Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Abunda el deseo de que el sistema educativo logre mejoras rápidas y sustanciales, y los gobiernos siempre están interesados en presentar datos que parezcan satisfacer esa expectativa. Sin embargo, los procesos son relativamente largos y dependen de la interacción compleja entre muchas variables, de modo que no es sensato llegar a conclusiones en pocos años.
El Instituto Nacional de Evaluación Educativa realizó por primera vez en 2017 las pruebas Aristas, que aportan información sobre los desempeños en lectura y matemática de estudiantes de tercero y sexto de primaria y noveno (antes tercero) de media, sus habilidades socioemocionales y sus opiniones sobre el clima escolar, la convivencia y la participación en los centros. También se pregunta a directores y docentes sobre sus prácticas de trabajo, y en primaria hay consultas a las personas adultas con estudiantes a su cargo para vincular los desempeños con las situaciones familiares.
Todo esto es muy necesario para diseñar políticas públicas, y resulta mucho más útil que tomar como única referencia las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), ideadas e impulsadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que no pueden registrar las particularidades en países muy distintos.
Las pruebas Aristas se pensaron, como las PISA, para ser aplicadas cada tres años. La segunda edición se había previsto para 2020, y en principio las autoridades nombradas en el tercer período de gobierno frenteamplista decidieron postergarla hasta 2021, porque la emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19 distorsionó mucho la actividad de los centros de estudio. Había argumentos fuertes a favor y en contra de esa postergación, que fue dejada sin efecto cuando asumieron las autoridades designadas por el gobierno de Luis Lacalle Pou.
Hubo sospechas de que aquellas nuevas autoridades, hoy salientes, estaban interesadas en registrar un punto de partida bajo para alegar luego que su gestión había conseguido importantes avances. Lamentablemente, la tercera edición de las pruebas en 2023 mostró desempeños escolares similares a los del muy problemático 2020, y retrocesos en lo referido a las habilidades socioemocionales.
Como se señaló al comienzo, las variables en juego son muchas y no corresponde precipitarse en las evaluaciones, pero cabe referirse con precaución a dos de esas variables. En primer lugar, los resultados sugieren que tres años sin representantes docentes en el gobierno de primaria no condujeron a mejoras significativas en los resultados que miden estas pruebas. El dato importa porque el oficialismo saliente alegó que suprimir la participación docente era una clave para lograr transformaciones positivas.
En segundo lugar, los registros de 2023 confirman que, como indica la experiencia nacional e internacional, la situación socioeconómica de las familias tiene una poderosa incidencia en los desempeños. Era obvio que en un período con crecimiento de la pobreza y la desigualdad los resultados no iban a mostrar grandes progresos. La escuela no puede sola.
Hasta mañana.