Hoy es 2 de julio. Faltan 117 días para las elecciones nacionales.
El anuncio de la fórmula Álvaro Delgado-Valeria Ripoll dividió las opiniones dentro del Partido Nacional (PN) y hubo incluso dirigentes que manejaron la posibilidad de cuestionarla en la convención nacional partidaria. Esto indica el nivel del malestar existente, porque impugnar lo resuelto por Delgado perjudica los intereses electorales colectivos, y corresponde considerar qué hay detrás de esta polémica.
Mientras Wilson Ferreira Aldunate lideró el PN hubo en la minoría partidaria sectores conservadores que se opusieron a la dictadura. Uno de ellos fue la Unión Nacional y Herrerista del escribano Dardo Ortiz; otro, el Consejo Nacional Herrerista de Luis Alberto Lacalle padre. Ambos se fusionaron en 1987 con el nombre Herrerismo. En 1989 varios factores les dieron una oportunidad electoral muy bien aprovechada, Lacalle ganó las elecciones nacionales y Ortiz falleció menos de un mes después de la asunción presidencial.
El sector Herrerismo tuvo escisiones y altibajos electorales, pero se mantuvo en los primeros planos del PN y del país. Lacalle perdió el balotaje de 2009 con José Mujica y luego se mostró decidido a dar un paso al costado. Trató de sucederlo un grupo de su entorno más cercano, liderado por Luis Alberto Heber, Gustavo Penadés y Jaime Trobo, pero no dieron la talla y emergió un neoherrerismo comandado por su hijo, el actual presidente Luis Lacalle Pou, que ganó su tercera interna consecutiva el domingo, con Delgado como precandidato.
Trobo falleció en 2019, Penadés cayó en 2023 debido a un gran escándalo por delitos sexuales contra adolescentes y Heber tuvo que renunciar al Ministerio del Interior a fines de ese año, desprestigiado por su gestión y por sus responsabilidades en el caso Marset.
Una de las últimas movidas políticas de Penadés fue el alineamiento del Herrerismo tras la precandidatura de Laura Raffo, que fue un síntoma de la falta de relevos propios y socavó los planes de Lacalle Pou, quien había designado a Raffo como candidata única de la coalición de gobierno a la Intendencia de Montevideo en 2020 y luego la instaló al frente del partido capitalino, con miras a una nueva candidatura departamental en 2025.
Ante el fracaso electoral de Raffo en las internas, Delgado optó por Ripoll con el aval de Lacalle Pou, pero la cuestión va mucho más allá de una mala relación personal o de la muy discutible apuesta a ampliar la convocatoria de la fórmula, compensar la falta de contundencia del candidato y lanzar a la exsindicalista contra el Frente Amplio, como recambio en el papel de exizquierdista agresiva que Graciela Bianchi ha sobreactuado hasta el fastidio.
Se saldan viejas cuentas y se consolida el predominio casi absoluto del neoherrerismo en el PN, pero este ha sido históricamente poco propenso a disciplinarse durante mucho tiempo bajo un mando unipersonal. Los malestares que hoy se dirigen hacia Delgado tienen su verdadero destinatario en Lacalle Pou, cuyo poder nadie desafía abiertamente aún, pero que estará en una situación muy distinta cuando termine su mandato, sobre todo si la opción por Ripoll es percibida como causa de una derrota en las nacionales.
Hasta mañana.