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Andrés Ansín, realiza un test de plomo en pintura en 2016.

Desarrollan protocolo de acción económico que permite detectar con efectividad el plomo en la pintura de los hogares

8 minutos de lectura
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Fue desarrollado por investigadores del Laboratorio de Biomateriales de la Facultad de Ciencias y de la Unidad de Tecnología de Alimentos de la Facultad de Agronomía.

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“El plomo puede estar presente en cualquier lado”, dice Eduardo Méndez, químico del Laboratorio de Biomateriales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar). En la situación actual, su diseminación es casi imposible de controlar. Si bien la posibilidad de encontrar este metal en el ambiente y en la población se mitigó al regularse en todo el mundo su presencia en combustibles y baterías, el plomo dentro de los hogares se mantiene como un problema relevante y difícil de controlar. Las fuentes de plomo son diversas y están muy extendidas: está presente en el polvo, en los zapatos, en las tuberías de plomo y pinturas viejas –de la década de 1980 y anteriores–, en las ventanas y puertas antiguas, en muebles y juguetes viejos. De todas formas, el investigador resalta que no debe generarse una alarma al respecto, pero es necesario generar hábitos para “convivir con el plomo de manera que no nos afecte la salud”.

La presencia de plomo en los hogares plantea algunos desafíos para los mecanismos de detección en el mundo porque, como dice el artículo 11 de la Constitución, es un “sagrado inviolable” al que no se puede acceder sin autorización de los jefes o jefas de hogar, ni es viable aprobar una ley que obligue a las personas a hacer un estudio de detección de plomo en sus viviendas. Ante esas dificultades, Méndez se pregunta qué hacer y señala dos puntos importantes: por un lado, “promover la información”, subraya; por otro, “desarrollar métodos para análisis in situ sencillos y económicos, pero precisos”. En ese sentido, un grupo de investigadores –que integra Méndez– del Laboratorio de Biomateriales de la Facultad de Ciencias y de la Unidad de Tecnología de Alimentos de la Facultad de Agronomía, desarrollaron un método para la detección de plomo en la pintura de paredes, ventanas y puertas del hogar, que reúne las cualidades necesarias –es riguroso y económico–, lo que posibilitaría desarrollar un control masivo en las viviendas.

Una exposición a altas concentraciones de plomo en el transcurso del tiempo puede tener impactos en la salud. Por ejemplo, dice el investigador, “vivir en una casa pintada con pintura que contiene plomo constituye, claramente, una exposición continua”. Como los daños producidos por esta sustancia aparecen a largo plazo, en los adultos no genera impactos negativos importantes. Sin embargo, en los niños “se observan las peores consecuencias, como anemia y bajo rendimiento”, apunta el químico. La ingesta e inhalación de plomo prolongada en el tiempo puede hacer que se acumule en los dientes, dejando un sabor a metal en la boca, y en los huesos; además, daña el cerebro y los órganos en los que se concentra. Pero hay más: el plomo es considerado un disruptor endócrino, es decir, es una de las sustancias que afectan el desarrollo reproductivo, “sobre todo en los varones”, comenta Méndez. Por eso mismo, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud han promovido que las inspecciones y los controles de la presencia de plomo en las pinturas sean “especialmente rigurosos” en las casas donde habitan niños. Estas organizaciones tienen un modelo de legislación sobre la contaminación con plomo que promueven en los países que no cuentan con una regulación normativa. Ese modelo, señala Méndez, “sugiere que los países no sólo establezcan los límites de plomo, sino también los controles y las acciones punibles para quienes no los cumplan”.

En el estudio “Análisis de plomo en pinturas para control de alto impacto en hogares”, publicado en la revista Analytical Methods de la Royal Society of Chemistry (Inglaterra), los autores resaltan que, hasta setiembre de 2018, sólo 71 países en el mundo contaban con legislación para el control de la presencia de plomo en pinturas. Afortunadamente, Uruguay forma parte de ese grupo minúsculo, ya que cuenta con la Ley 17.775, de Prevención de la Contaminación por Plomo, promulgada en 2004. Esta norma limita la presencia del metal en las naftas, pinturas, baterías eléctricas y otros productos, así como en el uso de procesos industriales y establece el control de vertido de residuos que lo contengan. Los organismos encargados de que la ley se cumpla son las intendencias municipales y el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, actuando en forma coordinada. Además, incluye la disposición de sanciones ante incumplimientos y el desarrollo de campañas de información.

El Laboratorio Tecnológico del Uruguay es el organismo que se encarga de los análisis de las pinturas. Solamente pueden venderse aquellas que contengan 600 mg por kilo, al igual que el resto de países del Mercosur. El investigador califica la regulación uruguaya en un nivel “intermedio”, ya que existen países con una regulación más estricta, que disminuyen la cantidad de plomo a 90 mg por kilo, como Estados Unidos y los que integran la Unión Europea. “Las pinturas viejas, que generalmente se encuentran en casas pintadas antes de los años 80, contienen niveles de plomo superiores a 10.000 mg/kg”, señalan los autores en el documento.

Simple, preciso y económico

En ese marco, los investigadores desarrollaron un protocolo de acción que combina un proceso sencillo de detección de plomo en el hogar: el método Dust Wipe Method, conocido en español como “el método de la toalla” o “del trapito húmedo”, y el método electroquímico en laboratorio, que se aplica a las muestras positivas y permite establecer la cantidad exacta de plomo. El protocolo desarrollado es “igualmente estricto desde el punto de vista analítico que el que se lleva a cabo con equipamiento más sofisticado, pero que es sensiblemente más barato”, cuenta Méndez.

“El método de la toalla húmeda es muy sencillo”, dice Méndez. Explica: “Se pasa sobre la pintura una toallita de las que se utilizan para limpiar la cola de los bebés y después se impregna una cantidad de ácido que es equivalente al vinagre, seguido de un reactivo específico para la detección de plomo”, y destaca que cualquier persona puede aprender a realizarlo. “Si luego en la toalla aparece un color morado, quiere decir que hay plomo”, añade.

Los autores analizaron 50 casas en barrios de la periferia de Montevideo y de Canelones. Allí completaron el primer paso: el análisis del trapito húmedo. Sólo se encontró presencia de plomo en 18% de las casas. El costo asociado a esta primera etapa del estudio fue “ridículamente bajo”, expresó Méndez. Con esta primera aproximación se encontró plomo en nueve casas: cinco dieron una presencia de plomo dudosa y cuatro fueron claramente positivas. En las muestras positivas se procedió con el segundo paso: el análisis electroquímico en laboratorio. Para ello fue necesario tomar una muestra muy pequeña de la pintura en los hogares que dieron positivo al método del trapito. “Globalmente, una inspección hecha sobre 50 casas, que le hubiera costado un dineral al Estado, se hizo por una cantidad significativamente más económica y con la misma efectividad en los resultados”, dice el investigador.

En el documento los químicos establecen que dos de las muestras positivas tuvieron “concentraciones de plomo superiores a 600 mg/kg, y las otras dos fueron superioras a 30.000 mg/kg”. En tanto, las cinco restantes arrojaron “resultados indetectables por el método electroquímico”, lo que significa que “el método del trapito húmedo produce falsos positivos en el límite de detección, un resultado deseable en pruebas rápidas”.

Para ilustrar la eficiencia del protocolo de acción desarrollado, los investigadores presentan tres ejemplos “extremos” del trabajo realizado. El primer ejemplo corresponde a la ventana de un antiguo edificio público ubicado en Montevideo. En ese caso, “el método del trapo húmedo dio un resultado muy positivo, acorde con el análisis electroquímico posterior”. En segundo lugar, plantearon la situación de “una antigua casa familiar que estaba en proceso de renovación”. El método del trapo húmedo “dio resultados positivos fuertes” que también se correspondieron con el análisis electroquímico (90.000 mg/kg)”. El último ejemplo que presentaron fue el de una muestra negativa: “La pintura amarilla clara del laboratorio de los autores, que data de principios de los años 90”. Al igual que en los ejemplos anteriores, los resultados del método del trapo húmedo se correspondieron con el análisis electroquímico (negativo en ambos casos).

Ante la presencia de plomo en la pintura, si no hay deterioro en el estado de la pintura ni en el de la pared, se puede pintar encima con una nueva capa gruesa y, “así de sencillo, queda solucionado el problema, porque de alguna manera el plomo queda oculto”, comenta Méndez. Pero si la pintura está descascarada se debe remover y “este proceso es muy complicado, porque implica sacar a toda la familia del hogar y utilizar personal entrenado para eso, porque no es cuestión de ir a rasquetear. Se tiene que hacer con muchísimo cuidado”, advierte el investigador. En el marco del estudio, los hogares con presencia de plomo se pintaron sobre la pintura vieja. Además, en las casas en las que se constató la presencia de plomo en la pintura y que eran habitadas por niños, los menores fueron derivados a asistencia médica.

En 2001 el Ministerio de Salud Pública (MSP) confirmó la existencia de 4.400 casos de intoxicación por plomo en La Teja, en su mayoría en niños. Es una historia conocida: como consecuencia de la crisis económica que atravesaba el país, personas procedentes de las zonas rurales se establecieron en los alrededores de fábricas abandonadas de la zona. Las familias levantaron sus casas sobre el suelo contaminado con plomo, utilizaron residuos de las fábricas para nivelar el terreno, quemaron cables para recuperar el cobre o fundieron plomo para fabricar distintos objetos como forma de supervivencia. Para hacer frente a esa situación, el gobierno creó una comisión interministerial y en 2004 se aprobó la ley. El investigador señala que hoy, en caso de que se determine la presencia de plomo en niños, los pediatras tienen un protocolo de acción para proceder a su tratamiento. De esos análisis se encargan las Unidades Pediátricas Ambientales dependientes de la Administración de los Servicios de Salud del Estado y del Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina.

Trapeo masivo

El estudio se llevó a cabo en el marco de un programa de mejoramiento de viviendas y eficiencia energética que lleva adelante el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), en el que se seleccionan diferentes hogares para mejorar condiciones como el aislamiento térmico y las instalaciones eléctricas. El plan se propuso también la medición de los niveles de plomo, y en esa etapa se unieron los investigadores, lo que les facilitó el ingreso a los hogares porque ya tenían autorización. Pero los autores del trabajo quieren ir más allá y pretenden que “el programa de plomo sea un programa en sí mismo que se además se extienda a un área mucho más grande”.

Para cumplir con ese objetivo, los autores elevaron la propuesta de protocolo de acción al MSP y al MIEM. Además, presentaron en la Udelar un proyecto que actualmente está siendo evaluado. De hecho, los investigadores llevan adelante un curso de Educación Permanente en esa casa de estudios: “Cualquier persona que quiera saber cómo se hace el análisis del trapo húmedo puede anotarse en el curso y le enseñamos”, plantea Méndez. El último curso de este tipo fue dictado en la ciudad de Colonia del Sacramento. También están trabajando con dos colegios, el Santo Tomás de Aquino y el Crandon; su objetivo es informar a los niños para que concienticen a sus familias. “Estamos con nuestros primeros ensayos en materia de difusión entre la población, y necesitamos gente que sepa sobre esto, que quiera colaborar y nos dé ideas”, subraya Méndez.

Artículo: “Lead Analysis in Paints for High Impact in Homes”.

Publicación: Analytical Methods Vol. 11 (2019).

Autores: Andrés Ansín, Giovanni Galietta, Santiago Botasini, Eduardo Méndez.

Nueva conducta

“No es una cuestión de alarma”, vuelve a recordar el investigador. “La gente no se tiene que poner como loca”, sino incorporar “pequeñas acciones en la vida cotidiana para convivir con el plomo de tal forma de no contaminarse”. Entre ellas menciona “evitar barrer” para no levantar polvo y “sustituir el barrido por el trapeado con un trapo húmedo”, “sustituir el plumero por un trapo encerado o húmedo”, “entrar al hogar y sacarse los zapatos que se usaron en la calle, dejarlos a la entrada y tener un calzado para estar adentro”.

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