El trabajo que hacen los investigadores de murciélagos por limpiar la reputación de estos animales y conservarlos es a menudo pesado e ingrato. No por los murciélagos, que son animales fascinantes, inteligentes, longevos, sociales e importantes para los ambientes en que viven, sino por la escasa incidencia que sus esfuerzos tienen en muchos humanos, por más que insistan.
Prueba de ello fue la entrevista que un popular magazine televisivo de la tarde le hizo hace pocas semanas al biólogo Germán Botto, miembro del Programa para la Conservación de los Murciélagos de Uruguay con amplia experiencia en la relación de estos animales con los virus (hizo su doctorado en Inmunología y Enfermedades Infecciosas en el Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad Estatal de Montana de Estados Unidos).
Mientras Botto intentaba explicar al aire por qué la aparición de murciélagos infectados con rabia en Montevideo no debía ser motivo de alarma, la conductora no pudo disimular varias expresiones de disgusto en su rostro. “No me gusta nada este Zoom”, confesó, y aclaró luego que no lo decía por el entrevistado, sino por los murciélagos. “Habrás visto mi cara de desagrado, y con los panelistas pasó lo mismo”, le dijo a Botto, que trataba de enumerar por qué no hay motivos para tener asco ni rechazo por animales que, al igual que nosotros, son mamíferos sociales con un sistema nervioso muy desarrollado. Desde el infame incidente de Ozzy Osbourne en un concierto de 1982 que un murciélago no era tan maltratado frente al público.
Los investigadores de murciélagos no suelen tener muchas oportunidades de hablar de estos animales en medios tan masivos. Cuando algo así sucede, por lo general se debe a algo negativo. En este caso, Botto estaba allí debido a la aparición de un murciélago infectado por el virus de la rabia en plena ciudad en Montevideo (pocas semanas después se sumaría otro caso).
La preocupación pública ante episodios como estos es entendible. Aunque en Uruguay no hay casos de rabia en humanos desde 1966, se trata de una enfermedad prácticamente 100% mortal una vez que se presentan los síntomas. Pero la aparición de murciélagos con rabia en partes pobladas de Montevideo no es un fenómeno nuevo. Desde 2008, cuando se detectó el primer caso en el Prado, hubo varios episodios aislados, siempre en murciélagos insectívoros (y, por lo tanto, con nulo interés en acercarse a seres humanos).
¿Que hayamos tenido estos dos episodios en un tiempo relativamente corto significa que algo está cambiando? ¿Estamos más expuestos al virus de la rabia que antes? ¿Deberíamos hacer algo para minimizar riesgos? ¿Por qué, aunque los investigadores insisten en lo beneficiosos que son los murciélagos, estos animales provocan desagrado en buena parte de la población, incluyendo conductores y panelistas de televisión? De todo eso habló Germán Botto en un Zoom (que nos gustó mucho), para ayudar a entender por qué no es una mala noticia que hayamos detectado dos murciélagos con rabia.
Murciélago de cajón, no cajetilla
Germán Botto no podía estar en mejor posición y lugar para responder estas consultas. Al momento de la entrevista se encontraba en el norte del país, en las islas del río Uruguay, buscando murciélagos para un proyecto que monitorea justamente la presencia de virus en estos animales. Como parte de la tesis de doctorado de Lucía Moreira, que coorienta junto con Adriana Delfraro, captura brevemente a los quirópteros para tomarles varias muestras y buscar anticuerpos de virus.
“Buscamos entender la circulación de virus en fauna silvestre, más específicamente los alfavirus, que han sido detectados en murciélagos. Y como queremos saber cuál es el rol que tienen en su transmisión, también estamos tomando muestras a aves, roedores, mosquitos, etcétera”, explica en una rara pausa de tanto ajetreo al aire libre.
Para Germán, la reciente aparición de estos dos ejemplares de murciélagos con rabia se caracterizó por algunas casualidades que quizá no sean tan casuales. Uno fue hallado en las cercanías del Instituto de Higiene y el otro cerca de la Comisión de Zoonosis, lugares donde se hace vigilancia epidemiológica. “Bromeábamos con que fueron solitos a diagnosticarse”, comenta.
Ambos murciélagos fueron encontrados por vecinos. Es posible que la cercanía con estos sitios haya facilitado su traslado (quizá aparecen más ejemplares en otros barrios, pero no llegan a los laboratorios) o incluso permita que la gente de la zona esté más atenta a este tipo de hallazgos.
Otro hecho que ha llamado la atención a mucha gente es que buena parte de los registros de murciélagos con rabia se han dado en Pocitos, como pasó con uno de estos últimos casos. Esto no significa que haya alguna especie de brote rábico en este barrio o que esta zona ejerza alguna clase de magnetismo en jubilados y murciélagos infectados por igual.
“Eso tiene que ver con la cantidad de gente disponible para encontrarlos y la cantidad de superficie pavimentada en un barrio como Pocitos. Allí es relativamente notorio ver un murciélago muerto o moribundo en la calle. En barrios más verdes, como el Prado o Lezica, es probable que caiga uno y nunca te enteres”, aclara Germán (de hecho, quien escribe encontró un murciélago aplastado en las calles de Pocitos el mismo día en que hizo la entrevista).
“Pero hay también un tema que tiene que ver con la arquitectura de la ciudad y el uso que le dan los murciélagos. En un lugar como Pocitos, por ejemplo, la edificación en altura proporciona muchos refugios en áreas pequeñas, como los cajones de cortinas de enrollar o las juntas de dilatación de los edificios. Entonces, no tenés colonias grandes de murciélagos, pero sí muchas pequeñas. Eso hace más fácil de detectar animales infectados que si tenés una colonia enorme en un edificio abandonado”, sigue.
En resumen, Pocitos tiene una densidad interesante de refugios disponibles para los murciélagos (lo que no significa que haya más que en otros lados, sino que se distribuyen distinto), una densidad alta de gente como para detectarlos, y una superficie completamente modificada que hace que un animal muerto sea bastante visible.
Murciélago de la especie Molossus molussus en Rocha.
Foto: Santiago Ramos (NaturalistaUY)
Uno en mil
Que estos dos murciélagos encontrados en la ciudad en el último mes tuvieran el virus de la rabia también llevó a muchas personas a creer que hay un gran número de estos animales portando la enfermedad y que, por lo tanto, existe un riesgo mayor de que se transmita. Pero en realidad la prevalencia del virus de la rabia en murciélagos es bajísima. Se estima, con base en estudios realizados en la región, que sólo porta el virus de la rabia uno de cada 1.000 ejemplares.
Esto puede resultar contraintuitivo. ¿Cómo es posible, entonces, que se haya dado la enorme casualidad de registrar dos casos en un mes, cuando sabemos que no se analizaron 2.000 murciélagos en ese período en Montevideo? Eso se da por una cuestión de sesgos. El hecho de que algunos animales estén infectados es justamente lo que hace posible que los encontremos cada tanto, ya que padecen síntomas que los pueden llevar a desorientarse, vagar de día o quedar fuera de sus refugios. Lo mismo pasa con los murciélagos que son traídos por perros; esto es improbable que ocurra, a no ser que los quirópteros estén afectados físicamente.
“Cuando la vigilancia epidemiológica se hace con base en animales que llegan remitidos por vecinos o porque son detectados en situación sospechosa, el porcentaje de positivos de rabia sube mucho”, afirma Germán. Eso es lo que ocurre hoy en nuestro país. No se hace una vigilancia activa; es decir, nadie sale a capturar murciélagos para buscar si tienen o han tenido el virus de la rabia. Sólo se analiza a aquellos que ya llegan con sospechas de estar infectados. Es como si nos paráramos en la puerta de emergencia de una mutualista y pensáramos que como todas las personas que llegan tienen una afectación de su salud, entonces en Uruguay toda la población está enferma.
¿Qué nos dicen entonces estos hallazgos sobre la circulación de la rabia en el país? “Nada. Esto no es una mala noticia, porque no hay ningún elemento para pensar que algo haya cambiado en los últimos años”, responde Germán.
Germán Botto (archivo, agosto de 2020).
Foto: Alessandro Maradei
“Encontrar un murciélago con rabia te dice que la rabia está circulando, pero eso no es una novedad, porque asumimos que la rabia está circulando en prevalencia muy baja en el país desde hace años. Puede ser incluso una buena noticia en el sentido de que muestra que el sistema de remisión de animales por sospecha funciona: hay vecinos que encuentran murciélagos en una situación rara, avisan al Ministerio de Salud Pública, y el ministerio ahora tiene la capacidad de ir a buscarlos y diagnosticarlos. Durante tiempo eso no pasó en Uruguay, no había un mecanismo aceitado que permitiera una respuesta de diagnóstico”, remarca Germán.
Prueba de lo que dice es lo que ha ocurrido cada vez que en Uruguay se buscó el virus de la rabia en murciélagos en forma activa. En 2007, la doctora Elena Guarino lideró un trabajo de vigilancia activa para encontrar el virus de la rabia en murciélagos no hematófagos (es decir, en murciélagos que no se alimentan de sangre) en ciudades. Con ayuda del propio Germán y de varios colegas, examinó muchas especies en varios lugares, pero la búsqueda activa no dio ningún resultado; los únicos positivos provinieron de murciélagos remitidos ya bajo sospecha, al igual que en los casos recientes de Montevideo.
En 2017, la bióloga Lucía Malta buscó también virus de la rabia en forma activa para su tesina de grado. Trabajó con 77 muestras de murciélagos recolectados al azar y no encontró el virus.
“Conclusión de esto: se hace muy poca búsqueda activa del virus de la rabia, y cuando se ha hecho todo dio cero”, resume Germán.
Ese, justamente, es uno de los argumentos para no buscar activamente el virus. Es muy caro hacerlo y las probabilidades de hallarlo y obtener información son bajísimas. Por lo tanto, sólo se analiza lo que llega por remisión, como pasó recientemente. Eso quiere decir que la aparición de estos dos ejemplares con rabia no implica ninguna mala noticia para nosotros, pero sí puede serlo para los murciélagos.
¿Y yo qué hice ahora?
“Aunque uno insista en que esto no es novedad, cada vez que aparece un positivo de rabia en murciélagos se da una ola de reacciones negativas. Cuando en 2019 publicamos un trabajo sobre conservación de murciélagos, identificábamos a la rabia entre los riesgos de conservación, pero no por el efecto del virus sobre los murciélagos, sino por los efectos en la persecución sobre estos animales. Nos lo han dicho las empresas controladoras de plagas: cuando hay reportes de casos de rabia, hay muchos más llamados para controlar poblaciones de murciélagos”, cuenta Germán. Esta vez, con dos casos repetidos tan cerca en el tiempo, la reacción negativa fue doble.
Se ha dicho muchas veces, pero es necesario repetirlo: los murciélagos son animales nativos y están protegidos por ley; está prohibido matarlos, capturarlos e incluso destruir sus refugios. Esto no significa que uno deba convivir con ellos si le molestan sus ruidos u olores. Hay formas de evitar el ingreso de estos animales a las casas e incluso de expulsarlos cuando son una molestia (ver recuadro), pero si hay una reacción exagerada ante su presencia, el efecto puede ser incluso contraproducente.
Como Germán Botto dice, si salimos a matar y espantar a todo murciélago que vemos en la ciudad podemos fomentar movimientos entre las colonias y, por lo tanto, movimientos de los virus que naturalmente no se darían. De hecho, la reaparición de la rabia en Uruguay en 2007, año en que se detectó un brote de rabia paresiante en equinos y vacunos en el norte del país, puede tener que ver con la perturbación de sus ambientes, como el propio Germán planteó en un trabajo científico publicado en 2020. En esa ocasión, vacas y caballos se contagiaron tras ser mordidos por murciélagos vampiros (Desmodus rotundus), es decir, la única especie hematófaga que vive en nuestro país.
En esa investigación de 2020, Germán señaló que la fragmentación de los pastizales nativos, debido al aumento creciente de la forestación, cambió las dinámicas de movimiento de los vampiros entre las colonias, incrementó su conexión y pudo haber favorecido así la persistencia del virus de la rabia por más tiempo.
“Incide cómo se maneja el tema desde el discurso de las autoridades, de la prensa y también de quienes investigamos”, reconoce Germán. Por eso es tan importante no fomentar desde los medios la imagen de murciélagos como bichos desagradables, que esperan que caiga la noche para lanzarse furtivamente sobre nosotros para contagiarnos enfermedades.
“Usar estos casos para incentivar la vacunación contra la rabia en mascotas está muy bien y es lógico, porque cuando la gente percibe riesgos es más fácil convencerla de que lleve a sus gatos a vacunar, pero tiene que haber un equilibrio en ese mensaje y no dar la impresión de que el riesgo aumentó”, agrega.
Además, todos los gatos y perros deberían estar vacunados contra la rabia, sin necesidad de que aparezcan estos casos. Aunque las posibilidades sean muy bajas, la forma más probable de que un humano se contagie de rabia en Uruguay es que un gato intente capturar un murciélago infectado, sea mordido por el animal y luego muerda a una persona. Como bien aclaró el Ministerio de Salud Pública en el comunicado que divulgó tras estos casos, perros y gatos no vacunados también pueden portar el virus.
Si sabemos, entonces, que no debemos exagerar el peligro que representan los murciélagos ni tampoco fomentar su mala reputación, ¿por qué se sigue reproduciendo esa imagen negativa en los medios?
Murciélago en Rocha.
Foto: María Laura Castro (NaturalistaUY)
Cría fama y échate a volar
Ningún animal debería tener que justificar su existencia por los beneficios que reporta a la humanidad. Se habla mucho de los servicios ecosistémicos que brindan algunas especies, pero ni los murciélagos ni ningún otro animal son proveedores de servicios listados en las páginas amarillas de nuestra conveniencia, que deben ser valorados por su utilidad. Sin embargo, si quisiéramos medirlos con esa vara, los murciélagos estarían en los primeros puestos. Controlan plagas (consumen una enorme cantidad de insectos, incluidos montones de mosquitos), dispersan semillas y polinizan plantas de importancia ecológica, entre otros aspectos.
Sin embargo, insistir en estos asuntos no ha logrado lavar totalmente su imagen, eliminar la quiroptofobia imperante en muchos lugares ni evitar que se los compare o confunda con ratas (están más emparentados con nosotros que con los roedores).
La cultura, obviamente, tiene mucho que ver. Fueron considerados animales “sucios” y “detestables” en la Biblia, se los relacionó con el diablo en la Edad Media (basta ver las alas de Satán en las ilustraciones) y su asociación masiva con los vampiros a partir de la publicación de Drácula les dio el toque de gracia. Eso solo, sin embargo, no explica el rechazo que provocan en muchas personas.
“Influye también el hecho de no conocerlos y no verlos. Cuando vos le mostrás un murciélago en la mano a alguien, es raro que te digan ‘qué asco’. Por eso, nosotros también tratamos de hacer actividades en donde la gente pueda ir y verlos de cerca”, agrega.
Sobre todo, incide en que pocas veces se los muestra en situaciones “normales”, en la naturaleza. “Suele pasar que estos temas se ilustran en los medios con fotos de murciélagos enormes que no son de acá o de murciélagos en situaciones de estrés, cuando son manipulados y muestran todos los dientes. Hay una percepción negativa que se refuerza con esas imágenes”, opina Germán.
Para conocerlos mejor también hay que investigar más. Por ejemplo, para entender la circulación del virus de la rabia en murciélagos y detectar si hay un cambio que amerite realmente una preocupación mayor, lo ideal sería hacer monitoreos regulares de poblaciones asintomáticas. ”Más específicamente, en un mundo ideal sería muy bueno buscar activamente anticuerpos del virus en poblaciones de murciélagos”, dice Germán.
Esa no es una posibilidad a corto plazo, pero los murciélagos seguirán buscando refugio en nuestras casas y seguirán portando virus, porque son animales gregarios, longevos y muy diversos. Para mejorar nuestro relacionamiento con los murciélagos, nada podemos esperar si no es de nosotros mismos. Y eso implica conocerlos mejor, entender en su justa medida el riesgo de infección y no dejarnos llevar por prejuicios que se generaron cuando aún no sabíamos casi nada sobre ellos.
Recomendaciones ante la aparición de murciélagos
- Evitar el contacto con el animal. En caso de tener que manipularlo porque el animal no sale por sí solo del hogar, hay que alejar a las mascotas y luego retirar al animal sin tocarlo directamente. Por ejemplo, colocar un tupper u otro recipiente rígido encima, deslizar una cartulina por debajo y luego dejar el recipiente abierto en el exterior de la vivienda, para que pueda irse.
- Si el animal presenta síntomas llamativos, como conducta errática o falta de movilidad, hay que llamar al Ministerio de Salud Pública y plantear la situación. Teléfono: 1934 interno 4010 (MSP) o 2709 9258 (Comisión de Zoonosis).
- Es más sencillo evitar que un murciélago entre en el hogar que sacarlo de él. Por ejemplo, colocando un mosquitero en la salida del cajón de la persiana o taponeando posibles vías de ingreso, como el cielorraso o el perímetro del alero.
- En caso de tener mascotas, hay que vacunarlas contra la rabia.
- Si se produce una mordida de murciélago —ya sea a un ser humano o a una mascota—, debe denunciarse obligatoriamente ante la Comisión de Zoonosis para que evalúe el caso.