Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
El dirigente nacionalista Luis Calabria, durante años muy cercano a Jorge Larrañaga y hoy seguidor de Álvaro Delgado, publicó el martes un artículo de opinión en el diario El Observador, titulado “La era posfrentista: la pugna es cultural”, que merece algunos comentarios.
Calabria sostiene que en 2019 el Frente Amplio fue derrotado política, electoral e ideológicamente, pero no en el plano cultural, donde predomina desde “hace por lo menos 50 años”. A esto le asigna “una innegable trascendencia”, acotando que “por algo [el comunista italiano Antonio] Gramsci decía que ‘la realidad está definida con palabras [y que,] por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”.
Su conclusión es que, “para asegurar una ‘era coalicionista’ y la predominancia de sus valores”, no sólo hay que ganar las elecciones de este año, sino también, “en simultáneo y sin descanso, dar la batalla cultural sin miedo”.
No está claro con qué criterio diferencia Calabria lo ideológico de lo cultural, y la frase que le atribuye a Gramsci, de una tosquedad inusual en su obra, es una de esas que aparecen mucho en internet sin indicaciones de procedencia. Bien podría ser algo que dijo el español Pablo Iglesias sobre lo que él entiende que quiso decir Gramsci, pero todo esto es accesorio.
El pensamiento derechista que aboga por la “batalla cultural”, con una fuerte impronta estadounidense, menciona con frecuencia a Gramsci, pero lo ha estudiado poco y mal, y suele describirlo como el padre de una estrategia de infiltración para predominar entre quienes forman opinión (desde los educadores hasta los artistas, pasando por los comunicadores sociales), a fin de sustituir los valores tradicionales con otros propicios al avance de la izquierda. Esto es un gran disparate, apoyado en la creencia de que las ideas izquierdistas son esencialmente antinaturales, de modo que sólo pueden arraigar en las sociedades mediante malas artes de engaño y adoctrinamiento, pero lo importante es a qué tareas de activismo convoca esta vertiente de la derecha moderna.
Calabria mencionó algunos ejemplos de las ideas que considera necesario contraponer para que “la visión cultural que impulsa y palpita la Coalición derroque a la cultura de izquierda”. La forma en que describe las presuntas posiciones de cada parte aplica la máxima –de Gramsci o de Iglesias– sobre el uso de las palabras para controlar la percepción de la realidad.
De un lado, escribió, están la familia como base de la sociedad, la propiedad privada, la redistribución a partir del crecimiento, la cultura del trabajo, el imperio de la ley, la identidad agroexportadora de Uruguay y el gobierno de la educación alineado con las ideas de quienes ganan las elecciones. Del otro, el combate a la familia como institución anacrónica y a la propiedad como instrumento de dominación, la “expoliación impositiva”, el asistencialismo, la indulgencia con el delito, el rechazo a “los ricos de las 4x4” y el gobierno de la educación por parte de los sindicalistas.
Son, en gran medida, caricaturas y falacias, y faltan cuestiones centrales para el país, pero no estaría nada mal que hubiera debates serios sobre el temario de Calabria.
Hasta mañana.