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Matilde Ungerovich

Foto: Federico Gutiérrez

Las lluvias extremas de nuestra primavera están conectadas con lo que sucede días antes en Indonesia y Filipinas

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Investigación permite predecir con anticipación de días las tormentas intensas de primavera observando las fases de la oscilación Madden-Julian que se dan en el continente marítimo.

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Leído por Abril Mederos.
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Hemos derramado sangre. Hemos derramado océanos de tinta. Hemos entonado himnos. Hemos basado nuestro sentimiento de pertenencia y algunas otras cuestiones bastante más peligrosas. Pero la realidad nos cachetea y se impone: las fronteras políticas poco le importan al planeta. Vista desde el espacio, la Tierra es apenas un punto azul pálido. Pero no hace falta irse tan lejos. Tratando de entender un fenómeno más corriente, en este caso las lluvias extremas que se dan esporádicamente en primavera, también se hace añicos nuestra forma esquemática y provinciana de pensar el territorio. Esa información nos permitiría, justamente, predecir lo que sucede en una región tan pequeña como el sur de nuestro país.

Pero así es. Lo que sucede en el sur de Asia está conectado con lo que luego pasa en esta baldosa del globo. Lluvias que se dan por varios días en Filipinas e Indonesia debido a una oscilación que lleva por nombre Madden-Julian, termina haciendo que en unos días pueda haber lluvias extremas en nuestra primavera. Antes que la internet, antes que la globalización del comercio y la cultura, antes que la expansión de las multinacionales, ya estábamos estrechamente conectados. O teleconectados, para ser más correctos. Eso es lo que se desprende del artículo “Influencia de la oscilación Madden-Julian en eventos extremos de lluvia en primavera en el sur de Uruguay”, publicado recientemente en el International Journal of Climatology.

“Es como la covid. Empieza en un lugar remoto, pero en cuestión de días llega a otras partes”, comenta Matilde Ungerovich, primera autora del trabajo, que es investigadora en ciencias atmosféricas y actualmente trabaja en el Departamento de Investigación y Desarrollo del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet). El artículo lleva también la firma y los aportes de Marcelo Barreiro, del Departamento de Ciencias de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y de Cristina Masoller, del Departamento de Física de la Universidad Politécnica de Cataluña, España.

Uruguay, un lugar complicado

En el trabajo señalan que nuestro país está ubicado en una “área de transición entre los trópicos y los extratrópicos”, por lo que el clima “es afectado tanto por los sistemas tropicales como extratropicales”. Parece ser que Uruguay no estaría en un lugar muy deseable, ya que es una zona donde confluyen fenómenos. “¡Para una meteoróloga como yo estamos re bien ubicados!”, dice riendo Ungerovich.

“Estamos en una zona donde llegan los frentes fríos que vienen desde el sur, más que nada en invierno, pero llegan en todo el año, y por otro lado también estamos en una zona donde en los meses más cálidos hay un jet, un viento intenso que se da en capas bajas de la atmósfera, que nos trae mucha humedad del Amazonas. Por las temperaturas, cuando es cálido y hay mucha humedad, se forman esas tormentas convectivas, esas lluvias de verano. Tenemos los dos fenómenos y por eso, en parte, es que llueve todo el año, porque tenemos en los meses fríos la influencia de los frentes del sur y en los meses cálidos tenemos mucha humedad y se forma convección”, explica.

Lo que acaba de decir también justifica, en parte, el trabajo que acaban de publicar. Gran cantidad de trabajos de investigación en América del Sur sobre lluvias extremas se concentran en las que se dan durante el verano, ya que en muchas regiones del continente esa es la estación en que llueve. No es nuestro caso, como sabe cualquiera que decida tomarse una semana de vacaciones: ya sea en verano, primavera, otoño o invierno, seguro agarra un par de días lluviosos. Las lluvias en Uruguay se distribuyen durante todo el año y la acumulación anual tiene un promedio de 1.300 milímetros. Por esa excepcionalidad que arruina nuestras vacaciones ‒pero que favorece algunas actividades como la agricultura‒ son pocos los trabajos que estudian las lluvias extremas de primavera.

“También estamos una zona especial con respecto a las teleconexiones. Por ejemplo, en Europa no tienen teleconexión con la oscilación de El Niño o de La Niña, por lo que en Europa es muy difícil pronosticar cómo va a ser la estación próxima. Acá tenemos predictibilidad por varias oscilaciones, más en el norte de Uruguay que en el sur”, afirma Ungerovich. Y nuevamente da en el clavo de algo que produce perplejidad al leer el artículo publicado.

“La acumulación media en primavera es de 370 milímetros en el norte de Uruguay y de 290 milímetros en el sur, con siete años en los que más de 40% de las lluvias estacionales en esta última región ocurrieron durante eventos extremos”, dice el artículo al respecto del período estudiado, que abarcó los años entre 1980 y 2012. Pero hay algo más que una variación entre la cantidad de lluvia en el norte y el sur del país. “Dado que la variabilidad climática del norte de Uruguay está más correlacionada con la oscilación sur de El Niño (ENSO) que en la región sur, la mayoría de las investigaciones sobre el clima se enfocan en el norte del país”, dispara el artículo, y uno siente que leyó algo mal. ¿Cómo es posible que en un país tan pequeño haya variabilidad climática afectada por distintas oscilaciones que tienen escala planetaria? ¿Entendió uno bien?

“Sí, es raro que en un país tan chiquito se dé esta diferencia cuando estás hablando de fenómenos a escala del planeta, pero así es”, confirma Ungerovich. “En el norte hay más influencia de las dos oscilaciones, tanto de ENSO como de la Madden-Julian. Una de las teorías para que haya esa diferencia es la de la influencia del Río de la Plata”, señala, aunque reconoce que el fenómeno está lejos de estar bien explicado. “Hay una publicación de Marcelo Barreiro que dice, por ejemplo, que ENSO siempre va a influenciar en el norte del país, pero en el sur sólo lo hace cuando las ondas que vienen desde el Pacífico tienen cierta forma”, complementa. Dada esta particularidad, ciudades que puedan estar a escasos kilómetros pueden estar afectadas de forma distinta por fenómenos que suceden a miles de kilómetros.

¿Cómo se producen estas teleconexiones? “Tanto la oscilación Madden-Julian, que es la que estudiamos para las lluvias extremas de primavera en el sur del país, como la de El Niño, tienen modificaciones importantes en la zona del Ecuador”, explica Ungerovich. “La zona del Ecuador es muy cálida y es la principal zona donde el aire asciende. Ese aire termina descendiendo en otros lados, por lo que la zona del Ecuador está muy conectada con lo que pasa en otros lugares”, explica. Todo lo que sube baja, y una vez más, estamos en un sitial de privilegio, al menos para los meteorólogos: “El aire asciende en la zona del Ecuador y luego baja cerca de la latitud 30°”. Bingo. Uruguay está entre los paralelos 30° y 35° de la latitud sur.

Primaveras lluviosas

“Inicialmente me interesé en los eventos extremos de lluvia porque son fenómenos que no podemos controlar, que te modifican los planes o cosas que querés hacer. Ya que no se pueden controlar. Me interesaba por lo menos intentar predecirlos”, dice Ungerovich.

Tomando los datos de precipitaciones entre 1980 y 2013 entre octubre y diciembre, Ungerovich y sus colegas se fijaron en los eventos de lluvia extremos registrados en la primavera según los datos de 15 estaciones ubicadas en el sur del territorio. “El evento extremo lo definimos como aquel en que llueve en más de la mitad de las 15 estaciones que estudiamos y que, además, el acumulado en esas 15 estaciones supera el percentil 90, lo que quiere decir que está entre los diez días con más lluvia”, explica.

Al tratar de cotejar esos eventos con las teleconexiones que pudieran estar afectándolos, dieron con la oscilación Madden-Julian. “Dado que las teleconexiones asociadas con la Oscilación Madden-Julian toman al menos una semana para establecerse, exploramos su influencia hasta 11 días previos a los eventos extremos”, dicen en el trabajo.

“La oscilación Madden-Julian, que se da en la zona del Ecuador, es básicamente una zona donde el aire asciende y otra zona donde desciende. Eso genera una zona donde llueve y una zona donde no llueve”, dice Ungerovich. Dependiendo de dónde se registra el centro de esa convección anómala, a la Madden-Julian se le asigna una fase, un número que va del uno al ocho. “Cuando a nosotros nos afecta esta oscilación Madden-Julian es cuando está lloviendo en el continente marítimo, en el sur de Asia”, explica. Por continente marítimo se entiende la región comprendida por Indonesia, Filipinas, Papúa Nueva Guinea y otros países del sur asiático, entre el océano Índico y el Pacífico. Esas fases llevan los números 4 y 5.

“La mayoría de las publicaciones hablan de lo que pasa en el mismo instante. Cuando Madden-Julian está en fase 4, por ejemplo, observan que en ese momento llueve en tal lugar. Nuestra innovación, si se quiere, consistió en ver si esta oscilación tiene un efecto acumulativo, o sea, ver si que la celda esté activa muchos días en el continente marítimo es distinto a que esté activa pocos días”. Su intuición innovadora fue recompensada: “Encontramos que la oscilación Madden-Julian tiene la mayor influencia en los eventos de lluvia extrema en la región cuando muestra una persistencia en las fases 4 y 5 por más de cinco días, lo que intensifica el jet polar, influyendo en las trayectorias de las ondas transitorias que se propagan en latitudes altas, favoreciendo las perturbaciones geopotenciales sobre Uruguay”. En otras palabras: si en nuestra primavera esta oscilación permanece en sus fases 4 y 5 por más de cinco días seguidos, provocando precipitaciones en Indonesia y Filipinas, es más probable que a los pocos días tengamos una lluvia extrema en el sur de Uruguay.

Mirar el fenómeno de esta manera permite hacer predicciones. “Sí, siempre con probabilidades, no es algo que sea lineal”, se ataja Ungerovich. “Y otra conclusión es que si la fase se mantiene en 4 o 5 por más de 11 días, los acumulados de lluvia serán mayores”, complementa.

Sopa de letras y jets

Para estudiar cómo el desarrollo de esta oscilación a lo largo del tiempo afectaba los eventos de lluvia extrema en primavera, procedieron a un método simbólico: a las distintas fases de la oscilación le adjudicaron una letra. De esta manera, a las fases 7 y 8 le correspondía la letra A, a las fases 4 y 5 la B, mientras que a las restantes fases o a las fases inactivas les correspondió la letra C.

“Lo que hicimos fue armar palabras de tres letras, cada letra fijaba la fase cada cinco días, para entender la persistencia”, explica Ungerovich. “En esas palabras de tres letras, la primera es cómo está la oscilación el día que se produjo la lluvia extrema aquí. La segunda letra es cómo estaba la oscilación cinco días antes y la tercera, diez días atrás. Entonces entendemos que si los tres días está en fase 4, sería una palabra BBB, que indica una fase 4 que duró un montón, ya que duró más de 11 días, cuando el promedio de duración es de más o menos cinco días para cada fase”.

Lo que observaron con esta sopa o bingo de letras es que las palabras BBB y BBC eran las más predictivas para eventos de lluvias extremas en la primavera del sur de Uruguay. “Lo que concluimos es que cuando persiste la B, que se corresponde con la fase 4 y 5, lo que sucede es que se favorece que existan tanto el jet polar como el jet subtropical sobre nuestro territorio”. No se precipiten como nube de primavera con Madden-Julian con más de diez días en fase 4 y 5, ya vamos a ver qué es eso de los jets.

“Los jets son vientos en 200 hectopascales, que son más o menos 10.000 metros de altura. Estos vientos particularmente intensos son como una avenida, como una guía por donde van perturbaciones de altas y bajas presiones. Y lo que pasa en la superficie está asociado con lo que pasa en la altura”, explica Ungerovich, que agrega que tanto el jet polar como el subtropical no siempre están en la misma región, no siempre tienen la misma intensidad y no siempre coexisten sobre nuestras cabezas.

“Concluimos que cuando Madden-Julian persiste en la fase 4 y 5, se favorece que coexistan estos dos jets y eso hace que las perturbaciones tengan cierto camino. BBB y BBC favorecen ciertos caminos de los dos jets, principalmente del polar, lo que hace que vengan perturbaciones de bajas presiones intensas que estaban más al sur”, añade. ¿Y qué pasa cuando hay bajas presiones? Ya se imaginan: es mejor tener un paraguas a mano. “Las bajas presiones están asociadas a frentes y, por eso, a eventos extremos de lluvia. No es que todas las bajas presiones tengan asociados eventos extremos de lluvia, pero sí es muy probable que si tenés un evento extremo de lluvia haya una baja presión cerca”.

Leche pasada por agua

Cuando hablan del impacto de este fenómeno de lluvias extremas de la primavera, en el artículo sólo refieren a dos ejemplos: la industria láctea, que tiene grandes exportaciones, y el reservorio de agua de Laguna del Sauce. Si bien el trabajo estudia lo que sucede en el sur del país, no hablan de afectaciones al sector hortofrutícola ni tampoco mencionan afectaciones a las personas, ya sea por inundaciones o por otros fenómenos.

“Me puse a buscar qué encontraba con respecto a la economía en relación con estas lluvias extremas, y los valores de pérdida grandes que encontré en primavera se daban en la industria lechera. Capaz que si uno planta hortalizas, un día de lluvia no impacta tanto, pero no es mi área y no lo tengo claro”, reconoce la investigadora. Es que estas lluvias extremas de primavera no son tan prolongadas: “Para este estudio encontré lluvias extremas que se dan durante dos días seguidos, pero no más que eso. Es decir, dos días seguidos que están entre el 10% de los días que llueve más de primavera”.

Podría ser, entonces, que un único día de lluvia intensa pueda no afectar a los cultivos. “Supongo que es por eso que no hay datos, porque si mirás las noticias o las publicaciones, lo únicos datos de impacto que encontré se dan en la lechería. Capaz que nadie se enfocó en ver el impacto de estas lluvias extremas de primavera en otro tipo de producciones. En primavera tampoco encontré daños sociales tan marcados, como por ejemplo sí encontramos en otro trabajo sobre el verano, donde había grandes cantidades de personas con cortes de luz por las tormentas”, dice Ungerovich.

“Las noticias y datos que encontré sobre inundaciones referían más a casos producidos durante los inviernos, no sé si es porque en los meses más cálidos no hay tantas evacuaciones o desalojos, pero en las noticias los casos donde hay gente evacuada se dan en invierno”, comenta. “En invierno, puede llover mucho cinco días seguidos, mientras que en verano y primavera eso raramente se da”, dice.

¿Podemos mejorar nuestras predicciones?

La ciencia tiene varios valores. Uno es el de tratar de comprender las cosas. Otro es el de poder predecir algunos fenómenos de manera de estar preparados para cuando acontezcan o para trabajar sobre ellos. Este trabajo cumple con ambos aspectos. Y una de las consecuencias es que estas lluvias extremas que se dan en primavera podrían predecirse, al menos con grados de probabilidad, unos cinco o tres días antes de que ocurran, si estamos atentos a lo que viene sucediendo con la oscilación Madden-Julien en el sur de Asia.

“Siempre hay que seguir mirando el pronóstico a corto plazo, el pronóstico para mañana, pero sí, es un indicio”, reconoce Ungerovich. “Aquí en general miramos modelos globales que hacen predicciones para todo el mundo y después se baja la escala para ver qué pasa en Uruguay. Esto es algo que no necesita ese downscale, ese bajar la escala, porque partimos del fenómeno inicial, la oscilación Madden-Julian, y a partir de eso podemos tener una idea de lo que va a pasar acá”.

Uno es entusiasta. Tal vez demasiado. Entonces pregunta cómo esta publicación podría incorporarse a los pronósticos del Inumet. Ungerovich baja los ojos. “Es bastante triste”, dice. “Hay como una separación entre la gente que hace tareas más aplicadas y la gente que hace este tipo de investigaciones. Este trabajo probablemente sea leído y citado por la gente que estudia los fenómenos climáticos en la región, pero dudo que sea directamente aplicado”, lamenta.

“Tal vez la forma de incorporar esto al pronóstico aplicado sería modificando un modelo de los que se emplean. Pero eso tampoco se hace mucho en Uruguay. En ciencias de la atmósfera somos pocas personas”, dice. Trato de disipar la impotencia que flota en el ambiente como quien quiere espantar una nube que amenaza arruinar un asado. Pregunto si este panorama que me pinta debería cambiar. “Yo creo que sí. Pero creo que hay mucha resistencia a la innovación, estamos muy estancados”.

Como un cardenal enjaulado que observa a sus congéneres volando, para una meteoróloga que estudia cómo los jets que surcan el planeta afectan a nuestro clima debe ser duro percibir que las ciencias de la atmósfera, en Uruguay, están estancadas. ¿Cómo es posible que estemos más cerca de entender las teleconexiones entre el sur de Asia y la lluvia de nuestras primaveras que de entender la teleconexión entre la investigación y la predicción meteorológica? Tal vez, ahí sí, Matilde me conceda que estamos en un país aún mal ubicado.

Artículo: “Influence of Madden-Julian Oscillation on extreme rainfall events in Spring in southern Uruguay”
Publicación: International Journal of Climatology (enero de 2021)
Autores: Matilde Ungerovich, Marcelo Barreiro, Cristina Masoller.

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