Hoy es 13 de agosto. Faltan 75 días para las elecciones nacionales.
A dos meses y medio de las elecciones, sería comprensible que el Poder Ejecutivo se abstuviera de hablar sobre las presuntas negociaciones con China para lograr un tratado de libre comercio (TLC), con la esperanza de lograr un piadoso silencio acerca del asunto. Sin embargo, ayer el subsecretario de Relaciones Exteriores, Nicolás Albertoni, realizó una conferencia de prensa en la que, como era previsible, no tenía nada significativo que decir.
La noticia fue que representantes diplomáticos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se reunieron en el viejo Parque Hotel con la par china de Albertoni, Hua Chunying, en la séptima instancia del “mecanismo de diálogo” entre los integrantes del Mercosur y el país asiático. Que fuera la séptima reunión, puede dar la idea de que las negociaciones se desarrollan con intensidad, pero el encuentro anterior se había realizado en 2018, durante el segundo gobierno de Tabaré Vázquez, y el anterior en 2003, cuando el presidente uruguayo era Jorge Batlle.
Según dijo Albertoni, uno de los resultados auspiciosos de la reunión fue que se acordó realizar la próxima el año que viene. El ritmo dista de ser vertiginoso.
El subsecretario destacó —también— que China se comprometió a elaborar y presentar, presumiblemente en el encuentro de 2025, una “hoja de ruta”, o sea, un esquema de plan para seguir adelante.
Hace casi tres años, el 7 de setiembre de 2021, el presidente Luis Lacalle Pou convocó a representantes de todos los partidos, y luego a periodistas, para decirles que China había aceptado iniciar un estudio de prefactibilidad sobre un TLC bilateral con Uruguay, y anunció que los resultados podían estar listos en cuatro meses. Pasaron más de diez hasta el 13 de julio de 2022, cuando Lacalle Pou citó a una conferencia de prensa para anunciar que el estudio había concluido, pero que “estratégicamente” no convenía divulgarlo.
En aquella ocasión, el presidente sólo aseguró que quienes realizaron el estudio habían coincidido en que un TLC podía ser beneficioso para ambos países, y que esto era una “noticia alentadora”, porque cuando comenzaran las negociaciones se iban a procurar acuerdos que aportaran “prosperidad, oportunidades y trabajo” a Uruguay.
Nueve meses después, en abril de 2023, el entonces canciller Francisco Bustillo viajó a China y volvió con las manos vacías. En junio del mismo año, informó en el Parlamento que en Beijing no le habían dicho “ni sí, ni no” acerca de un TLC, y no se animó a manejar una fecha tentativa para empezar a negociar. En noviembre Lacalle Pou fue a China y firmó una declaración en la que se dejó constancia de que había concluido el Estudio Conjunto de Factibilidad, aún secreto.
Ayer Albertoni afirmó que Uruguay y China continúan “hablando en términos bilaterales”, pero no que hablaran de un TLC, y opinó que la séptima reunión del “mecanismo de diálogo” con el Mercosur era “seguir avanzando”, aunque fuera “milímetro a milímetro”. Expresó, de todos modos, optimismo, basado en la percepción de que la voz de nuestro país tiene “cierta llegada a la parte china” y “el acceso a mercados está en el horizonte”. Festejen, uruguayos, festejen.
Hasta mañana.