Si bien es cierto que Uruguay no es un país tan pequeño como tendemos a pensar, cuando se habla de biodiversidad y se compara con gigantes como Brasil y Argentina o con regiones más tropicales de América donde el Amazonas y la selva albergan puntos calientes de proliferación de distintas formas de vida, es sencillo resignarse y aceptar que cuando se habla de animales, sean mamíferos, peces, anfibios, aves, reptiles, insectos, arácnidos u otros invertebrados, nuestro rinconcito en el mundo tiene modestas dimensiones. Sin embargo, como decía Clemente Estable, fundador del instituto que hoy lleva su nombre, con ciencia grande no hay país pequeño.
Esta semana, y sin que la covid-19 tenga que ver, el enunciado de Estable volvió a mostrar su validez: pese a que en Uruguay viven apenas una docena de las más de 500 especies de tarántulas del continente americano, Fernando Pérez-Miles, aracnólogo de la Sección Entomología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, fue elegido para ser el editor y coordinador del completísimo libro Tarántulas del Nuevo Mundo, que acaba de editarse por la prestigiosa editorial suiza Springer, que pertenece al grupo Nature. La decisión de encomendar el libro a Pérez-Miles no fue nada caprichosa. El propio investigador lo explica en el prefacio: “Trabajo en taxonomía y biología de tarántulas desde hace más de 40 años. Esta experiencia me brindó la oportunidad y el privilegio de conocer a la mayoría de los especialistas del mundo, e invité a la mayoría de ellos a participar en este libro”. Permiso, don Clemente: con ciencia grande sobre las más grandes de las arañas, no hay editor pequeño.
Arañas grandes, grandes pasiones
Pérez-Miles está feliz de que el libro haya salido finalmente. Sé que a veces es difícil intentar responder cómo es que uno empieza a dedicar gran parte de sus energías a un tema concreto, que en su caso se trata de cuatro décadas ahondando en los misterios y las particularidades de este grupo de arañas peludas, de gran tamaño y que son extremadamente longevas. Fernando dice que la respuesta no va a tener precisión científica, pero de todos modos intenta explicarlo. “Me gusta mucho estudiar predadores. Eso me acercó a las arañas, porque yo salía al campo y en este país era mucho más fácil encontrar arañas que tigres o leones. Dentro de las arañas, por alguna razón, las tarántulas, que son más lentas y más grandes, se ve que me impresionaron y me fui dedicando casi que exclusivamente a ellas”, ensaya, aunque deja constancia de que es difícil precisar “la razón última” de por qué se dedicó a las tarántulas.
“Me parece que la vida predadora es más interesante, porque de cierta forma es una vida más aventurera. Los herbívoros tienen su comida casi siempre a disposición, y entonces tienen una vida más monótona. El depredador, en cambio, come cuando puede, todos los días son un desafío para encontrar comida, lo que hace que su vida sea más variada”, agrega y, sin saberlo, podría estar dando lugar a una nueva máxima de esas que suenan lindo pero no siempre son válidas: dime qué come tu objeto de estudio y te diré cuánto te atrapará. Y si bien el estudio de muchos herbívoros puede ser también fascinante, hay algo que es cierto: las tarántulas son unas verdaderas vedetes en el mundo de las arañas, llenas de historias, particularidades y características únicas que permiten pensar en esa vida menos monótona que plantea Pérez-Miles.
Con ustedes, las tarántulas del Nuevo Mundo
El libro editado por Pérez-Miles no es un libro de divulgación, sino que apunta a dejar por escrito el estado de situación de lo que la ciencia sabe sobre las tarántulas americanas que forman parte de la familia Theraphosidae y que, por tanto, pueden llamarse arañas terafósidas. “Durante las últimas décadas, numerosos investigadores interesados en Theraphosidae de todo el mundo realizaron aportes relevantes en el estudio de las tarántulas, principalmente en aspectos taxonómicos y filogenéticos, pero también en aspectos biológicos. El desarrollo del hobby de tener tarántulas también contribuyó a observaciones informales pero valiosas sobre la cría y otros aspectos de la biología”, explica en las páginas de la publicación nuestro editor.
A modo de resumen de todos los capítulos que conforman el libro, escrito por más de 20 investigadores de varias partes del planeta, reseñaremos algunos datos generales sobre estos fascinantes animales.
En el mundo hay unas 50.000 especies de arañas, agrupadas en 128 familias. A su vez, esas 128 familias se dividen en tres infraórdenes, uno de los cuales son las migalomorfas, que se caracterizan por tener sus quelíceros (siendo burdos, las mandíbulas con las que muerden) dispuestos en forma paralela y no en forma perpendicular. Para hacerlo sencillo: extienda el índice y el anular de su mano curvándolos un poco hacia abajo. Listo, acaba de imitar los quelíceros de las arañas migalomorfas, dentro de las que está la familia de las Theraphosidae o terafósidas, “comúnmente llamadas tarántulas”, dice el texto. Las terafósidas “son uno de los grupos de arácnidos más famosos y diversos, que incluyen a las especies de arañas más grandes del mundo”, dice Pérez-Miles en el capítulo introductorio. Esta familia, los terafósidos, está representada por cerca de 1.003 especies que, salvo en la Antártida, habitan en todos los continentes.
Ahora debemos reducir la amplitud de la mirada entre las arañas: dentro de los terafósidos existes varias subfamilias, de las cuales cinco viven en América y, por tanto, son las “tarántulas del Nuevo Mundo” del título del libro. De las casi 1.000 especies de tarántulas del planeta, más de la mitad son tarántulas americanas, y se distribuyen en 67 géneros. Entre ellas, la subfamilia más abundante es también la única que resulta endémica de nuestro continente: las terafosinas. Estas tarántulas se distribuyen “desde el sur de América del Norte hasta las zonas templadas de América del Sur” y a esta subfamilia pertenecen “las arañas más grandes y longevas del mundo”.
Leyendo el libro queda claro que las tarántulas son, por lo general, arañas grandes, peludas, que usualmente “viven en madrigueras más o menos escondidas, debajo de piedras o en refugios sedosos en el suelo o en los árboles”.
Hay otra condición casi necesaria para ser una tarántula del Nuevo Mundo: tener setas –una suerte de pelos diminutos– urticantes en el abdomen que se emplean como defensa. Si bien hay algunas tarántulas americanas que no tienen este mecanismo de defensa, es una característica presente en la gran mayoría. Y sólo en ellas: “Si bien no todas las tarántulas en el Nuevo Mundo poseen setas urticantes”, señala el texto, “la presencia de estas interesantes estructuras es exclusiva de las tarántulas del Nuevo Mundo”. Tarántulas asiáticas, africanas, de Oceanía y europeas: a rascarse al cuartito. En el libro hay capítulos específicos para este original mecanismo de defensa, ya que hay siete tipos de setas urticantes, que, además de ser útiles para las arañas, también sirven para clasificarlas e intentar trazar los mapas de parentesco entre las tarántulas del Nuevo Mundo.
Como dicen en su capítulo acerca de las tarántulas arborícolas Yeimy Cifuentes y Carlos Perafán, “el mecanismo principal para la liberación de las setas urticantes en los terafosinos es por la fricción de las piernas con el abdomen, lo que lanza las setas urticantes al aire”. Sin embargo, en la mayoría de las tarántulas arborícolas “el mecanismo de liberación ocurre por contacto directo”. Ah, otro dato curioso: estas tarántulas que viven en los árboles son conocidas como “tarántulas comedoras de aves” y el primer dibujo que constataba este comportamiento, en concreto, una tarántula comiendo un picaflor, fue realizado en 1705 por la ilustradora científica Maria Sibylla Merian. ¡Otro nombre para anotar a la hora de hablar de pioneras haciendo ciencia! De hecho, el libro es tan completo que hay gran cantidad de datos sobre historia de la ciencia y, en particular, sobre la historia del estudio y la relación entre humanos y tarántulas, como queda claro en el capítulo “Tarántulas, dioses y aracnólogos”, de Andrew Smith.
Problema de identidad
“A las Theraphosidae se las llama comúnmente tarántulas, aunque este nombre común se usó originalmente también para nombrar a las arañas lobo (Lycosidae)”, sostiene Pérez-Miles en el libro. De hecho, la familia de las licósidas también está presente en América y en nuestro país, aunque no llegan a los grandes tamaños de las arañas lobo europeas que dieron origen al término “tarántula”.
Según todo parece indicar, el nombre deriva de la ciudad de Taranto, en Italia, que habría sido la base para el nombre científico Lycosa tarantula, dado a una araña lobo europea. Al parecer, “en Italia, durante los siglos XVII y XVIII, las mordidas de estas arañas (y también de insectos) se combatían con una danza frenética durante un par de días para remover el ‘tarantinismo’ que era acompañada por una música hoy conocida como tarantela”. Demasiado lindo para ser cierto, pero de lo que no cabe duda es de que al ver a las arañas enormes de la familia terafósida de América, los europeos las llamaron también tarántulas (lo mismo ha sucedido con otro gran número de nombres comunes de animales sudamericanos, como es el caso de la perdiz de nuestro país, Nothura maculosa, que no tiene parentesco cercano con la perdiz europea).
“Prefiero usar el nombre ‘tarántula’ para las arañas terafósidas, aunque originalmente se usó para las licosas, porque el término ‘tarántula’ se extendió ampliamente en el lenguaje científico y popular para Theraphosidae, y creo que el lenguaje es vivo y dinámico”, justifica Pérez-Miles en el libro. Si esto puede traerles algún problema identitario, las tarántulas del Nuevo Mundo tienen además otros asuntos que atender: “En varias partes de América Latina también se les llama araña pollito, araña mono, araña pica caballo, y en portugués, aranha caranguejeira o caragueijo (araña cangrejo)”, dice el texto publicado por Springer.
Mala reputación
A los problemas de identidad, las tarántulas americanas deben agregar otro que las pone en peligro al tratar de compartir el planeta con los humanos. Con su gran tamaño, su apariencia por lo general peluda y sus quelíceros bien visibles, son arañas que, por lo general, generan temor, fobias e incluso repugnancia en los poco racionales Homo sapiens. Pero que no cunda el pánico: “A pesar de su gran tamaño y aspecto temible, que les da mala reputación, la gran mayoría de las especies de tarántulas no son arañas peligrosas”, dice el texto en un mensaje que repite en varios pasajes.
“La picadura puede ser dolorosa debido a la acción mecánica de los grandes quelíceros, que pueden penetrar profundamente, pero el efecto de envenenamiento de la picadura suele ser similar a la picadura de una avispa”, afirma el libro, que además recuerda que “el veneno de la mayoría de las especies no es peligroso para los humanos”.
Si esto no alcanzara para aceptarlas y cohabitar el planeta pacíficamente con ellas –además de que consumen muchos insectos que son molestos para nosotros y cumplen un gran rol ecosistémico– hay otro dato a tener en cuenta: “La mayoría de las tarántulas no son agresivas y, por lo general, intentan escapar en lugar de intentar morder. Las tarántulas del Viejo Mundo no son tan tranquilas y resultan más reactivas que sus parientes del Nuevo Mundo, y sus picaduras pueden ser más severas”, dice en el libro Pérez-Miles. Dado que son poco agresivas, prefieren escapar que morder y son más tranquilas y menos reactivas que las tarántulas del Viejo Mundo, poco hay que temer entonces de las tarántulas americanas, salvo aceptar que nuestras reacciones no siempre están racionalmente justificadas.
Las arañas más caras para los sistemas de previsión social
Las tarántulas del Nuevo Mundo serían la pesadilla de los diseñadores de políticas de jubilaciones del mundo arácnido: “Las tarántulas Theraphosidae se encuentran entre las arañas más longevas; las hembras pueden alcanzar una edad de 30 años en cautiverio”, informa el texto. Para darnos una idea, las arañas del orden más común viven un promedio de uno o dos años. Pero este largo vivir no es para todas las tarántulas. O mejor dicho, es para todas las tarántulas pero no para todes les tarántules.
“Las esperanzas de vida particularmente largas están restringidas a las tarántulas hembras, porque los machos generalmente mueren después de su primera temporada reproductiva”, reseña Pérez-Miles en el capítulo introductorio. “Esta diferencia sexual en la esperanza de vida podría explicarse porque los machos tienen tasas metabólicas más altas en reposo y durante la locomoción”, dice el texto, confirmando el deseo punk de que el que vive rápido, muere joven.
En ese sentido, las tarántulas del género Grammostola, de las que hay al menos cinco especies en Uruguay, son casi campeonas en el fino arte de vivir mucho. “Grammostola es un género muy particular”, nos explica Pérez-Miles al conversar. “Generalmente las arañas grandes son animales muy longevos, pero Grammostola, tal vez por no ser de climas tan tropicales, sino más bien templados, probablemente sea de las arañas más longevas del mundo dentro del grupo de las grandes tarántulas. En cautiverio las hemos tenido por unos 30 años, pero seguramente viven más”, agrega.
Nuevamente, todo parece apuntar a una cuestión de ritmo y metabolismo. “Probablemente las tarántulas tropicales, si bien hay algunas de mayor tamaño que Grammostola, al tener los procesos biológicos más acelerados por las temperaturas más altas, viven mucho menos”, conjetura.
¿Qué asusta a las asustadoras tarántulas?
Como todo animal silvestre que vive en este planeta que experimenta una pérdida de biodiversidad no registrada desde la época de la extinción de los dinosaurios, la existencia de las tarántulas del Nuevo Mundo atraviesa distintos grados de amenaza. En ese sentido, hay tarántulas que se adaptan bien a entornos antropizados, mientras que otras, más especializadas en algunos ambientes, sufren la acelerada pérdida de esos ambientes silvestres debido a la expansión agrícola, de las ciudades y por efecto del uso de químicos y otros contaminantes.
“Aunque las tarántulas son parte integral de la biodiversidad cuya conservación está justificada, no suelen incluirse en las estrategias de conservación”, dice Jorge Mendoza en el capítulo “Situación y conservación de las tarántulas en las Américas”, que cierra el libro. También informa que “cada año se describen varias especies nuevas de tarántulas y, al igual que la mayoría de los artrópodos tropicales, hay muchas especies por descubrir o describir”, lo que da una pauta de las tragedias modernas: estamos destruyendo ambientes a un ritmo más acelerado que el que nos permitiría conocer qué es lo que estamos perdiendo.
Pero a la pérdida de hábitat y otras amenazas ambientales las tarántulas deben agregar problemas propios. Al ser grandes, llamativas y encima vivir muchos años, han despertado también la atención de coleccionistas y de personas que las tienen como mascotas, algo que, según Mendoza, “aumentó considerablemente en las últimas décadas, principalmente en los países desarrollados”. Como consecuencia, señala el investigador, “el comercio de mascotas ha exacerbado las amenazas por la sobreexplotación de las poblaciones naturales”. Reseña que “varias especies del Viejo y del Nuevo Mundo se incluyeron en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza por estar en diferentes estados de riesgo”, al tiempo que otras “han sido protegidas por acciones de conservación, como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (IUCN, 2017) y leyes nacionales”.
Pérez-Miles busca no caer en posiciones simplistas. Como en muchos ámbitos en la vida, hay formas buenas y formas malas de hacer las cosas. O al menos, formas menos peores. “Claramente estoy en contra del tráfico, mucho más del tráfico ilegal, pero tengo muchas dudas acerca del mascotismo”, reflexiona con nosotros. “Mucha gente, incluidos colegas, dicen que las arañas no son mascotas, pero en realidad ningún animal es mascota, es el ser humano el que toma ciertos animales como mascotas”, agrega. “El mascotismo tiene cosas muy negativas, sobre todo cuando tiene que ver con el tráfico, la venta, la compra y con la recolección de animales silvestres, pero por otro lado, los que tienen estas arañas como mascota generalmente las aprecian, sensibilizan a otras personas sobre que no hay que matar a las arañas, y además, informalmente, generan conocimiento”, dice. De hecho, en varios capítulos del libro se da cuenta de comportamientos y datos de la historia de vida de las tarántulas que refieren a observaciones de arañas en cautiverio. Alejando toda duda, resume: “Yo no quiero con esto promover a las arañas como mascota y mucho menos el tráfico, que me parece algo terrible. Pero hay gente que se dedica a criarlas legalmente, en buenas condiciones, y eso tiene sus factores positivos”. Para ahuyentar dudas: no, no tiene arañas en su casa.
Hacer ciencia
El libro recientemente editado deja claro que desde Uruguay, un país con poca gente y menor cantidad de inversión en ciencia, es posible destacarse en áreas de la ciencia en las que hay actores de mayor peso. Ser el editor de un libro tan completo, que sirve de referencia para poner en blanco sobre negro los conocimientos, en este caso de las tarántulas, es algo sumamente valioso e importante. De cierta forma, les dice a nuestros jóvenes y no tan jóvenes que hay esperanza para ser reconocido mundialmente aun cuando uno no nació con el talento de un Luis Suárez o un Edinson Cavani.
“Esos 40 años no sólo me permitieron aprender muchas cosas de estos bichos, aunque menos que las que yo quisiera, sino que también me permitieron conocer un montón de personas en el mundo”, dice Pérez-Miles al reflexionar sobre este logro. “Si bien Uruguay no es el país con mayor diversidad de estas arañas –Brasil, México o Colombia tienen muchas más especies–, yo me dediqué al estudio de las tarántulas muy tempranamente, cuando no había mucha gente en el mundo que se dedicara a este grupo. Entonces se generó una amistad, un buen vínculo con toda la gente que se fue incorporando al estudio de las tarántulas”, dice mirando retrospectivamente. De hecho, en el libro varios autores han sido sus alumnos, y en ciencia tan importante como aportar el granito propio al conocimiento es formar gente para que siga agregando palabras a esta disciplina narrativa colectiva.
“Creo que me facilitó la tarea haber llegado temprano al tema. Tal vez ser el editor desde Uruguay no es lo más fácil del mundo, pero me invitó esta editorial, que es muy seria, y me pareció un desafío muy interesante, una oportunidad buenísima, y, como supongo que ya estoy en los últimos años de mi carrera, me pareció que era un proyecto ideal para participar”, afirma.
El libro está impreso y también disponible online (pagando la suma correspondiente). En el prefacio Pérez-Miles deja claras sus intenciones: “Confío en que la experiencia y los conocimientos compartidos en este libro puedan constituir una buena motivación para que estudiantes e investigadores continúen desarrollando estudios en este fascinante grupo”.
Los seres humanos se jubilan, pero la curiosidad, como si fuera una tarántula Grammostola, vive mucho, mucho tiempo. Le pregunto qué le gustaría leer en el libro que salga dentro de un par de décadas sobre las tarántulas del Nuevo Mundo. Ni siquiera pestañea, demostrando una vez más que lo importante en un gran investigador no es tanto su capacidad de dar respuestas, sino su forma de formular interrogantes. “Estas tarántulas tienen unas estructuras en las patas, unas setas especiales adhesivas, que son muy fuertes, muy poderosas, que son una característica propia de las tarántulas y que casi ninguna otra araña tiene. Sin embargo, 80% de las especies son arañas terrestres, muy pocas son arborícolas. Eso les sirve para trepar por superficies lisas, incluso el vidrio. También les sirve para capturar presas, pero todas las arañas capturan presas y no tienen esas estructuras especiales. Entonces, una de las grandes preguntas que tengo es para qué hay estructuras adhesivas tan poderosas que les permiten trepar en arañas que mayormente viven en el suelo”, dice.
“Tal vez no es muy interesante desde el punto de vista periodístico, pero es una gran incógnita que he perseguido”, agrega Pérez-Miles. Y vaya si su pregunta es de interés periodístico: si usted, lector o lectora, llegó hasta acá en esta danza de un par de decenas de miles de caracteres es gracias a que el primer paso de este baile lo dio, hace 40 años, Pérez-Miles y su deseo de saber más sobre las tarántulas.
Libro: New World Tarantulas. Taxonomy, Biogeography and Evolutionary Biology of Theraphosidae
Editorial: Springer Nature (2020)
Editor: Fernando Pérez-Miles
Autores: Stuart Longhorn, Chris Hamilton, José Leite, Yeimy Cifuentes, Carlos Perafán, Nelson Ferretti, Brent Hendrixson, Witold Lapinski, Yann Hénaut, Salima Machkour-M’Rabet, Radan Kaderka, Cara Shillington, Arthur Galleti-Lima, Rafael Prezzi, David Ortiz-Villatoro, Carlo Biancardi, Valentina Silva-Pereyra, Laura Montes de Oca, Jorge Mendoza, Andrew Smith, Fernando Pérez-Miles.