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Monumento a los charrúas, en el Prado.

Investigación revela la magnitud del exterminio indígena en el sur de Brasil y en Uruguay

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Sostiene que las poblaciones mestizadas poseen más información genética sobre el pasado indígena que las propias poblaciones nativas actuales.

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“El principal objetivo de este trabajo fue estimar el impacto demográfico del arribo de los europeos y la colonización en las poblaciones nativas americanas del sur de Brasil y Uruguay”, comienza diciendo el artículo publicado en la revista American Journal of Human Biology por un grupo de investigadores del Instituto de Biociencias de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil. Ya con eso alcanzaría para ganarse la atención de gran parte de quienes vivimos en este país. Al leer los resultados y conclusiones a los que llegan Gustavo Tavares y sus colegas, la curiosidad es recompensada y el artículo es aún más trascendente.

Nativos y mestizados

Para responder la pregunta del impacto de la llegada y colonización del europeo sobre las poblaciones que vivían en nuestro continente y determinar “el tamaño efectivo de la población contemporánea y ancestral (precolombina)”, los investigadores brasileños se propusieron “comparar la diversidad genética del ADN mitocondrial”, es decir, la información genética contenida en el ADN de las mitocondrias y que se trasfiere por vía materna, la estructura y la demografía de los linajes de los nativos americanos presentes en las poblaciones indígenas actuales”, a los que denominan “nativos”, y en las poblaciones “no indígenas mestizadas”, a las que denominan “mestizadas”.

Como dicen los investigadores en su artículo, “El tamaño de las poblaciones nativas americanas antes del arribo de los europeos es difícil de estimar debido a la falta de evidencia robusta y de metodología para evaluar esa demografía en ese tiempo”. Entre las causas de la dramática disminución de las poblaciones nativas mencionan factores como “la guerra, las enfermedades traídas desde el viejo mundo (como viruela, paperas, sarampión y rubiola), la esclavitud y la pérdida de hábitat”. Sin embargo, los autores señalan que estimar el impacto del proceso de colonización en los nativos americanos no es tan sencillo, ya que implica comparar estimados de las poblaciones de la época y censos actuales, con el problema de que esos estimados no están basados en evidencia sólida y de que algunas poblaciones indígenas experimentaron recuperaciones poblacionales. Por ello el grupo decide ir por otro camino y, en lugar de basarse en estimaciones, ir por unos diminutos reservorios de información que son bastante menos mentirosos que los cronistas hispanos: los genes.

El trabajo tomó como base el análisis de una gran cantidad de secuencia de ADN mitocondrial (ADNmt) de 396 nativos y 309 mestizados del sur de Brasil, Uruguay y áreas cercanas. De hecho, de nuestro país se utilizaron las secuencias publicadas del nativo Vaimaca Perú, realizadas por la investigadora Mónica Sans y su equipo de Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y de 90 individuos considerados población mestizada, es decir, personas que sin ser indígenas presentan variantes genéticas de ancestría indígena (14 de ellas de Tacuarembó, 43 de Artigas y 33 sin especificar). Al recurrir al ADNmt ya través del modelado de las poblaciones a partir de los resultados obtenidos, los investigadores destacan que “es posible evitar la alta incertidumbre asociada a los censos de población estimados para las poblaciones indígenas precolombinas”.

Una disminución asombrosa y un resultado sorprendente

Tras analizar la región hipervariable 1 del ADNmt de los 704 individuos que se secuenciaron previamente en otros trabajos, los investigadores realizaron modelados y simulaciones tomando en cuenta las tasas de mutación, la variabilidad genética observada y las dinámicas de crecimiento y reducción poblacional. Con todo ese trabajo –bastante más engorroso y complejo de lo que este breve párrafo permite mostrar– los científicos brasileños concluyen que los nativos actuales representan “sólo 0,33% del tamaño de la población ancestral precolombina”. Como señalan en la discusión de sus artículo, sus resultados “concuerdan con los registros históricos de un gran declive poblacional de la población nativa americana poscontacto, pero sugieren que ese declive fue mucho más severo de lo que se pensaba previamente (cerca de 300 veces)”. Imaginen por un instante que forman parte de un grupo de 1.000 personas. Imaginen ahora que de todo ese grupo quedan solo tres personas. Tal sería la magnitud del declive poblacional observado por los investigadores para los americanos nativos del sur de Brasil y Uruguay. Así de grave, para nuestro caso es aun peor: se trata de un promedio. En nuestro país los americanos nativos forman un conjunto vacío.

No obstante, y sin que fuera uno de los objetivos principales del trabajo, los investigadores dieron con otro resultado relevante: “Encontramos una diversidad genética más alta de ADNmt de americanos nativos en la población mestizada que en la población indígena (131/309 contra 27/396 haplotipos diferentes, respectivamente)”. Pero aún concluyen algo más sorprendente: “Sólo las poblaciones mestizadas mantienen señales antiguas de la expansión de las poblaciones de los nativos americanos que tuvo lugar entre hace 14.000 y 17.000 años que decayeron en las poblaciones nativas”. Dicho de otra manera: en la población mestizada hay más variedad genética indígena que en los propios indígenas actuales. Por tanto, los investigadores señalan que “Las poblaciones mestizadas representan un importante reservorio genético de los linajes americanos nativos, muchos de los cuales están extintos en las poblaciones indígenas contemporáneas”.

Hablemos de nosotros

Al leer el artículo publicado por los hermanos brasileños uno enseguida tiene ganas de conversar al respecto con quienes estudian la ancestría indígena en nuestro país. Por fortuna, el bioantropólogo Gonzalo Figueiro, que no participó del artículo, siempre muestra gran entusiasmo por el tema y se hace un hueco en su ajetreada agenda para hablar de lo que lo apasiona. “Es un trabajo espectacular que está reafirmando que aun cuando el segmento de ADN sea pequeño, no deja de ser útil”, comenta como primera impresión.

Sobre la parte metodológica, Figueiro resalta que “Una secuencia de ADN por sí sola no dice nada, es muy importante el contexto. Tavares trabaja con una muestra bastante grande, en el orden de los centenares, pero analiza una región muy pequeña del ADNmt, centrándose en unas 300 bases de las más de 16.000 que tiene ese ADN. Pero esa región analizada, la hipervariable 1, contiene una gran cantidad de variabilidad que muchas veces es representativa de la variabilidad de todo el resto del genoma”, expresa. Para nuestro investigador el trabajo es importante porque reafirma “la cantidad de cosas que se pueden hacer cuando tenés una muestra muy grande de tan poquito”, y señala que es importante recalcar que “algunas de estas secuencias de ADNmt fueron obtenidas hace 20 años o más, lo que muestra que no es necesario estar siempre a tono con la última y más alta resolución, ni con la última tecnología, para poder sacar datos útiles”.

Sobre la disminución de las poblaciones indígenas, Figueiro explica: “La cantidad de tinta que se ha invertido en calcular cuál era la población humana de América antes de la llegada del europeo es tremenda”, y dado el problema de los registros y censos realizados por los conquistadores luego de su llegada, y dado que “para nuestro país los datos que hay a propósito de los grupos, su magnitud, su relación entre sí y su relación con el colonizador, pongamos en la época de Hernandarias, a casi 100 años después de la llegada de Solís, son terriblemente escasos”, el camino seguido por los brasileños es interesante ya que deciden “encararlo por el lado de que la diversidad genética actual de una población lleva grabada en sí el impacto de los eventos poblacionales previos, de modo que lo que uno encuentra a nivel de diversidad genética va a estar vinculado con lo que pasó en el pasado de la población” Para hacerlo gráfico, Figueiro simplifica: “Una población chiquita va a tener poco margen para acumular variabilidad genética, mientras que una población grande va a tener mucho margen para acumularla”.

En este proceso observado de pérdida de diversidad genética en los grupos nativos actuales, Figueiro explica que tienen que ver dos factores: “Uno, es la tasa de mutación, que introduce variantes totalmente al azar en el ADN; el otro, es un efecto que se conoce como deriva génica, que consiste en que si vos tenés una población pequeña, de una generación a otra, las fluctuaciones de lo que pueda pasar con un gen dado o una variante dada son muy grandes”. Enseguida pone un ejemplo. “Si tirás un dado, las posibilidades de lo que obtengas será sólo una de las seis posibles. Si jugás a la generala y tirás los cinco dados al mismo tiempo, las variantes que vas a obtener son cinco de seis, prácticamente vas a tener representados todos los números. Debido a que para muchos genes efectivamente la reproducción es aleatoria, pasa exactamente lo mismo: si vos tenés una población muy chica basta conque una persona tenga pocos hijos o directamente no los tenga para que la variante genética se pierda porque, casualmente, esa persona era la única que la tenía”. De esta manera, señala: “Es así como Tavares descubre, mediante el análisis de la variabilidad interna de las poblaciones nativas y las poblaciones mestizadas, una diferencia muy grande en cuanto a las señales de expansión poblacional por la variabilidad que retuvieron”. “Lo que está diciendo el trabajo de Tavares y sus colegas es que la reducción poblacional no solamente fue mayor y más dramática que los promedios que se manejan a través de los trabajos históricos, sino que esa reducción persiste y continúa hasta el día de hoy. En el caso de Uruguay está claro y de hecho las campañas de exterminio se suceden a partir de fines del siglo XVIII y hasta entrado el siglo XIX”, añade Figueiro.

Sobre el hecho observado de que las poblaciones mestizadas conservan mayor variabilidad genética indígena que los propios grupos indígenas, conservando incluso características que se perdieron en los indígenas de hoy, Figueiro comenta: “El exterminio de los indígenas del Uruguay fue un genocidio que falló, pero un etnocidio que tuvo éxito”. Explica que “al gobierno nacional de la época le bastaba con que los indios dejaran de ser indios. Atacaron las bases de su cultura, atacaron su cohesión poblacional, se desarticularon los grupos, se mató a los hombres y las mujeres y los niños fueron repartidos entre las estancias y se les dio una crianza criolla a la que luego contribuyó la escuela vareliana. Por eso hoy hay una gran cantidad de gente que tiene ancestría indígena, pero está lejos de identificarse como tal. Eso fue un etnocidio que tuvo un éxito total, pero en tanto genocidio, entendido como el exterminio biológico de un grupo en cuanto a entidad física, no tuvo éxito alguno”.

De hecho eso lo que muestran los trabajos que vienen haciendo aquí los bioantropólogos con los estudios del ADN: lejos de la verdad a medias de que venimos de los barcos, las variantes genéticas de los indígenas están presentes en gran parte de la población. Pero lo que se destaca del estudio de los brasileños es que, como un todo, nuestra sociedad mestizada lleva más patrimonio genético indígena que los propios grupos indígenas actuales analizados en el trabajo. Al respecto, Figueiro reflexiona: “Desde el punto de vista cultural el mestizaje fue una catástrofe, pero desde el punto de vista genético fue un tesoro. Estamos viendo la conservación en un sector de la población que no se identifica como indígena de una diversidad genética importante que nos da la ventana para estudiar fenómenos demográficos en el pasado, diversidad que por desgracia los propios grupos indígenas han perdido debido a los procesos brutales por los que han pasado”.

Cuando le pregunto cómo tomarán los descendientes de indígenas de nuestro país este trabajo, Figueiro comenta: “Para que su legado genético sobreviviera, su legado cultural tuvo que quedar sumergido, olvidado y, por qué no, reprimido durante más de un siglo. Este trabajo lo que hace es refirmar lo terrible que fue, no sólo para la posibilidad de supervivencia el pertenecer a un grupo indígena, sino que ese proceso continuó y continúa. Alcanza ver lo que está sucediendo en Brasil desde el punto de vista político, es claro que no sólo que el etnocidio continúa, sino que por la vía de los hechos, también el genocidio. Estas poblaciones están en una situación muy difícil”.

El trabajo de los hermanos norteños es más que relevante. Y para Figueiro “aporta una serie de elementos teóricos que nos impulsan a seguir muestreando, a seguir analizando muestras de todo el país, porque aun cuando haya quienes afirmen que no hay más indios en nuestro país, a pesar del exterminio, los datos genéticos de la población mestizada uruguaya pueden aportar a la historia y a la prehistoria nacional de forma importante”. Que así sea.

Artículo: “Measuring the impact of European colonization on Native American populations in Southern Brazil and Uruguay: Evidence from mtDNA”

Publicación: American Journal of Human Biology (2019)

Autores: Gustavo Tavares, Guillermo Reales, Cátira Bortolini, Nelson Fagundes.

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