Santa Ana, el boscoso balneario ubicado a 20 kilómetros de Colonia del Sacramento, ha triplicado su población en pocos años: de 300 habitantes que vivían hace menos de un década pasó a casi 900, cantidad que se multiplica por cuatro o cinco en cada temporada estival.
El crecimiento poblacional del balneario ha sido acompañado por la expansión y creación de un movimiento cultural que va ganando espacios y adeptos. El atractivo natural del balneario, junto al componente cultural, genera una fusión que parece venirle muy bien a ese lugar.
En diciembre pasado, Gerónimo Olmando abrió las puertas del café La Resistencia. Olmando es licenciado en Ciencias de la Comunicación, trabaja de lunes a viernes como consultor de Asuntos Públicos en una agencia de comunicación en Montevideo y los fines de semana viaja a Santa Ana para “bajar un cambio, disfrutar del bosque, del lugar y de una taza de café”.
“Más allá de los objetivos personales, esta idea surgió para poder pertenecer a un entorno, a una comunidad, y brindarle un espacio donde podés tomarte un café en el bosque”, dijo Olmando a la diaria. “Desde que comenzamos el proyecto pretende ser colectivo y que la cafetería sea un espacio para todo el movimiento cultural que hay en Santa Ana”, destacó.
El balneario coloniense ya cuenta con propuestas culturales muy variadas. Por ejemplo, allí funciona un estudio de grabación hecho en barro, también se realizan producciones musicales, exposiciones de pintura, lecturas de poesía, y se reúne un grupo de vecinos que tiene como objetivo la preservación del bosque, entre otras actividades. “Disfruto la experiencia de estar en un lugar maravilloso y preparar un café de especialidad para cada uno de los clientes que nos visitan”, explicó Olmando. Para este emprendedor, “la cafetería no deja de ser un espacio político con otra perspectiva. El tiempo y las charlas me llenan de experiencia”.
La cafetería tiene un nombre especial. “Nuestra propuesta es bajar un cambio, disfrutar del bosque, del tiempo, no enloquecer al momento de preparar y tomar una taza de café. Pretendemos ser resistencia a la vorágine de la ciudad, de la vida; pretendemos ser una resistencia cultural”, explicó Olmando.
Para el hombre nacido en Juan Lacaze, La Resistencia no es un pasatiempo, sino “un negocio, y además un desafío personal, que debe ser rentable”.
Más allá de ser considerado un trabajo, Olmando aclaró que “disfruto de cada momento, desde ir a comprar los granos de café en bicicleta en Montevideo, la preparación para venirme para el bosque el viernes de noche, como también la de preparar los equipos y prepararme yo, porque el sábado de mañana ya estoy listo para recibir a los clientes”.
“Asumí la responsabilidad del negocio con el sentido de resistir, porque muchas veces los emprendedores llegamos a un punto en que el proyecto no camina o no crece como pensábamos, y es ahí donde resistimos o tiramos todo por la borda”, dijo Olmando.
Un café de especialidad
El café “de especialidad” ingresó hace poco más de cinco años a Uruguay y en un corto tiempo se instalaron más de 40 cafeterías en Montevideo; posteriormente, ese movimiento se expandió a la costa del este uruguayo.
La Resistencia apuesta a ofrecer café de especialidad a los clientes que visitan ese lugar. “Una de las patas del proyecto es la de poder expandir este estilo de café al oeste de Montevideo y hacerlo conocer”, apostó Olmando.
“Uno de los componentes que precisa el café de especialidad es el tiempo. Cada receta necesita que generes un proceso, y por ende, es un tiempo en el cual estoy disfrutándolo, muchas veces junto con el cliente”. “Trato de vivir una experiencia y disfrutar cada momento con las personas que visitan la cafetería”, destacó el joven sabalero.