó lo de la amputación y fue todo... ¿qué vamos a hacer? Si vamos a poder o no vamos a poder...”. “La idea siempre fue no depender de nadie, creo que lo estamos logrando”.
En contexto
Desde 1989 los organismos públicos en Uruguay tienen la obligación de destinar 4% de sus vacantes a personas con discapacidad. En las últimas dos décadas, en el BSE hubo seis instancias de ingresos de personas con discapacidad. Según explicó Alicia Di Bartolomeo, directora de la División de Capital Humano del banco, el concurso que se hizo en el año 2000, por el que ingresaron 12 personas, fue muy distinto al que se hizo este año, por el que entraron 17 personas el viernes 14; entre otras cosas, se hacía un estudio médico interno en el banco, algo que hoy “está por fuera de lo que son las nuevas formas de ver la discapacidad”. Los requisitos y las exigencias son las mismas que en todos los concursos, cambian las ayudas técnicas que se brindan a las personas con discapacidad: pruebas con letras grandes, computadoras con lectores de pantalla, intérpretes en Lengua de Señas Uruguaya (LSU), entre otras. Al definir la tarea de los trabajadores seleccionados se busca “evitar la mayor cantidad de barreras que puedan existir para que pueda desarrollarse con autonomía”, y luego se hace un proceso con los jefes que lo van a recibir y su grupo de trabajo, acompañando prácticamente el primer año laboral de la persona.
La jerarca asegura que en general los trabajadores son “sumamente solventes” y que existen dificultades “como con cualquier persona”. La dificultad más notoria que encuentra es en relación a las personas sordas, que a su entender dependen mucho de contar con un intérprete de LSU para comunicarse; el banco contrata intérpretes en instancias puntuales, como capacitaciones o reuniones generales, pero “no contratamos un funcionario más un intérprete”.
Di Bartolomeo asegura que el BSE cumple con el cupo para personas con discapacidad que establece la Ley 18.651; han ingresado 55 personas bajo la normativa. La Oficina Nacional del Servicio Civil, que controla la aplicación de esta ley, hace un relevamiento anual sobre el ingreso de personas con discapacidad, pero el BSE no hace concursos todos los años; según explicó la jerarca, el banco acumula las vacantes y las dotaciones presupuestales para cubrirlas. Por eso, después del ingreso de 17 personas en 2014 y una en 2015, la siguiente incorporación de personas con discapacidad fue el viernes pasado, cuando entraron 17 administrativos.
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