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Ilustración: Ramiro Alonso

Del dicho al hecho en ocho presidencias

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Está instalada la idea de que los gobiernos tienen o deben tener entre sus proyectos un “buque insignia”, destacado por su importancia y su prioridad. La expresión viene de la marina de guerra, pero pasó a usarse también para señalar al producto más destacado de una empresa y luego se trasladó al mundo de la política, junto con otras que lo equiparan a un mercado.

La campaña electoral de Yamandú Orsi y las señales desde su futuro equipo de gobierno no han perfilado un proyecto con esas características, y es discutible que resulte indispensable definirlo, sobre todo si consideramos lo que pasó en períodos anteriores.

El primer gobierno de Julio María Sanguinetti tuvo sus centros temáticos en el proceso de transición tras la dictadura, pero cuesta identificar un buque insignia. Los resultados se fueron dando a partir de negociaciones y confrontaciones con un alto grado de incertidumbre, incluyendo la aprobación de la ley de caducidad y el largo proceso del referéndum contra ella.

Luis Alberto Lacalle Herrera llegó a la presidencia con el buque insignia de un programa liberalizador y privatizador, típico de los años 90 latinoamericanos, pero le hundieron buena parte de su flota. El Parlamento rechazó sucesivos proyectos de reforma jubilatoria y hubo un exitoso referéndum contra parte de la ley de privatización de empresas públicas.

La segunda presidencia de Sanguinetti logró varios de sus objetivos prioritarios, como la aprobación de la reforma jubilatoria que creó las AFAP y la reforma constitucional que cambió las reglas de juego electorales. En cambio, los planes de su sucesor Jorge Batlle fueron descalabrados por la crisis de 2002.

Tabaré Vázquez prometió y concretó numerosos cambios relevantes en su primera presidencia, pero algunos de los más recordados surgieron sobre la marcha, como el Plan Ceibal, o sólo se habían anunciado en líneas generales, como la reforma tributaria. El gobierno de José Mujica atrajo interés internacional por leyes que él no había priorizado, como las referidas al aborto, la marihuana y el matrimonio igualitario, y algunos de los proyectos que más impulsó fracasaron, como los de la regasificadora, Aratirí y el puerto de aguas profundas en Rocha. Al comienzo de la segunda presidencia de Vázquez se consideró que el buque insignia sería el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, pero su presupuesto sufrió un severo recorte y luego la prioridad central no estuvo clara.

Luis Lacalle Pou no satisfizo las expectativas que había creado en las áreas fiscal, de seguridad pública, educativa, de inserción internacional o de combustibles, y buena parte de su mandato estuvo centrado en acontecimientos imprevistos o mal previstos, como la pandemia de covid-19 o la crisis hídrica (aparte de varios sonados escándalos).

Por otra parte, durante todos los gobiernos mencionados avanzaron procesos que no fueron bandera propia de ninguno de ellos y que han cambiado profundamente al país. Ahora Orsi enfatiza, más que un proyecto en particular, una forma de relacionarse con la sociedad y con el sistema partidario para procurar acuerdos. Quizá sea esa la impronta que deje, y no estaría nada mal.

Hasta mañana.

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