La sala del Ministerio de Educación y Cultura estaba tan abarrotada de gente que las sillas fueron insuficientes. Sin embargo, al terminar la conferencia, organizada por la Red Italiana de Investigadores y Profesores en Uruguay de la Embajada de Italia, la falta de lugar para sentarse no fue problema: todos los presentes quisimos aplaudir de pie a Giacomo Rizzolatti, quien no sólo ha participado en un formidable descubrimiento, sino que además demostró ser una persona tan brillante como humilde, tan jocosa como carismática y tan fascinante como, si se quiere, prometía esa mezcla de pelo y bigote canosos y alocados que calza con el estereotipo a lo Albert Einstein.
Hay comportamientos que decimos que son contagiosos, como la risa o el bostezo... Sin embargo, lo que ustedes han descubierto es que el contagio se da casi para cualquier comportamiento que ya está en el repertorio de cada persona.
Algunos. Últimamente hemos distinguido dos tipos de comportamiento. Uno de ellos es realmente entendido porque tenemos una representación motora de la acción. Por ejemplo, cuando tu mano toma una taza de café, dentro de mi cerebro tengo la misma actividad que si estuviera tomando la taza de café. Por tanto, tu acción motora se traduce en una representación visual y en una representación motora en mi cerebro, y esa es la manera en la que nos entendemos desde adentro, como lo hemos definido nosotros. Eso no sucede con el ladrido de un perro, del que podemos entender sus propiedades físicas –un perro emitiendo ciertos sonidos– o los pájaros volando cuando nosotros no sabemos hacerlo. Por eso el comportamiento más importante es precisamente aquel del que tenemos la representación motora interna, de manera que lo que tú haces es copiado en mi comportamiento interior. El comportamiento contagioso es un poco más superficial; lo que nosotros hemos visto es que mediante el mecanismo de las neuronas espejo uno realmente entiende lo que la otra persona está haciendo.
Podría decirse, entonces, que ese comprender al otro en el que participa el mecanismo de las neuronas espejo constituye cierta base biológica para lo que denominamos “empatía”.
No sólo hemos encontrado estos mecanismos implicados en lo que los psicólogos llaman “acciones frías”, como tomar una taza de café, sino también en las emociones. Hay partes del cerebro que están activas cuando estoy en cierto estado emocional particular y que también se activan cuando estás en ese estado. En ambos casos están activas las mismas neuronas, tanto si el que está disgustado eres tú como si el que está disgustado soy yo. Nosotros definimos la empatía de una forma específica: cuando dos personas comparten el mismo estado porque las mismas neuronas se disparan en ambas en ese momento. La empatía, así definida, no tiene nada que ver con que seamos malos o buenos, algo que sí sucede con la concepción popular de la empatía.
Esa empatía, así definida, implica en nosotros, sí o sí, el mecanismo de las neuronas espejo.
Absolutamente. Pensemos en el disgusto, algo que hemos estudiado mucho. El disgusto es una emoción interesante que Charles Darwin colocaba entre las emociones básicas. Cuando me das algo que me produce disgusto, como una sustancia que huele muy mal, tengo una activación de ciertas neuronas, que son las mismas que se activan cuando veo tu cara expresando disgusto. Eso es empatía, porque en ese momento estamos compartiendo el mismo estado emocional. Esto sucede con muchos comportamientos. La relación entre ser empático y ser compasivo no es de uno a uno, por ejemplo, en el caso del dolor: uno entiende el dolor del otro pero no necesariamente sabe qué hacer. Y si estamos en una guerra, por más que un soldado sienta el dolor del enemigo, tiene que matarlo.
Ustedes descubrieron las neuronas espejo en la corteza premotora de los monos, pero luego fueron extendiendo sus hallazgos y, de hecho, hablan de un mecanismo de neuronas espejo que involucra muchas áreas, más allá de que en humanos registran la actividad de neuronas específicas. Algunas de las críticas a su trabajo provienen de visiones reduccionistas.
Reducir todo a la corteza premotora es equivocado. Es cierto que descubrimos las neuronas espejo estudiando la corteza premotora de monos, pero luego vimos que están en los parietales, en la ínsula, que es donde se produce el disgusto, en la amígdala, que es donde se produce el miedo. Por otro lado, también hemos visto este mecanismo en otras especies, además de los monos y los humanos. Inmediatamente después de nuestro descubrimiento, un grupo de la Universidad de Yukon descubrió neuronas espejo en aves canoras. Por mucho tiempo no se sabía si las neuronas espejo estaban presentes en las ratas, pero recientemente fueron publicados dos artículos científicos que las encontraron en ratas [uno de ellos, titulado “Emotional Mirror Neurons in the Rat’s Anterior Cingulate Cortex” fue publicado en la revista Current Biology el 22 de abril].
Su trabajo es muy importante porque los humanos tendemos a pensar que somos diferentes del resto de los animales.
¡Pero somos diferentes!
Claro que somos diferentes en muchos aspectos, pero también idénticos en muchos otros.
Absolutamente sí.
A lo que iba es a que emociones y comportamientos que por largo tiempo se consideraban propios de los humanos, como la empatía, también tienen bases biológicas que compartimos evolutivamente con otros animales.
Puedo decirte cuál es la diferencia. Si tú eres un antílope y un león llega y te mata, el grupo de antílopes que está contigo se asustará mucho y se alejará corriendo. Pero cinco minutos después, el grupo de antílopes volverá tranquilamente a comer a ese lugar. Ahora pensemos en los humanos. En el momento es similar: el grupo de humanos se asustaría ante el arribo del león y saldría despavorido. Pero después el grupo comenzaría a pensar cómo matar al león o cuándo es el mejor momento para volver a ese lugar para evitar un nuevo encuentro. La diferencia con los humanos es que tenemos memoria de lo que ocurre y tratamos de superar los acontecimientos, mientras que la única forma que tienen los antílopes de lidiar con esa situación es escapar en el momento.
Como has dicho en tus trabajos, las neuronas espejo son importantes para comprender las acciones de los otros, de manera de tomar acciones conjuntas. ¿Es posible que encontremos mecanismos similares al de las neuronas espejo en otros animales sociales en los que aún no los hemos buscado?
Sí, si los animales sociales tienen neuronas espejo significa que entienden qué sucede en el otro. Hay muchos animales sociales, pero nosotros somos un animal social especial: construimos sociedades complejas. En una manada de lobos tenemos al líder, luego un par de lobos importantes, y luego el resto. Nosotros tenemos jueces, policías, doctores. Nuestra sociedad es extremadamente complicada. Piensa en un aeropuerto... Es una pesadilla: demasiada gente que cumple diferentes funciones. Hay otros animales que también son sociales, pero la complejidad de nuestras sociedades las hace muy distintas.
¿Cómo fue que encontraron las neuronas espejo? ¿Estaban buscándolas o se trata de un caso más en el que, haciendo ciencia básica guiada por la curiosidad, dan con un resultado sorprendente?
Fue una cosa que se dio paso a paso. Estábamos estudiando la corteza motora, por razones que no importan ahora, y encontramos que el sistema motor era más complicado de lo que se pensaba. Luego encontramos que había muchas respuestas visuales, y el primer tipo de respuestas visuales, que luego llamamos las neuronas canónicas de la corteza premotora, que se disparaban antes de llevar a cabo la acción de tomar un objeto pequeño, y otras antes de tomar un objeto más grande, por ejemplo una manzana. Había una transformación visuomotora en los macacos al ver los objetos. Y entonces nos sorprendimos porque notamos que en algunas ocasiones, cuando el experimentador manipulaba el alimento para el experimento, había descargas en las neuronas de los macacos, y eso no estaba relacionado con el objeto que veían sino con la acción. Eso fue inesperado, no lo habíamos predicho.
Esos descubrimientos inesperados tienen su lugar importante en la historia de la ciencia. ¿En Italia hay presión por hacer ciencia aplicada en contraposición por hacer ciencia guiada por la curiosidad?
Alcanza con pensar en la penicilina y su descubrimiento totalmente azaroso. Por supuesto que en Italia existe esa presión. Nosotros somos científicos guiados por la curiosidad, no científicos aplicados. La aplicación de lo que descubrimos vino diez años después. Por ejemplo, si tienes un accidente de auto y te rompes ambas piernas, te enyesan y por dos meses caminas de otra forma. Cuando te sacan el yeso, sigues caminando de la misma manera, lo que complica el trabajo para las personas que están en rehabilitación. Si a esa persona se le muestra el caminar normal, mejora su caminar en una semana. Ahora, con la realidad virtual esa reahabilitación es todavía mejor, y tenemos un grupo en la Universidad de Parma que trabaja en eso. Cuando empezamos en 2006 era un poco complicado, pero hoy hay una explosión de estas técnicas de rehabilitación.
¿La realidad virtual dispara las neuronas espejo?
Mucho más que ver a una persona caminando en una pantalla. Eso ya se sabía. En Japón hicieron un experimento para ver qué pasaba cuando ves una película y cuando ves la misma obra en un teatro. Vieron que el teatro activa las neuronas espejo mucho más fuerte que el cine.
Has dicho que el mecanismo de las neuronas espejo tiene dos grandes vertientes interpretativas que no necesariamente se contraponen. Mientras unos hacen énfasis en el mecanismo de imitación, tu posición hace énfasis en el entendimiento de lo que le sucede al otro.
Al principio hablamos de imitación, y cuando hablamos con los etólogos nos dijeron que estábamos locos, que los monos no aprenden por imitación. Tienen, sí, cierto mimetismo de gestos, pero sus manos son incapaces de aprender por imitación. Los chimpancés y los gorilas sí tienen cierta imitación débil, que es superada con creces por niños aún muy pequeños. La imitación en los animales es muy débil, y en los macacos con los que trabajamos, no se da. Para la imitación en humanos sí son fundamentales las neuronas espejo, pero en los monos es más para entender al otro, lo que de alguna manera lo hace más interesante.
En un mundo en el que se apuesta por la inteligencia artificial, ¿las neuronas espejo y el mecanismo espejo ponen un límite a lo que puede avanzar la IA? ¿Podrán las máquinas y su machine learning tener una idea de la mente, entender lo que nos pasa? Los algoritmos que analizan nuestros comportamientos pasados pueden predecir respuestas futuras, pero ¿podrán sentir lo que nosotros, se ponen en nuestro lugar?
Si bien el futuro es un misterio para todos, creo que por el momento y por los próximos 100 años la inteligencia artificial no representa ningún peligro para los humanos. Por el momento, las máquinas aprenden con programas clásicos que la gente coloca en ellas; sin embargo, está la posibilidad de poner una especie de sistema espejo en las máquinas. No sé si entenderán pero ciertamente sí que podrán predecir de alguna manera lo que vas a hacer a continuación.