Aunque la historia del gato y el perro comenzó de manera similar en nuestra vida y hoy en día ambos cumplan funciones de mascota, hay algo claro: no existen gatos toy de 800 gramos y otros de 45 kilos. Todos son más o menos parecidos. En cuanto a la domesticación, se la puede entender como dos instancias. Para empezar, se define como animal doméstico aquel que, luego de adaptarse a la convivencia con nosotros, es útil a nuestros intereses. En este sentido el gato claramente lo es.
El segundo atributo no es tan nítido, puesto que domesticar es también el poder de manipular la reproducción de una especie y desarrollar así características genéticas y físicas distintas a las de la especie salvaje. Pero en el gato esa maniobra no fue a fondo, comparada con su primo canino. Su apareamiento no fue minuciosamente controlado y dirigido por terceros, sino que se dio prácticamente solo, a medida que el bicho se imponía en las nuevas urbes. Y digo prácticamente porque en algo nos involucramos. Los gatos más sociales con nosotros, menos agresivos, tendientes a quedarse en los alrededores del hogar, eran los que daban descendencia acorde a esas peculiaridades. Los otros, más esquivos a la convivencia con el ser humano, se reproducían lejos.
Incluso algunos autores sostienen que el gato que conocemos actualmente no es totalmente doméstico, ya que puede volver a la autosuficiencia –es decir, que no necesita del hombre– si las condiciones están dadas.
Igualmente, en un momento lo intentamos: quisimos crear razas felinas tan o más variadas que las caninas, pero no se pudo. La primera cría selectiva, estudiada y planificada se produjo en el año 999 en Japón. Sin embargo, el plan de sistematizar y controlar su domesticación no duró demasiado, ya que cerca del año 1600 los ratones comenzaron a devastar la producción del gusano de seda y los japoneses se dejaron de pavadas: se vieron obligados a liberar masivamente a los que tenían en cautiverio para volver a poner la casa en orden. Por lo tanto, luego de aquel momento los gatos volvieron a trabajar en el control de plagas y se dejó de lado la reproducción digitada. Junto con eso, se perdió el control reproductivo basado en características amigables para el hombre, como la docilidad, la sociabilidad, el ánimo lúdico, ante otras menos aceptadas. Esa podría ser una de las causas por las cuales estos animales presentan notorias diferencias individuales en su temperamento. Algunos son más curiosos, aceptan plenamente las interacciones con las personas y juegan, mientras que otros se comportan al revés.
Quizás esa dualidad, que va de la independencia al respeto, entre otros rasgos de su personalidad, influyeron para que el gato lograra los mismos beneficios que los perros por parte de los humanos, pero por caminos diferentes.
Por suerte el gato no tiene consciencia histórica, así que no recuerda cómo fue tratado durante la época de la Inquisición. Si bien sabemos que aproximadamente cinco millones de mujeres fueron quemadas por brujas, no tenemos idea del número de gatos que, acusados de ser sus cómplices, corrieron la misma suerte.
Es que la convivencia del gato con el hombre ha atravesado distintas etapas. Esta criatura ha sido vista como una deidad que nos trae beneficios, como un mensajero de la mala suerte, como un trabajador altamente especializado e incluso como la mascota del Diablo. Así, adoración, odio, necesidad y cariño son algunos de los muchos sentimientos que el hombre ha sentido por el gato. De hecho, entre sus cualidades deberíamos reconocer la resiliencia, ya que ha sabido sobrevivir a genocidios y rechazos permaneciendo a nuestro lado hasta hoy.
A principios de la década del 80 el etólogo Paul Leyhausen sugirió la siguiente imagen para describir esa relación: el gato sostiene un espejo frente a nosotros que nos permite observarnos. Quizás lo que quería decir era que el gato, simplemente, tiene muchas veces lo que nosotros no tenemos: independencia y compromiso, además de la capacidad de elegir sin someterse a autoridades o reglas jerárquicas, viviendo de acuerdo a lo que su voluntad y su placer consideran conveniente.
Para terminar con el tema de las razas, no se sabe con certeza el número que existe actualmente, ya que, dependiendo de la federación que atienda el teléfono, puede oscilar entre 42 y 75.