Hoy es 26 de junio. Faltan cuatro días para las elecciones internas y 123 para las nacionales.
Hay personas que salen de sus casas a votar con las listas que van a poner en la urna, pero otras prefieren tomarlas en el cuarto secreto y van a tener problemas este domingo, al igual que los delegados partidarios. Estos deberán asegurarse de que esté disponible una enorme cantidad de hojas de votación, que va a ser difícil disponer en unos pocos metros cuadrados para que cualquier persona pueda encontrar y elegir las que prefiere.
El caso extremo es Canelones, donde hay 573 listas registradas, y el total en el país es de 3.583, correspondientes a 18 partidos. La existencia de diversidad y matices es valiosa, pero a primera vista parece insensato que sean tantas las propuestas en un país con menos de tres millones y medio de habitantes y dos grandes bloques en pugna. Sin embargo, hay motivos lógicos para que pase lo que pasa.
Como explicó Daniel Chasquetti en la edición de anteayer, dentro del Partido Nacional y otras fuerzas políticas es habitual que los resultados de las internas determinen el orden en las listas al Parlamento de octubre y en las de las elecciones departamentales del año siguiente. Hay competencia entre sectores y agrupaciones que apoyan la misma precandidatura a la presidencia y aumenta la cantidad total de hojas de votación. Los dirigentes de segundo, tercer o cuarto nivel priorizan su inversión en las internas, con la esperanza de no tener que preocuparse tanto de cuestiones económicas y organizativas propias luego, una vez que tengan su lugar asegurado.
En el Frente Amplio no predomina este procedimiento, sino que es frecuente (sobre todo en los sectores con más trayectoria histórica) que el ordenamiento de las personas en las listas quede a cargo de organismos de dirección. El criterio tradicional es que la decisión le corresponde a un colectivo de militantes y no depende sólo del objetivo de atraer la mayor cantidad posible de votos, sino también de otros factores de representatividad interna.
Sin embargo, entre los frenteamplistas esta diferencia puede empujar también hacia la fragmentación. Las relaciones de fuerzas dentro de las organizaciones postergan el ascenso de personas que a veces se consideran, con razón o sin ella, merecedoras de mejor suerte, y las llevan a evaluar que puede irles mejor encabezando una lista propia.
Además, en todas las fuerzas políticas, la ley vigente dispone que en el orden de las listas haya, contando desde primer lugar, por lo menos un varón y una mujer en cada terna. Los varones todavía suelen ser más en los niveles superiores del escalafón interno, y si uno de ellos no logra quedar en el primer lugar, su mejor ubicación posible pasa a ser el tercero, que muchas veces lo aleja demasiado de la posibilidad de resultar electo.
Por lo tanto, más de uno razona que sus chances van a aumentar si compite por su cuenta, y en algunos casos pasa lo mismo con las mujeres, aunque las dificultades extra que estas aún afrontan en la actividad política hacen que les resulte más difícil formar una estructura propia.
Habrá dificultades prácticas para votantes y delegados, pero que las oportunidades de participación democrática sobren es preferible a que falten.
Hasta mañana.