El siglo XX encontró a Colonia del Sacramento con una tradición artística muy pobre. En el siglo anterior apenas se había dado la aparición esporádica de pintores, todos de mérito menor.
En la década de 1880 arribó a Colonia el pintor Domingo Rondinelli a ejecutar algunas obras religiosas; y en el último año del siglo XIX se llevó a cabo una exposición del artista coloniense Ricardo Aguilar, que había realizado sus estudios en Buenos Aires; viéndose en medio, una serie de modestos artífices, que podían ser a la vez pintores y fotógrafos, destacados por sus dotes de “buenos copistas”. Esta chatura del ambiente aldeano será heredada por el nuevo siglo.
La situación, sin embargo, comenzaría a cambiar al producirse transformaciones económicas y sociales. En 1901 se inaugura el ferrocarril con Montevideo, cortando la excesiva ligazón marítima con Buenos Aires. En 1910, con la apertura del Complejo Turístico del Real de San Carlos, promoviendo un turismo internacional, se incrementan las actividades, tanto desde lo económico como desde lo cultural.
Para las décadas de 1940 y 1950 Colonia tendrá una doble expansión en la industria y el turismo. En 1945 queda inaugurado el hotel “El Mirador”, cuyo proyecto original realizara el arquitecto Julio Vilamajó; mientras que la fábrica textil “Sudamtex”, ya en funcionamiento, terminará las obras de su edificio en 1951. En ese entorno vendrán a Colonia diversas personalidades que removerán su vida cultural.
Una pintora aprende a enseñar
Cuando la pintora y escultora María Freire (1917-2015) tenía 27 años se encontraba llena de inquietudes, ansiosa de una modernidad plástica que no había llegado plenamente al Uruguay. Su formación había sido tradicional, teniendo como uno de sus profesores al escultor Antonio Pena. Por él había conocido a Rodin, Bourdelle y Maillol, si bien antes conoció al escultor Georg Kolbe a través de publicaciones alemanas.
Después, también mediante revistas de arte, sobre todo francesas, descubrió el cubismo, el arte africano, la obra de Lipchitz, Brancusi, Archipenko y todo las corrientes de “vanguardia”. Cuando vino a Colonia en 1944 ya esculpía y había comenzado a pintar, buscando sintetizar y comunicar este cúmulo de experiencias.
Intervino en un concurso de oposición para enseñar dibujo en enseñanza secundaria, y luego de ganarlo se le adjudicaron clases en Rivera. Al solicitar estar más cerca de Montevideo, fue trasladada a Colonia. Aquí se iniciaba como profesora.
“Me fui a Colonia para ver qué era la enseñanza”, recuerda. “Entonces tuve esa sorpresa, que al enfrentarme a los alumnos, me di cuenta que no podía dar ese programa tan caduco. Que yo había cambiado, y que ese misterio de la intuición que lleva a querer otra cosa, sin saber lo que sea, se lo tenía que transmitir a ellos.”(*)
Además de dar clases en el Liceo Departamental Nº 1, lo hizo en la Escuela Nº 2 “de niñas” y en Magisterio, enseñando incluso historia de la música (afición que le venía desde su juventud) por no haber profesor. Pronto esos tanteos iniciales fueron dándole confianza. “Les enseñaba a los alumnos lo que era forma, ritmo, espacio, y a la vez me lo iba reafirmando”.
Tertulias y Art Madí
En los ratos libres que le dejaba la docencia, Freire se reunía con algunos amigos montevideanos que estaban en Colonia, con quienes conversaba sobre arte y temas diversos. Esas tertulias eran frecuentadas por el poeta y político Luis Hierro Gambardella, que se desempeñaba como secretario de la Intendencia (“con el cual habíamos trabajado en el movimiento antifranquista ‘España’”), el arquitecto Luis A. Mazzini, que realizó la fuente y el escenario para orquesta de la plaza “25 de Agosto” y otras obras por el departamento de Colonia, y el ingeniero Martín Zorrilla.
“En esos años se encontraba Vilamajó en Colonia porque se estaba haciendo El Mirador y entonces comíamos todos juntos”. Entre 1944 y 1952 frecuentaban la ciudad, interviniendo en diversas actividades, los arquitectos Mario Buschiazzo y Juan Giuria, con quien Freire tuvo amistad.
“Era profesor de historia de la arquitectura en la facultad, y cuando a mí me nombraron profesora en preparatorios de arquitectura, él me ayudaba a preparar las clases. Pero yo daba lo que me parecía, porque a pesar de la admiración que le tenía, mis inquietudes eran otras. El me empezó a traer libros y revistas de la facultad, que después que acabó la guerra [2da. Guerra Mundial] llegaban desde Europa y los Estados Unidos. Por mi parte, compraba revistas de arte argentinas como ‘Nueva Visión’ y ‘Ver y Estimar’. Con las láminas de esas revistas hacía álbumes, que además mandaba preparar a los alumnos con el material que conseguían”.
En esas décadas había llegado también a Colonia otro profesor de dibujo, para dar clases en UTU. Carlos María Rothfuss o Rhod Rothfuss, como se lo conocía en los círculos artísticos, fundó junto a Gyula Kosice y Carmelo Arden Quin el movimiento abstracto rioplatense de arte “Madí”.
Así lo recuerda Jorge B. Rivera, historiador del arte argentino: “Discípulo de Joaquín Torres-García, dueño de una completísima biblioteca de arte, casi ornitólogo y gran frecuentador de tertulias de café, con esa pausa y minuciosa devoción de los orientales por la charla o la polémica que se desgrana entre pocillos, Rothfuss puede ser considerado como uno de los teóricos más originales del grupo, al que aporta la problemática inédita del marco ‘recortado’, y con ella la posibilidad de superar (o de replantear desde una nueva perspectiva crítica) la vieja convención naturalista del cuadro entendido como ‘ventana’ abierta sobre un fragmento de universo ‘representado’.”
Motivada por las ideas plásticas de Rothfuss, M. Freire efectuó algunas esculturas articuladas enmarcadas en la corriente “Madí”. “Me entusiasmé con el arte en movimiento e hice una escultura móvil con el herrero Frey”. Rothfuss se hospedaba en el Hotel Colonial y solía pintar en su habitación, según lo recordaba el escultor coloniense Horacio Faedo, amigo suyo en esa época. Con el dueño del hotel, Gatti, jugaban al ajedrez, una de las pasiones del artista. “De noche nos íbamos a charlar con él de arte al Centro Unión Cosmopolita”, rememora Freire.
En 1952, en compañía de otros madís y artistas dedicados a la abstracción, Freire expuso en Montevideo en la Facultad de Arquitectura y en la Asociación Cristiana de Jóvenes; en 1954 lo haría junto a Antonio Llorens en la Galería Salamanca; y en 1955 en el Subte Municipal, en la exposición titulada “19 artistas de hoy”. Pasado ese período Freire se alejaría de la estética Madí, abordando otras sendas de la abstracción y el arte concreto.
El crítico de arte Nelson di Maggio sostiene que el arte Madí, como movimiento rioplatense, tuvo tres puntos clave: Montevideo “como base augural”, Buenos Aires como “proceso fundacional y expansivo” y Colonia del Sacramento con un “sentido didascálico”. Este aprendizaje que se produjo en la última ciudad, de la mano de Rothfuss y Freire, será decisivo en la obra posterior de Faedo, un artista que se ha declarado seguidor de la corriente Madí.
Cuando el salón es el mundo
Las clases se dictaban en un clima animado, “fermental” para los alumnos. Freire ponía música clásica mientras se trabajaba. En la Escuela Nº 2 tenía un teatro de títeres, con las marionetas hechas por los alumnos.
“Estando en Colonia ingresé en muchas cosas, y una de ellas fue la Asociación de Amigos del Sodre, que había creado Zavala Muniz. Él mandaba espectáculos para el interior, y a mí me encargó la parte de cine. Yo elegía para traer lo que me entusiasmaba: ‘El acorazado Potemkin’, ‘El Gabinete del Dr. Caligari’, ‘Un sombrero de Paja de Italia’. Un viejito de apellido Durán –medio sordo– era el encargado de proyectarlas”.
Las películas las daban en los salones del Liceo y en el Cine Stella (donde se exhibió una película con ilustraciones de la Edad Media), teniendo que acompañar con música de un disco las que no tenían sonido. En 1949 la Comisión de Amigos del Sodre organizó un ciclo de cine arte, proyectando cine ruso.
“En ocasiones bajábamos a las barrancas frente al Liceo y dibujábamos ahí”. Era importante que el alumno tomara contacto con la naturaleza, aprendiendo con una libertad que se podría ver constreñida en los límites del salón de clases. En febrero de 1945, se realizó en la playa “Las Delicias” un concurso de construcciones de arena “para menores”, del cual Freire junto a Mazzini y Zorrilla, fueron jurados.
Descubriendo a un artista
Ese día, luego de plantear el problema en el pizarrón, uno de los alumnos no trabajaba. La profesora Freire se acercó a su banco y preguntó por qué no dibujaba. “Porque no tengo pinturas”, fue la respuesta. “¿Y por qué no tienes pinturas?”. “Es que es el primer día que vengo”. Así conoció a Enrique Aguirrezabala, hijo de un antiperonista exiliado, que luego se convertiría en un destacado artista dentro de la abstracción.
Freire fue a buscar una caja de “New Pastel” que llevaba de repuesto y se la entregó. “En un momento resolvió el tema planteado. ‘Tienes mucha facilidad’ le dije. ‘No sé’…”, contestó tímido. “‘En la segunda hora puedes dibujar lo que quieras’, y fue entonces que descubrí su enorme talento. Como poníamos música en la clase, comenzó a dibujar bailarinas, una tras otra, y las iba arrojando al suelo. De ahí lo invité al taller particular que tenía, en donde el que podía pagaba y el que no entraba gratuitamente”.
Exposiciones: arte abstracto en Colonia
“Ya en 1944 presenté una exposición de alumnos, en la que colaboró el Municipio mediante L. Hierro. Los bastidores los hacía Mazzini. Durante la muestra poníamos música en la sala de Gershwin, Ravel, Liszt…”. En algunas inauguraciones se interpretó música al piano por parte de los alumnos, estando entre ellos el futuro escritor Emerson Klappenbach.
En la exposición liceal de 1951 hubo una sección dedicada al arte Madí y al cubismo. Rothfuss incluso ayudó a colgar algunos cuadros. “Arte Madí: los cartones de este grupo son la novedad de esta exposición y una verdadera primicia. Nueva concepción del Arte, [que] conquista fácilmente al visitante”, fue el comentario aparecido en el periódico La Colonia, en su edición del 7 de diciembre de ese año.
Líneas abajo el cronista comparaba a la estética Madí por su modernidad, con la música atonal de Schönberg. La portada del catálogo ejecutada por Emilia Cestona, es de un estilo claramente Madí. Con estas exposiciones montadas por Freire era la primera vez que se veía en Colonia, al menos con tanta sistematicidad, arte abstracto; yendo en sus formatos desde un lirismo inspirado en Kandinsky a soluciones de mayor geometrismo.
Una despedida con arte romano
Rondando el año 1955 María Freire deja Colonia. “Había que trasladar a dos profesoras, a Maruja Cruz y a mí. Solicitábamos por esos años el traslado, pues ella se había casado y yo había conocido al pintor Costigliolo” (que luego sería su esposo).
En el hotel “El Mirador” le hicieron una despedida, “y me obsequiaron un libro de arte romano”, el cual con el pasar de los años todavía conservaba. Con su partida quedó cerrado un capítulo en la cultura de Colonia. No dejó influencias, ni continuadores directos. Trató de despertar la sensibilidad estética de los alumnos y se alejó consciente de haberlo logrado.
(Los entrecomillados fueron tomados de una entrevista que realizamos a la artista el 16 de setiembre de 1998)