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Varias especies de algas de nuestras costas. Foto: Fabrizio Scarabino

El encanto secreto de las algas: una nueva guía abre la puerta a un mundo poco conocido de nuestras costas (y también a la cocina)

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Escrita en forma accesible y con un muy buen trabajo gráfico, la Guía visual de macroalgas de la costa atlántica del Uruguay enseña al público general a identificar estos organismos y los muestra desde una perspectiva reveladora, muy alejada de la resaca playera con la que se los asocia.

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Leído por Andrés Alba.
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Para la mayoría de los veraneantes uruguayos, la aparición de algas en las costas es más bien un estorbo en el disfrute de las vacaciones, un escollo a sortear al momento de entrar al agua. Las algas son esa presencia babosa e inesperada bajo la superficie, que pone en alerta al cuerpo ante la posible presencia de aguavivas o que forma una acumulación en la arena que se pudre bajo el sol y huele mal.

A lo sumo, la mayoría reconoce que hay una variedad verde y otra roja, pero en su conjunto las macroalgas (las que se pueden observar a simple vista) son una masa uniforme a los ojos del público general. La interacción con ellas se reduce a los encuentros casuales e indeseados en el mar o a los gastronómicos, como es usual en los puestitos o restaurantes costeros que venden buñuelos de algas.

Quienes practican esnórquel o buceo tienen sin embargo una visión más real del mundo diverso de las algas, que aguarda oculto a pocos metros de los veraneantes.

Algunas conforman un pequeño bosque cambiante en el lecho marino, otras parecen corales y unas pocas lucen como dedos esqueléticos y rosáceos aferrados a las rocas. Las hay suaves como penachos de plumas, de formas delicadas como cristales de nieve, largas y tubulares como espagueti, apelmazadas como pelo de caballo, esponjosas y esféricas como capeletis, suaves como pétalos de flores.

Quien no se sumerge a explorar el mundo de las algas se pierde buena parte de la magia, porque es dentro del agua donde lucen sus verdaderos colores y formas; aun así, hay mucho para descubrir desde la orilla, sin necesidad de ponerse el esnórquel.

El desconocimiento relativo que existe sobre las algas no permite apreciar su belleza como es debido pero tampoco su importancia. Son productoras primarias, es decir, son responsables junto a las plantas marinas y el fitoplancton de la materia orgánica que sustenta el ecosistema marino. Retienen una gran cantidad de dióxido de carbono y también son refugio para una enorme cantidad de animales.

Si pensamos en términos más humanos y egoístas, también hay mucho que agradecerles. Son una fuente de alimentación rica en vitaminas, minerales y proteínas (y bajas en calorías y grasas), y se las usa como fertilizante, como ingrediente para hacer compost y como aditivo en la industria alimentaria. Si quien lee estas líneas revisa los ingredientes de los frascos que tiene en el baño o en la cocina, encontrará que varios tienen entre sus componentes alginatos, carragenatos o ulvanos. Estos polisacáridos presentes en las algas pardas, rojas y verdes, respectivamente, se usan en todo tipo de productos, como helados, yogures, pastas de dientes, champús, cremas cosméticas, detergentes, tintas y mucho más.

Sus extractos son esenciales también como inhibidores en los protectores solares, como es lógico en organismos que muchas veces deben resistir bajo el sol durante grandes períodos.

La lista de beneficios potenciales de las algas es larga e incluye la reciente fabricación de materiales biodegradables en sustitución del plástico y un montón de investigaciones para aplicación médica, que las convierten en un auténtico laboratorio submarino. Son, por lo tanto, una fuente diversa de maravillas que está al alcance de la mano y que merece ser más conocida y apreciada por el público.

Ese, justamente, es el objetivo de una guía de reciente publicación que abre una rendija submarina al fascinante mundo de las algas, para que el público general pueda satisfacer su curiosidad, su sed de conocimiento y, por qué no, su estómago.

Alga contigo

La Guía visual de macroalgas de la costa atlántica del Uruguay, del Centro Universitario Regional del Este (CURE, Rocha), surgió gracias a la inquietud de varios investigadores e investigadoras dedicados a distintas áreas del ambiente marino, cuyos estudios se relacionaron tangencialmente con las algas en un momento u otro. Las algas, en la misma línea de alguna de sus propiedades tan valoradas en la industria alimenticia, fueron el espesante que los reunió para formar el grupo Macroalgas de Uruguay, en el que comenzaron a volcar el conocimiento que incorporaban en sus salidas de campo e investigaciones.

Las procedencias de estos especialistas son tan diversas como las macroalgas marinas en sí, que en realidad conforman un grupo con especies muchas veces poco emparentadas y de líneas evolutivas distintas. La enorme mayoría (de las algas, no de los especialistas) tiene en común que son organismos marinos que hacen fotosíntesis, aunque las algas pardas estén más relacionadas con algunos animales que con las plantas, por ejemplo.

“Nuestra motivación primaria era tener un texto básico para reconocer las principales especies de macroalgas marinas que hay en Uruguay, y en ese proceso nos encontramos con un pequeño problema a la hora de investigar e intentar transmitir la información que íbamos generando: que la gente no tenía mucha idea al respecto, casi nadie iba más allá de la lechuga de mar”, cuenta la bióloga Gabriela Vélez Rubio, cuya gran especialidad en realidad son las tortugas marinas (para las que las algas son fundamentales como alimento, como ocurre sobre todo con la tortuga verde Chelonia mydas).

Originalmente la idea de Gabriela y de sus compañeros del grupo de estudio fue crear láminas plastificadas que pudieran mojarse, para que las personas interesadas pudieran llevarlas al agua y sumergirse para identificar los tipos de algas que hay en nuestras costas. Aunque la imagen de personas emergiendo del agua con láminas, como si salieran de una biblioteca submarina, hubiera sido notable, esa idea novedosa se fue metamorfoseando por factores económicos hasta convertirse en una guía para público general, con información accesible y un diseño y fotografías llamativos.

Además de Gabriela, los otros dos autores de esta flamante guía son el zoólogo y taxónomo Fabrizio Scarabino y Ariel de León, que acaba de terminar su tesina sobre algas en la Licenciatura de Ciencias Biológicas. Completan el equipo la fotógrafa Carolina Sejas y la diseñadora Violeta Contreras.

El resultado de sus esfuerzos sobre y bajo el agua es un libro ideal para llevar a cada incursión costera, sea en formato físico o en el celular, y que tiene como principal atributo la capacidad de despertar la curiosidad sobre ese mundo que permanece desconocido para el gran público, pese a ser muy accesible. Esta guía de campo -o de mar, para ser más precisos- está escrita en un lenguaje sencillo y atractivo, que facilita la identificación de 34 especies de macroalgas, las más abundantes y representativas de nuestras costas.

Algas en el lecho marino. Foto: Fabrizio Scarabino

Qué ficha

“En la guía insistimos mucho en la idea de ver las algas abajo del agua, porque su aspecto cambia totalmente respecto a lo que suele verse en la orilla, lucen mucho más. Eso es algo que transmitimos en las fotos, que no son sólo imágenes técnicas sino que tienen un aspecto artístico”, aclara Fabrizio.

Las fotografías, efectivamente, permiten adentrarse en un panorama submarino que a muchos lectores les resultará probablemente extraño. Cada ficha contiene una imagen con una característica distintiva, otra donde se aprecia la belleza de la especie en su ambiente, y también algunas fotos complementarias con detalles que permiten identificarla y que fueron tomadas en un estudio armado por Carolina en su casa. En el estilo de las mejores guías de campo del país -como las de aves, mamíferos, anfibios e insectos-, el texto ordena y transmite la información en forma clara y con un diseño gráfico llano y atractivo. Contiene una introducción que da contexto sobre la relevancia ecológica y cultural de las algas, una descripción del ambiente en que se encuentran y un glosario para comprender mejor la terminología usada.

En las fichas se explica con claridad el tamaño de cada especie, en qué zona del litoral rocoso se encuentra (supralitoral, intermareal y submareal) y en qué épocas del año, si es comestible o no (más sobre esto más adelante), y se dan datos de su biología y ecología (muchas veces en el apartado “Datos curiosos”).

Cada ficha está identificada por un color que corresponde al grupo filogenético al que pertenece la especie (rojo, verde y marrón para las mencionadas algas verdes, rojas y pardas), y contiene una ilustración pequeña con rasgos característicos y una regla para referenciar los tamaños en su uso de campo. Al comienzo se detallan el nombre común, el científico y el grupo al que pertenecen.

“Esta no es sólo una guía de algas sino también un nuevo modelo de trabajo que puede usarse en otros grupos poco estudiados y en donde los nombres comunes cobran un rol fundamental, algo crítico para nosotros en este caso y en lo que trabajamos especialmente. Creemos muy firmemente en la importancia de los nombres comunes para la apropiación, en el buen sentido de la palabra, de la biodiversidad por parte de los uruguayos”, agrega Fabrizio.

El equipo hizo efectivamente un trabajo creativo en ese rubro, porque hojeando la guía podemos descubrir el alga esqueleto, de consistencia calcárea y tonos rosados; el alga tornasolada, que cambia curiosamente de color dentro y fuera del agua; el alga alimonada, que adquiere sabor cítrico al deshidratarse; el plumerito de mar; el alga boyita, también llamada “ladrona de ostras” en Europa por su capacidad de adherirse a estos moluscos; el alga salchichita, cuyo nombre dice todo sobre su aspecto; el alga rasta, que parece la peluca abandonada de algún cantante reggae; los fideos de mar, con apariencia de espaguetis cocinados, y el alga cerebrito, cuyo registro formal en Uruguay está aún en proceso, por citar sólo algunas.

Si lo de los espaguetis, fideos y salchichitas le abrió el hambre a quien lee, es el momento justo para hablar de las bondades gastronómicas de las algas y de la oportunidad que brinda aprender más sobre ellas, no sólo para ampliar el conocimiento básico de la diversidad que nos rodea, sino también el de nuestra cocina.

¿Y esto cómo se come?

Cuando caminar por la playa o meterse en el agua para observar algas y aprender a identificarlas no resulta un aliciente suficiente, queda otro motivo para descubrir el mundo secreto de las algas: el alimento gratuito que proveen y la promesa de sabores nuevos.

Los buñuelos de algas, cocinados con la abundante “lechuga de mar” que se ve con mucha frecuencia en nuestras playas, son un “patrimonio nacional”, según los autores de la guía. Estas algas, del género Ulva, no son sin embargo las únicas comestibles de la costa nacional. Cada especie que figura en la guía indica con claridad si es aconsejable para el consumo humano o no.

Hay que aclarar que aquí no tenemos macroalgas tóxicas. A diferencia de lo que ocurre con los hongos, donde no saber diferenciar cuáles son comestibles se puede pagar con una internación, lo que podría ocurrir a lo sumo con las algas es toparse con algún plato incomible por sabor o textura. En el caso puntual de esta guía, la etiqueta “comestible” o “no comestible” sólo hace referencia a si la especie se consume actualmente en Uruguay o en otros países.

Más allá de los antecedentes de otros países, los autores de la guía tuvieron el mérito y valor de probar casi todas las especies que aparecen en la guía. O, más que los autores en general, el conejillo de indias oficial fue Ariel de León, que proviene de una familia con pasión por la gastronomía.

“Parte de lo que define si es comestible o no es la dureza. Hay algunas algas que son calcáreas, directamente tienen carbonato de calcio; es como comerte una roca”, dice Ariel, y agrega: “Después hay otras que tienen una textura muy complicada, como las filamentosas, con las que sentís como si comieras pelo”, agrega.

Dicho así parece que Ariel hubiera sido sometido a un ejercicio de sadismo por voluntad propia o de sus compañeros, pero varias de las especies de nuestras playas tienen buenas texturas y sabores ricos. Y sobre algas, como los gustos, no hay nada escrito. “Me acuerdo de haber probado el alga roja común (Cryptopleura ramosa) y que nos pareciera horrible, astringente”, explica Gabriela, aunque un tiempo después se enteraron de que otras personas hacen buñuelos con esa alga, y le gusta, pese a ser un poco amarga.

Antes de que lectores y lectoras se metan a identificar y cosechar algas guía en mano, conviene tener en cuenta algunas cosas. En primer lugar, no hay que recoger las algas que se encuentran en la orilla -la resaca- sino sacarlas del mar. “Dada la contaminación creciente de las zonas costeras, también es muy importante lavarlas con agua dulce antes de consumirlas. En toda la zona costera, por problemas de saneamiento, a veces hay excesos de coliformes puntuales, por lo que conviene una buena higiene y mucho cuidado”, señala Fabrizio.

Para recogerlas es mejor cortarlas y no arrancarlas. “Llevar una tijera es ideal. Si no, lo mejor es afirmarse en la raíz y cortar el resto con la mano para no arrancarlas”, agrega. Quien esté interesado en tener más detalles para hacer una extracción responsable, puede acceder a un documento creado por los investigadores. “Hoy en día, con máscaras y esnórquel, y a lo sumo un traje de neopreno en épocas más frías, es muy sencillo hacer una selección de algas en zonas someras, además de disfrutar del paisaje submarino”, apunta Fabrizio.

Entre las algas comestibles mencionadas en la guía, además de la lechuga de mar, se encuentran el alga roja nori, cuyo género incluye algunas especies con las que se hacen las clásicas láminas de sushi; los fideos de mar, bastante populares en Italia (en ese país también se llama espagueti de mar a otra especie); el alga turuturu, que es en realidad una especie exótica e invasora; el alga codium, de un sabor parecido a los mariscos, y el alga alimonada, que ya mencionamos por su sabor cítrico. Como puede verse, hay una variedad interesante como para salir de los clásicos buñuelos alechugados.

Alga más

En resumen, la Guía visual de macroalgas... es una invitación a conocer la diversidad de estos organismos tan importantes para el ecosistema marino, más bellos que lo que uno pensaría, a juzgar por la resaca que trae el agua, y también una introducción a sus beneficios gastronómicos. Pero logra algo más. Al difundir información de su biología y ecología, ayuda también a su conservación, esencial para el ecosistema marino por su rol mencionado como productores primarios.

“En Uruguay las algas también son generadoras de bosques submarinos. No tenemos kelps de 30 metros de largo, pero sí tenemos algas de 50 centímetros que bajo el agua conforman algo asimilable a lo que son los matorrales psamófilos nativos”, dice Gabriela, para poner en perspectiva su importancia.

Para Gabriela, que en Uruguay no haya amenazas bien estudiadas para la comunidad nativa de algas no significa que estas no existan. “A nivel mundial, hay estudios que demuestran la pérdida de diversidad de algunas especies de algas por fenómenos como el del aumento de la eutrofización, que hace que algunas especies relevantes para los ecosistemas se vean perjudicadas por otras que crecen muy rápidamente”, afirma.

Algo parecido ocurre con la sedimentación y las construcciones en zonas costeras (como espigones y escolleras) que favorecen algunas especies sobre otras. “Todos esos son posibles problemas que vale la pena investigar. Otro punto interesante a estudiar es el de las salidas de agua dulce; una de las soluciones usuales a nivel costero es sacar caños de saneamiento u otros efluentes por las zonas rocosas, porque no son usados por la gente, pero allí hay un potencial problema increíble, no sólo para las algas, sino para todo lo que vive asociado a las rocas”, explica.

A todo esto se suma la amenaza de las algas exóticas invasoras, como la mencionada turuturu, “un alga muy grande y muy resistente a todas las condiciones”, según explica Ariel. “Crece muy bien en lugares que están eutrofizados y también con sedimentación. Es una todoterreno que aguanta todo”, agrega.

Sin embargo, uno no puede cuidar lo que no conoce. La edición de este libro cumple con ese primer paso fundamental y también con el objetivo de toda buena guía de naturaleza: transmitir la sensación de descubrimiento y lograr que observemos lo que nos rodea con nuevos ojos.

Guía visual de macroalgas de la costa atlántica del Uruguay. Edición: Centro Universitario Regional del Este, Udelar, Rocha. Autores: Gabriela Vélez Rubio, Fabrizio Scarabino, Ariel de León. Cómo conseguirlo: la guía puede descargarse gratuitamente en el enlace https://rb.gy/mjm7y. La edición en papel se consigue sólo en presentaciones. Más información en @macroalgasuruguay (Instagram).

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