Igual que los caminos, casi todas las razas conducen a Roma. Los perros conocidos como molosos eran muy preciados por los romanos, y no sorprende. Por definición, un perro moloso se caracteriza por estar muy salado: musculoso, cabezón, de mandíbula grande y hocico corto en apariencia, es guapo a la hora de cuidar el ganado o tener que pelear. A medida que esta gente, los romanos, conquistaba lugares y se apropiaba del comercio y los recursos, también se copaba con los perros de la vuelta. Un tiempo antes, un tal Alejandro Magno fue, según se dice, el encargado de difundir este tipo de animales por Europa. Lo que no está del todo claro es si se originaron en su Grecia natal o si fueron apropiados tras la victoria sobre el Imperio persa. Hasta ahí todo bien, pero ¿en qué momento Alejandro fue a Bariloche y llevó a estos perros?, se estarán preguntando. Si bien la nieve es el paisaje cantado de estos bichos, nada tiene que ver Bariloche y ya veremos por qué. Aproximadamente 1.000 años después de la crucifixión y muerte (o no) del carpintero, estos perros molosos, un tanto más especializados en temas de frío, ya andaban por los Alpes, donde se los usaba para vigilar, pastorear y transportar, así como para búsqueda y rescate.
No se sabe mucho si los precursores del san bernardo fueron producto de la cruza de los antiguos molosos que popularizó Alejandro Magno con otros perros de la zona o si fueron resultado del cruce de esos mismos molosos con otros perros de origen tibetano. De hecho, existen figuras talladas en palacios de la zona, que datan del siglo VII a. C., muy similares a lo que conocemos hoy como san bernardo.
En el año 1049 el francés Bernardo de Menthon, que tenía un rango bastante elevado en el clérigo católico, andaba por aquellas montañas con el fin de difundir su fe. En uno de los pasos entre los Alpes que permitían el tránsito, a unos 2.500 metros de altura, fundó un hospicio. Obviamente, no lo creó solo sino con algunos compañeros que estaban en la misma, acompañados de unos perros grandotes (similares a un san bernardo) cuyo origen era suizo. Los sacerdotes del lugar empezaron a entrenar a esta raza, que figura en los documentos desde 1707, para tareas de escolta y especialmente como perros de salvamento de aquellos caminantes que se perdían en la montaña.
¿Y Bariloche? Ni noticias. Hasta ahora estos perros estaban limitados al paso de montaña del gran monte St. Bernhard –Bernardo, para los amigos–, ubicado en Suiza. Pero hacia 1800 Napoleón Bonaparte y sus soldados utilizaron ese pasaje y se toparon con el perro hasta entonces reservado para los curas. En unos pocos años Napoleón se encargó de muchas cosas, entre otras, de dar a conocer esta raza por el viejo continente.
El Maradona de estos nenes era Barry, un cachorro nacido en 1800 en el hospicio original y que, según relatos, llegó a salvar a más de 40 personas. Fue tal la fama del perro que, además de vivir casi 15 años (por encima de la media de la raza), su cuerpo fue donado al museo de ciencias naturales de Berna y, tras ser embalsamado, aún saluda a los visitantes.
A mediados de 1887 la raza fue reconocida oficialmente y se estableció su origen en Suiza. Es tan suizo que, hasta la fecha, el san bernardo es el perro nacional de ese país. Como el cimarrón nuestro, básicamente. Otro dato a tener en cuenta, sobre todo para aquellos que están con ganas de meterse en una montaña y de paso tomarse algún licor fuerte: lo del barril que cuelga del collar del perro con brandy adentro es un invento. La leyenda comenzó en 1831, cuando el artista inglés Edwin Landseer pintó una escena titulada Mastines alpinos reanimando a un viajero en apuros, donde se ve a dos san bernardo, uno de ellos con el clásico barrilito. Como el artista era del gusto de la reina Victoria I, el cuadro se popularizó y con él, la imagen del barril anexada al perro.
Por la década de 1960, la gente que viajaba a Bariloche se sacaba fotos que pretendían ser tradicionales frente al centro cívico del pueblo. Lo curioso era que la postal iba acompañada de un mono (sí, un mono). Luego posaron con ciervos, vivos primero, después embalsamados, hasta que a un fotógrafo se le ocurrió pedirle a una señora el extraño pero fotogénico perro que la acompañaba. Esa idea fue relativamente contemporánea. Por ende, el nexo Bariloche-san bernardo no tiene más de 50 años y el motivo de su rápida popularidad no se debió a sus habilidades como rescatista, sino a las capacidades empresariales de los locatarios.
San Bernardo
Con una altura promedio de 70 a 80 centímetros, estos perros pesan entre 50 y 90 kilos y viven aproximadamente diez años. Dentro de los trastornos más comunes de la raza se destaca la dilatación gástrica, problemas articulares, como displasia de cadera, afecciones cardíacas y deficiencias oculares, relacionadas con la ubicación de sus párpados con respecto al ojo, conocidas como entropión y ectropión.