Estos produjeron fragmentación de ambientes y efectos insospechados, como la emergencia de un virus transmitido por vampiros que tuvieron que adaptarse a la nueva realidad forestal del norte del país.
La primera sensación que da leer el artículo “Efectos sinérgicos de la fragmentación de pastizales y la temperatura en la emergencia de rabia bovina”, publicado a fines de julio en la revista EcoHealth, es la de lo compleja que resulta la intrincada relación entre ambiente, fauna, flora y humanos, demasiado como para predecir cuáles serán las consecuencias de las alteraciones que ocasionamos en el ambiente con fines productivos. La segunda es la casi absoluta certeza de que los cambios en el uso de la tierra que se vienen produciendo en nuestro país, a gran escala y en períodos breves –para la Tierra un par de décadas es menos que el soplo de Gardel–, nos pasarán algún tipo de factura.
El trabajo científico que se propuso estudiar por qué en 2007 en el noreste del país se dio un brote de rabia vacuna que en apenas dos semanas provocó la muerte de 200 animales y demandó unos dos millones de dólares en vacunación va mucho más allá de constatar una relación entre el avance de la forestación sobre las praderas que sustentaban la ganadería de la zona, la temperatura y la circulación de rabia. También propone un mecanismo biológico, que involucra cambios en los movimientos de procura de alimento de los vampiros. Esos cambios afectan cómo los virus se propagan y, en este caso, saltan de una especie a otra, lo que en inglés se conoce como un spill over.
La salud de los animales, del ambiente y de los humanos, con el coronavirus como testigo, están estrechamente relacionadas. Pero esa relación no siempre es evidente. ¿Cómo se relaciona la salud de animales como los murciélagos, de los que los vampiros Desmodus rotundus son la única especie del país que se alimenta de sangre, con la salud del ganado? ¿Qué relación tiene eso con la salud de los ecosistemas de pastizal?
En los sistemas complejos, predecir una consecuencia es extremadamente difícil y la variación de un dato puede arrojar resultados insólitamente distintos. Esa complejidad fue la que inspiró la frase sobre la mariposa que aletea en Brasil y provoca un tornado en Texas y que da nombre, justamente, al “efecto mariposa”. Luego de leer el artículo, aquí el efecto sería algo así como “un gobierno aprueba una ley de promoción forestal en la década de 1990 y provoca un brote de rabia paralítica vacuna en 2007”.
Así de fascinante es el artículo, por lo que se impone conversar con su primer autor, el biólogo Germán Botto, que lo escribió desde el Laboratorio de Ecología de Enfermedades de Bozeman de la Universidad Estatal de Montana, Estados Unidos, donde está haciendo su doctorado, y que también es docente del Departamento de Métodos Cuantitativos de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, miembro del Programa para la Conservación de los Murciélagos de Uruguay del Museo Nacional de Historia Natural y reciente incorporación del Departamento de Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable.
Un artículo concreto
Pero antes de hablar con Botto, veamos rápidamente qué es lo que dice su artículo. Allí se plantea que en 2007 “los murciélagos vampiros fueron la fuente del primer brote de rabia bovina paralítica en Uruguay”. Intentando explicar qué había cambiado para que se produjera el brote recién en ese año, ya que vampiros que se alimentan de ganado hubo siempre en Uruguay, los investigadores partieron de un hecho que rompía los ojos: “El brote coincidió en el espacio y el tiempo con la fragmentación de los pastizales nativos debido a la forestación para la producción de madera y celulosa”.
Pero en ciencia una cosa es pensar que dos hechos están relacionados y otra muy distinta es ver si hay una correlación de peso entre ambos y no una mera coincidencia en el tiempo. Para ello recurrieron al análisis espacial a partir de un conjunto de datos: reportes de casos y brotes de rabia entre 2007 y 2017, distribución del ganado según el Censo Agrícola, distribución de pastizales y áreas forestales entre 2000 y 2011 con datos de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) e información espacial sobre la temperatura mínima promedio para el mes más frío del año. El objetivo: “examinar cómo la distribución de los brotes de rabia bovina se asociaba con la fragmentación de las áreas de pastoreo, la densidad de la forestación comercial, la concentración de ganado y la temperatura”.
Para ello predijeron dos cosas: por un lado, que “la densidad de los brotes de la rabia sería mayor en paisajes más fragmentados, donde el ganado se concentra en parches separados”, y por otro que “la capacidad de los vampiros para responder a la fragmentación de las áreas de cría de ganado estaría limitada por las temperaturas mínimas del invierno”. ¿Y saben qué? Al realizar modelados con todos estos datos, mostraron que sus predicciones dieron en el clavo: “Mostramos que el aumento en la fragmentación de los pastizales, junto con la temperatura mínima en el invierno, explica el patrón espacial de los brotes en el país”. Es decir que haciendo coincidir la mayor densidad de zonas forestadas y de praderas fragmentadas y, al mismo tiempo, recortando aquellas zonas con temperaturas más bajas, la región resultante en el mapa de Uruguay coincidió con la zona en la que se produjo el brote de rabia de 2007.
Pero el artículo, además de constatar esto, tiene muchas otras implicancias y aportes derivados, que van desde la importancia de hacer ciencia de calidad e investigación local sin adaptar mecánicamente conocimientos generados en otras partes hasta extraordinarios paralelismos con lo que sucede al otro lado del planeta. Ahora sí, sumerjámonos en el mundo de Botto, donde hay más murciélagos y vampiros que en una historieta de Batman o una película de Drácula.
Sacando a Brasil del medio
Los brotes de 2007 se dieron mayormente en Rivera y Tacuarembó, en menor medida en Cerro Largo y Salto. Dada la proximidad con Brasil, país en el que hay casos reportados de rabia en vacunos transmitida por vampiros, es importante excluir que la rabia haya venido de allí, como el coronavirus de los brotes de Treinta y Tres y Rivera.
“Por dónde se ubicó el brote es cierto que la primera explicación, la más rápida y la más evidente al mirar un mapa de la distribución de la rabia en Uruguay, es que esto entró de Brasil y quedó en la frontera”, reconoce Botto. “Pero la pregunta que surge a esa idea es por qué el brote no se movió. Si es simplemente un efecto contagio desde Brasil, uno debería ver un efecto de gradiente que formaría una especie de frente de avance epidémico que bajara en dirección suroeste”, afirma, señalando además que eso es lo que se ve en la mayoría de los brotes en Latinoamérica. Pero además de que el brote no se movió, para el biólogo había otra interrogante a despejar y era por qué no había habido rabia vacuna antes, ya que, como dice, “la hipótesis de contagio de Brasil es válida para más de los últimos 100 años”.
Pero así como con el coronavirus Uruguay reúne una serie de condiciones que hicieron que la pandemia no fuera tan dañina como en otras partes, con la rabia también tenemos particularidades. “Cuando mostrás la dinámica de rabia en Uruguay afuera de Uruguay lo primero que te dice la gente que trabaja en rabia es que probablemente la teníamos, pero no la habíamos detectado”, apunta Botto. “Eso puede ser creíble para otros contextos, pero no para Uruguay. El sistema de vigilancia que tiene el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca [MGAP] es muy robusto. Una vaca que se muera en el campo con síntomas neurológicos y que no sea denunciada puede pasar, pero que varias decenas de vacas en esa área mueran con síntomas neurológicos y no llegue la información a Sanidad Animal del MGAP no es nada creíble”, afirma. Que en un país ganadero y pequeño mueran en dos semanas 200 vacas paralizadas por rabia sería portada de los noticieros. Por tanto, Botto es enfático: “Yo tiendo a pensar que el brote de 2007, que fue el primero que registramos, fue efectivamente el primero que ocurrió”.
Nunca perturbes a un vampiro rabioso
Que no se haya dado un brote de rabia vacuna no quiere decir que no hubiera rabia circulando en nuestros Desmodus rotundus, sino que no había habido un spill over, un salto del virus de los murciélagos al ganado vacuno. Los virus son así de promiscuos. Lo tenemos bien presente por el SARS-CoV-2: en algún momento el antepasado del coronavirus saltó de un murciélago a un hospedero intermedio, y en 2019 volvió a saltar de ese hospedero intermedio –parece que no sería el pangolín– al ser humano en Wuhan, China.
Ya que hablo del coronavirus, Botto señala una diferencia. “En el caso del coronavirus tenés un evento de spill over, un pasaje de un hospedero a otro, tal vez dos o tres, pero después la transmisión es de humano a humano. En rabia vacuna es totalmente distinto: cada caso de rabia en vacas es un spill over, ya que no hay transmisión entre ellas”. Si el coronavirus fuera como la rabia, se necesitaría que cada positivo de covid-19 hubiera sido contagiado por un murciélago (en realidad, por el hospedero intermedio). Para el investigador allí había algo que necesitaba ser explicado: “A diferencia del coronavirus, no tenés que explicar un único evento de spill over, sino 200 eventos de salto entre especies en poco tiempo. Eso hace pensar que algo tendría que haber cambiado mucho en la población de vampiros para que de golpe haya muchísima transmisión. Es decir, el brote de rabia es consecuencia de un cambio más fuerte en la ecología del vampiro”.
Es que la rabia se contagia mediante la saliva. Cuando el vampiro con rabia muerde a la vaca para alimentarse de su sangre, el virus aprovecha y salta de un animal a otro. Pero, dado que las vacas no se andan mordiendo entre ellas, no se contagian una a otra. Por ello, vaca con rabia es un indicador de vampiro con rabia en la vuelta (más aún cuando la rabia en perros ha sido casi erradicada, tras varias campañas de vacunación). Botto no sólo señala que no es viable que la rabia se transmita entre vacas, sino que además agrega que un vampiro sano que muerda a una vaca infectada no se infecta, porque no hay suficiente carga viral en la sangre. El salto se da en una sola dirección.
Vampiros hiperconectados
Los humanos nos creemos que somos una especie hiperconectada, pero en la naturaleza tenemos rivales. En primer lugar, como ya vimos con Botto, los murciélagos viven en colonias que pueden tener tantos individuos como la ciudad de Nueva York, o, en nuestro país, como la ciudad de Trinidad. Pero además, así como nosotros nos pasamos navegando y enchufados a internet, ellos también podrían estar hiperconectados. Claro que esa hiperconexión no es buscada por los vampiros, sino causada por la fragmentación de su hábitat provocada por ese bicho que camina en dos patas y anda cambiándoles las reglas del juego al resto de los seres vivos del planeta.
En el trabajo, Botto y sus colegas afirman que la forestación en el área donde surgió el brote de rabia de 2007 “aumentó más de diez veces en los últimos 17 años (de 17.967 há en 1990 a 256.874 há en 2007 en los departamentos de Rivera y Tacuarembó)”, e incluso sostienen que ahora ese “es el territorio más forestado del país”. ¿Los eucaliptos y los pinos para producir celulosa echaron a las vacas? No: “durante el mismo período, la producción ganadera en el área también aumentó”. Es decir, la forestación no sacó al ganado de Rivera y Tacuarembó, sino que hizo que cambiara su concentración: había más vacas, pero distribuidas en las pocas praderas que no fueron forestadas. Por ello en el trabajo dicen que el ganado, la principal fuente de alimento de los vampiros en nuestro país, “ahora se concentra en parches de pastizales cada vez más dispersos”.
Los investigadores también señalan que esa “concentración de esta fuente de alimento en menos parches separados puede alterar los patrones de alimentación de los vampiros y la conectividad de la población”. ¿Por qué aumenta la conectividad de los vampiros? Porque mientras que antes cada colonia de estos murciélagos tenía ganado cerca para alimentarse, ahora sus miembros deben viajar algunos kilómetros para encontrar los pocos parches ganaderos. Y en esos parches coinciden vampiros famélicos provenientes de distintas colonias. Los parches ganaderos de Rivera y Tacuarembó atraen multitudes de vampiros, así como una noche de los descuentos atrae a multitudes deseosas de satisfacer sus necesidades de consumo. Y si la rabia circulaba por una de las colonias, al estar todos juntos alimentándose en los mismos parches ganaderos es probable que la rabia haya pasado de una colonia a otra. Cuando hay virus suelto, ya lo sabemos bien, lo que funciona es el distanciamiento.
Esta hiperconexión de vampiros ya se sospechaba que no era nada buena si uno quiere tener la rabia en el ganado a raya. “Hay un par de papers que se publicaron en 2012 y 2013 con datos de un grupo de la Universidad de Glasgow, que mostraron que las estrategias de control clásicas que se usan en Latinoamérica para brotes, que básicamente consisten en la reducción de la población de vampiros, parecía no funcionar”, recapitula Botto. “En esos trabajos mostraban que aquellas colonias donde el control había sido más intenso eran también las colonias donde había mayor recurrencia de brotes”, añade. Si bien en aquel entonces no propusieron una explicación, cabía la posibilidad de que, entre otras cosas, la eliminación y el exterminio pudieran favorecer el movimiento de individuos entre colonias.
“Estos investigadores plantean que para mantener el virus en un ambiente se precisa conexión entre distintas colonias que se lo vayan transmitiendo en forma asincrónica, de manera que el virus quede circulando en el ambiente en un patrón medio aleatorio”, explica. Por eso Botto afirma que “el virus tiene que ir saltando de una colonia a otra para poder mantenerse en el ambiente, si no se extinguiría”. “¡Distanciamiento físico prolongado!”, exclamaría Rafael Radi si existiera el Grupo Asesor Vampírico Honorario.
Un caso a contrapelo
Lo que sucede en Uruguay con la rabia y los vampiros no es lo que pasa en otras partes. “En lugares como la zona amazónica de Perú o como el norte de Brasil hay poblaciones de vampiros que están sujetas a procesos de deforestación en los que la remoción del monte nativo, de la selva, hace que saques a sus presas principales, que son silvestres. La deforestación se produce para hacer lugar para tierras agrícolas o ganaderas. Entonces, en donde no se introduce ganado esos vampiros pasan a morder a la población humana y tenés brotes en humanos. En donde se introduce ganado, pasan a morder al ganado y tenés brotes en ganado”, dice Botto. Acá la situación es muy distinta: “En Uruguay les venimos ‘dando’ a los vampiros el ganado como fuente alimenticia desde hace más de 200 años. Tenemos densidades altísimas de ganado y estables durante un montón de tiempo”.
“Esa estabilidad y alta disponibilidad de ganado, pensamos, hace que las colonias estén bastante aisladas entre ellas, o que lo hayan estado hasta hace poco tiempo”, acota. “En otros lugares los vampiros pueden tener que moverse mucho entre el refugio y el sitio de alimentación, pero en Uruguay cualquier cueva está rodeada de vacas, vuelan 200 metros y tienen alimentación, retornan a la cueva y se acabó el movimiento”. En otras palabras: los vampiros de Uruguay, al igual que muchos humanos, se achanchan, se quedan en la cómoda, no andan volando demasiado porque no hay necesidad, tienen el alimento a la vuelta de la esquina.
“No hay una presión para generar esa conectividad, ese movimiento regular de colonias. Ahora, cuando yo empiezo a mover ese ganado y a cambiar su distribución, los vampiros pueden responder a ese cambio cambiando sus patrones de movimiento. Y ahí es donde entra esta idea del trabajo, de tratar de entender ese cambio”, dice.
Botto y sus colegas lo dicen en el paper: mientras en otros países el problema de la fragmentación de hábitat es causado por la deforestación, en Uruguay lo causa la forestación con monocultivos exóticos, que hace que los pastizales queden como parches entre los campos forestados. “Esa es para mí otra de las cosas interesantes de este trabajo. Si uno mira la literatura sobre fragmentación de ecosistemas naturales y enfermedades infecciosas, prácticamente toda habla de la deforestación y prácticamente equipara el proceso de fragmentación con el de deforestación”, dispara Botto.
“Me pasó con mis tutores que cuando yo trataba de explicarles el problema, sobre todo con mi cotutor, que es de este grupo de Glasgow que hizo el trabajo de 2012. En su cabeza estaba el caso de Perú, donde fragmentación equivale a cortar selva para meter cultivos y ganadería. Sacar las praderas para poner forestación es una cosa que no les entra como algo negativo, les resulta contraintuitivo”, dice Botto, que señala que la fragmentación de praderas es un tema poco estudiado por la ciencia porque es algo que no pasa mucho en otros lados. “Hay un artículo de Baldi y Paruero, que cito en el paper, que muestra que no estamos mirando una parte de los procesos de fragmentación. Esa carencia en no mirar esos procesos es todavía más notoria en la literatura científica cuando les sumamos las enfermedades infecciosas”, advierte.
Le pregunto cuánto incide es mirada contraintuitiva, esa idea de los científicos de otras latitudes de pensar que la fragmentación se debe a pérdida de selva y deforestación, que no aparezca la palabra “forestación” en el título del trabajo. Le confieso que cuando me contó de esta investigación, hace tiempo, yo había pensado titular la nota “La forestación causa rabia” o algo por el estilo. ¿Incide ese sesgo de la literatura científica de otras partes en el título del artículo o le han ofrecido trabajo las forestales? Él se ríe.
“La palabra ‘forestación’ originalmente estaba en el título del artículo”, confiesa, e incluso recuerda que en la versión previa que se mandó a publicar se llamaba algo así como “Forestación y rabia: un efecto contraintuitivo”. “Lo sacamos del título porque por un lado quería llamar la atención sobre que los estudios de fragmentación y enfermedades infecciosas están omitiendo un factor que no está siendo estudiado, entonces era importante mencionar la fragmentación de praderas o áreas de pasturas en relación a enfermedades infecciosas”.
“El trabajo muestra que no podemos transferir el conocimiento que se genera en otros lados necesaria e íntegramente a Uruguay”
Pero además tuvieron otra buena razón para no titular su trabajo de una forma que llenara de júbilo a quienes se oponen al modelo forestal: “Si bien en este caso hablamos de fragmentación y lo asociamos a la forestación, también es cierto que este proceso no es dependiente de la forestación en sí misma, sino del resultado que produce la forestación sobre las áreas de pastoreo”, explica, y lo que dice tiene sentido. Si las tierras del norte del país fueran tan fértiles como, por ejemplo, las de Soriano, y si allí se plantara soja por todas partes, el efecto podría llegar a ser el mismo si quedaran los mismos pocos parches de ganadería (siempre que los vampiros no fueran víctimas del glifosato y otros productos asociados a ese cultivo). Entonces uno no tiene más remedio que darle la razón a Botto en el cambio de título: el problema no es la forestación sino la fragmentación de los pastizales. Mierda. Me quedé sin título contundente para la nota.
“Por eso mismo fue el cambio de título, porque si uno quiere extrapolar esto a pensar otros procesos de fragmentación de pasturas relacionados con enfermedades infecciosas en otros lados no es sólo la forestación el problema, porque la fragmentación por urbanización también puede tener el mismo efecto, la fragmentación por agricultura, sea soja u otro cultivo, también”, defiende. “Este trabajo propone una forma diferente de mirar los procesos de fragmentación. Creo que a nivel macro ese es el aporte más interesante del paper. A nivel Uruguay creo que es otro”, afirma.
¿El campo contra el campo?
Al leer el trabajo de Botto y sus colegas, varios defensores de la producción agropecuaria se sentirían extrañados. Aquí no se trata del maniqueo y falso enfrentamiento entre el campo y la ciudad, sino que es el productor ganadero el afectado por el productor forestal. Le digo que podríamos decir que este artículo enfrenta al campo con el propio campo.
“No todos los efectos de los cambios ambientales son evidentes o inmediatos o intuitivos”
“Tal vez el mensaje es un poquito diferente”, dice, tentado ante la bestialidad del planteo. “No es tanto poner a uno en contra del otro, sino que creo que el mensaje que yo pretendía dar con este trabajo es que no todos los efectos de los cambios ambientales son evidentes o inmediatos o intuitivos”, dice, regalándonos una frase para enmarcar.
“Lo que estamos mostrando es que puede haber un efecto que se da por un cambio en los patrones de movimiento de los murciélagos. Y ese es un efecto que no es pensado a priori”, prosigue. “Si uno hoy en día va a hacer una evaluación de impacto ambiental para instalar un predio forestal, no incluiría en la evaluación los cambios en los patrones de movimientos de los vampiros. Sí incluye los cambios en la riqueza y la abundancia de las especies silvestres, cómo va a impactar sobre la biodiversidad que se ponga la forestación en ese lugar. Pero cómo va a impactar a un nivel de organización superior, que es ver cómo se va a mover la diversidad que quede, eso en general uno no lo incluye”, piensa en voz alta.
Por eso en el artículo dicen que sus resultados “sugieren que la planificación del uso de la tierra podría ayudar a reducir la fragmentación de las áreas de cría de ganado” y que “al evaluar nuevos emprendimientos forestales” debería tenerse en cuenta la fragmentación de pastizales para “ayudar a reducir el riesgo de transmisión de la rabia al ganado”. En particular proponen que “la incorporación de métricas de fragmentación de pastizales naturales en la evaluación de impacto ambiental ayudaría a reflejar la alteración del hábitat”. Si yo trabajara en la Dinama o el Ministerio de Ganadería tomaría nota.
Y entonces volvemos al efecto mariposa. “Es un sistema complejo donde si se toca un pequeño componente se provoca una cascada de reacciones difícil de predecir. Nosotros en el trabajo lo notamos, pero porque lo estamos viendo con el diario del lunes. Si en 2006 me preguntaban si seguir plantando eucaliptos iba a generar brotes de rabia ni se me hubiera ocurrido, no es una cosa que se pensara de antemano”.
Hoy no es 2006. Estamos en 2020 y el trabajo de Botto y sus colegas, que ahora prosigue para demostrar en el campo las hipótesis reforzadas el análisis de los datos, está impreso. El diario del lunes está en la calle. No haberlo leído no podrá ser ya una excusa.
Artículo: “Synergistic Effects of Grassland Fragmentation and Temperature on Bovine Rabies Emergence”
Publicación: EcoHealth (22 de julio de 2020)
Autores: Germán Botto, Daniel Becker, Rick Lawrence, Raina Plowright.