Hace casi exactamente 100 años, a finales de febrero de 1925, la revista Mundo Uruguayo publicó una fotografía que mostraba a Teodoro Herrera y Reissig, hermano menor del famoso poeta, posando al lado de un tiburón sarda, también conocido como Carcharias taurus.
El animal estaba colgado de un gancho y superaba a Herrera y Reissig en altura, algo nada raro teniendo en cuenta que estos tiburones suelen alcanzar los tres metros de longitud. “La fotografía que publicamos nos muestra al distinguido y apasionado ‘amateur’ de la pesca de pie al lado de un verdadero monstruo marino, una sarda, temible pez de la familia de los tiburones, pescado por el propio Herrera y Reissig en las costas de Punta del Este después de cruenta lucha en la que venció la sangre fría y la tenacidad de ese distinguido sportman”, contaba el cronista. Según esta visión, el distinguido era el pescador y el temible era el animal pescado.
Descrita con tanto color, la sarda parece salida de una película de Spielberg, pero tanto ese texto centenario como el aspecto temible de este tiburón resultan engañosos. La sarda es un animal dócil, muy común en acuarios, que se alimenta sobre todo de peces y, en menor medida, de rayas y tiburones más pequeños.
La costumbre que inició Mundo Uruguayo en 1925 se ha mantenido. Los medios siguen sacando fotos de tiburones sarda capturados por pescadores deportivos en Punta del Este, de tamaño bastante más imponente que el de Herrera y Reissig, lo que no ayuda a tranquilizar demasiado a los bañistas.
Tampoco colabora que al sarda se lo haya señalado como culpable del único incidente con tiburones ocurrido en playas uruguayas y reportado en una publicación especializada, como pasó en 2004 con un surfista que narró haber sido mordido en un pie en La Coronilla. Sin embargo, como cuenta el biólogo y especialista en escualos Federico Mas, no hay evidencias firmes para responsabilizar a un sarda o a cualquier otro tiburón de aquel episodio.
Ojos que no ven
El tiburón sarda se encuentra efectivamente muy cerca de nuestras costas, más de lo que mucha gente querría para su comodidad, pero eso no debería ser motivo de preocupación. Hay varios reportes de personas que bucean cerca de ellos en las cercanías de la Isla de Lobos o en playas uruguayas sin inconvenientes, como puede apreciarse en algunos videos en Youtube.
Lo que sí sabemos, basándonos en datos, es que el Carcharias taurus tiene muchos más motivos para preocuparse de nosotros que a la inversa.
La especie está clasificada como “críticamente amenazada” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, tanto globalmente como en nuestra región, y el Plan de Acción Regional para la Conservación y Pesca Sustentable de los Condrictios del Área del Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo la catalogó como la especie más vulnerable entre los condrictios que interactúan con pesquerías (los condrictios son peces cartilaginosos que incluyen tiburones, rayas y quimeras).
La preocupación por esta especie emblemática del Atlántico Suroccidental llevó a que, en el 2020, en el primer año de pandemia, la organización Wildlife Conservation Society (WCS) realizara dos talleres sobre la conservación del tiburón sarda e invitara a varios investigadores e investigadoras de Argentina, Brasil y Uruguay.
El objetivo inicial fue revisar el estado de situación de la especie para proponer nuevas acciones de conservación, pero terminó dando inicio a una valiosa colaboración regional que todavía está dando sus frutos y en la que Uruguay tuvo mucho para decir.
Un ejemplo es un artículo recientemente publicado, liderado por el brasileño Guilherme Burg Mayer de la Universidad Federal de Santa Catarina, que contó también con la participación de otros colegas de Brasil y Argentina, así como de los uruguayos Martín Laporta, Inés Pereyra y Santiago Silveira, de la Unidad de Gestión Pesquera Atlántica de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara); Federico Mas, Laura Paesch y Sabrina Riverón, de la División Biología Pesquera de la Dinara; y Rodolfo Vögler, del Departamento de Modelización Estadística de Datos e Inteligencia Artificial del Centro Universitario Regional del Este (CURE), sede Rocha.
Con la misma facilidad que las sardas hacen agregaciones en restingas y cuevas submarinas, los integrantes de la Dinara que representan a Uruguay en este trabajo se reunieron para hablarnos de este tiburón amenazado y de la investigación en la que participaron, que por primera vez crea un modelo de distribución potencial para la especie en la región.
Héctor y Javier Calimares durante el desmalle, la tarea de sacar el pescado de la red. Héctor saca un tiburón sarda, una especie que se pesca a pocas millas de Cabo Polonio (archivo, noviembre de 2017).
La semana del tiburón
Primero, las presentaciones. “La sarda es una especie de crecimiento lento y de baja fecundidad, que tiene dos crías cada dos o tres años. Demora muchos años en alcanzar la madurez sexual, hasta 14 en las hembras”, dice Laura Paesch. Como ocurre con otros tiburones, estas características la convierten en una especie vulnerable a la explotación pesquera, con poca capacidad de reponerse poblacionalmente en caso de una extracción persistente.
Entre las especies grandes de tiburones que se arriman a la costa en Uruguay es quizá la más icónica. “Ayuda a eso especialmente esta época, en lugares como Punta del Diablo, cuando los pescadores desembarcan en la playa con varios ejemplares”, agrega Federico Mas. Es la forma más frecuente en que el público general las ve, aparte de las veces en que aparece como trofeo de pesca en Maldonado (en 2021, por ejemplo, varios medios publicaron las fotos de un ejemplar enorme, colgado de un autoelevador en las calles de Punta del Este).
Estos tiburones enfrentan una existencia desafiante incluso antes de nacer. Son oófagos y adelfófagos, lo que, para expresarlo más gráficamente, los convierte en caníbales intrauterinos: el embrión de mayor tamaño devora a los más pequeños en el vientre materno, así como los huevos no fertilizados que produce la madre.
En el artículo, los investigadores aclaran que históricamente la especie ha sido capturada intencional y accidentalmente por la pesquería artesanal, industrial y recreativa. Algunos estudios estiman que su población se redujo 80% en el Atlántico Suroccidental en los últimos 74 años (tres generaciones), aunque los investigadores uruguayos llaman a manejar con mucha cautela estos números, justamente por los baches de información que hay a lo largo de su distribución.
Las estadísticas de nuestro país correspondientes al siglo XX muestran que se lo ha registrado cada vez menos en las distintas pesquerías, pero esta merma no está ligada necesaria o únicamente a una disminución de las poblaciones por efecto de la explotación. “La pesca tuvo su impacto sobre las especies de tiburones en general, pero también incidió el cambio en el mercado, que hizo que las pesquerías tradicionales se fueran transformando y se dedicaran a otras especies”, explica Santiago Silveira.
En Uruguay, la sarda y otras especies de tiburones se convirtieron en objetivo de las pesquerías a partir de la década de los 40. Eran capturadas para producir aceite de hígado de pescado como fuente de vitamina A y también para preparar el pescado seco salado o “bacalao criollo”, que fue dejando de consumirse cuando surgieron nuevas formas de comercializar el pescado.
“En realidad no sabemos la cantidad que había antes y si disminuyó o subió, sino que hubo un momento en que en Uruguay se la dejó de pescar en forma dirigida. Sabemos sí que en Brasil se siguió pescando hasta que las capturas disminuyeron y que en Argentina hay bastante pesca recreativa de la especie. Hay un desconocimiento general del estado poblacional que no permite dar cifras exactas, pero sí abrir los ojos, sobre todo por su lento crecimiento, su baja fecundidad y porque las áreas de parición están muy cerca de la costa”, acota Martín Laporta.
Pero para empezar a entender lo que está pasando con el tiburón sarda y conservarla, primero hay que entender los patrones de distribución de la especie y establecer cuáles son los ambientes idóneos que tiene nuestra región, que es exactamente lo que hizo este trabajo.
Se la llevó el tiburón
El equipo recopiló registros de sardas disponibles en su rango de distribución en el Atlántico Suroccidental (desde Cabo Frío en Brasil a Chubut en Argentina), en el período que va desde 1993 a 2024. Incluyeron observaciones directas, avistamientos, datos de captura de las distintas pesquerías e información de observadores científicos a bordo de pesqueros o buques de investigación.
Luego usaron modelos estadísticos para relacionar los puntos de estos registros con información disponible en la región sobre algunas variables ambientales de relevancia para la especie, como la temperatura del agua (superficial y de fondo), la salinidad del agua, la turbidez, la batimetría (la topografía del fondo marino) y la productividad primaria.
De este modo, pudieron hacer una primera aproximación de la distribución potencial de la sarda en el Atlántico Suroccidental. En otras palabras, entender dónde se encuentra, dónde podría estar y cuáles son sus patrones de movimiento, información básica para identificar las zonas en las que vale la pena centrar los esfuerzos de conservación.
El modelo tiene sus limitaciones, como ellos mismos admiten, pero es promisorio y puede ajustarse con futura información. “Lo ideal es tener muchos más registros a lo largo de toda la costa, más balanceados y con valores ambientales que tengan más precisión; eso sin dudas va a ayudar a mejorarlo muchísimo”, explica Sabrina Riverón, quien estudió la dieta de esta especie como parte de su tesis de doctorado.
En total, recopilaron 383 puntos de ocurrencia del tiburón sarda (192 en Brasil, 108 en Uruguay y Argentina) que englobaron un total de registros de 1.349 ejemplares. El mes con más cantidad de presencias fue por lejos enero (28,3%), seguido de noviembre (15,6%) y febrero (12,7%). La mayoría de estas ocurrencias se dieron en zonas cercanas a áreas costeras.
El análisis de las observaciones sugiere que hay un patrón migratorio de la especie que la lleva a aguas menos profundas y más cálidas durante los meses de verano y el otoño temprano, comportamiento probablemente asociado a la reproducción y las zonas de cría o alimentación. Datos más completos, que no dependan en medida tan grande de la pesca, quizá permitan en el futuro confirmar esta hipótesis, que los autores manejan aquí con cautela.
Si buceamos un poco más en la información que proporcionaron estos modelos, ¿dónde es más probable encontrar a este tiburón a lo largo de nuestras costas y cuáles son sus ambientes idóneos?
A toda costa
La variable ambiental más relevante para la sarda, según el estudio, fue la batimetría. Las ocurrencias de esta especie se registraron en profundidades entre 1 y 60 metros, con la mayoría entre 1 y 20 metros. Los ambientes amplios y poco profundos, particularmente entre Uruguay y el sur de Brasil, serían altamente idóneos para este tiburón, especialmente aquellos con formaciones rocosas, como cuevas, restingas e islas, en los que suelen reunirse varios ejemplares.
Para Uruguay se obtuvieron otros datos relevantes, gracias a la información valiosa que han ido recopilando los integrantes de Dinara. “Los registros recientes de neonatos y juveniles y la presencia de agregaciones en islas y puntas rocosas en verano, con capturas ocasionales de todos los estadios a lo largo del año, parecen apoyar que la costa este de Uruguay también podría ser ecológicamente relevante como área de cría y/o crianza. Ocasionalmente, hembras preñadas también han sido registradas en Uruguay entre octubre y noviembre, agregándose en las mismas áreas en años consecutivos”, señala el trabajo.
Agrega que la aparición secuencial de adultos (machos y hembras), en algunos casos hembras grávidas, y la posterior presencia de juveniles en Uruguay, “es consistente con el conocimiento local de los pescadores, quienes observaron que las capturas ocurren en los mismos sitios y período en cada año”.
El artículo señala que estas áreas ecológicas relevantes para la sarda están en línea con otros estudios que han catalogado a Uruguay y el sur de Brasil como áreas prioritarias para la conservación, debido al alto número de especies de condrictios endémicas y amenazadas.
En resumen, la investigación nos ayuda a entender la presencia y movimientos de esta especie amenazada en la región y revela varias áreas relevantes para su conservación, algunas de ellas en nuestro país. También deja claro que estos tiburones no reconocen límites geográficos y que lo mismo debería ocurrir con los esfuerzos por su conservación.
Mercosur de las sardas
“Estos esfuerzos sólo serán efectivos si se diseñan en forma coordinada entre todos los países del Atlántico Suroccidental, considerando el comportamiento migratorio de la especie”, advierten los investigadores en sus conclusiones.
Agregan que es un “primer paso” hacia el objetivo de destinar recursos de los tres países para implementar mejor las áreas marinas protegidas existentes y crear otras nuevas que ayuden a proteger a esta y otras especies amenazadas de tiburones, animales que en su rol de depredadores tope son fundamentales para mantener un equilibrio sano en los ecosistemas oceánicos.
En cuanto a Uruguay específicamente, el equipo apunta a afinar más los datos a nivel local para identificar mejor las zonas más sensibles para la especie y entender también el grado real de amenaza que sufre.
Para Federico Mas, lo primero que debería hacerse es un monitoreo sistemático y exhaustivo de las capturas de esta especie en todas las pesquerías (recreativa, artesanal, industrial) para entender el impacto en las poblaciones de este tiburón. “En el fondo, hoy no sabemos cuántas sardas se pescan en Uruguay. Esto dificulta enormemente la capacidad para cuantificar el impacto que puedan tener las pesquerías y determinar el estado de la población”, aclara.
Actualmente, en Uruguay no existe ninguna prohibición o restricción para la pesca de la sarda excepto las que rigen de forma genérica, como las pautas de las áreas marinas protegidas. Por ejemplo, la sarda es una especie prioritaria en el área Cerro Verde e Islas de La Coronilla y no puede pescarse en la zona de intervención mínima.
Aplicar medidas, opina Inés Pereyra, tendría que venir de la mano de un acuerdo con los pescadores para garantizar una pesca sustentable, que les permita también continuar con esta actividad.
Una de las medidas que ya podría implementarse, según Martín Laporta, es exigir a los pescadores recreativos que devuelvan vivas al mar las sardas en caso de capturarlas o al menos establecer un cupo.
“Cuando uno genera este tipo de conocimiento, por supuesto que se pone a pensar mecanismos de protección. Hablamos de una especie vulnerable y es lógico que se consideren medidas de manejo específicas, porque como muestra el trabajo hay una parte importante del núcleo de distribución en el país”, dice Santiago.
Uruguay puede parecer muy pequeño al lado de dos gigantes como Brasil y Argentina, pero tiene importancia para la sarda, tal cual muestra esta investigación. También, pese a su tamaño, es fundamental para su conocimiento y conservación. Buena parte de los datos del trabajo, entre ellos algunos de los más interesantes y novedosos, surgen de los estudios de los científicos y científicas de la Dinara. Sus investigaciones quizá ayuden a que en el futuro el tiburón sarda cambie su estatus en los medios y pase de ser un “monstruo temible” a un distinguido símbolo de la conservación de nuestras costas.
Artículo: Environmental and spatial modeling of the critically endangered sand tiger shark, Carcharias taurus, in the Southwest Atlantic Ocean
Publicación: Environmental Biology of Fishes (enero de 2025)
Autores: Guilherme Burg, Renato Hajenius, Patricia Charvet, Martín Laporta, Federico Mas, Santiago Montealegre, Laura Paesch, María Palacio, Inés Pereyra, Sabrina Riverón, Fernanda Andreoli, Santiago Silveira, Rodolfo Vögler y Juan Martín Cuevas.