“Yo sentía que necesitaba un corrimiento en cuanto al primer álbum, porque no lo soporto, estoy a un pelo de bajarlo de todos lados; no quiero que exista. Es una cuestión fuerte de producción y de arreglos. Me gustan las canciones, pero no soporto la música”. Así, de frente y sin ningún eufemismo, la cantante y compositora Alfonsina describe los motivos que la llevaron a despacharse con un cambio radical –estético y sonoro– entre El bien traerá el bien y el mal traerá canciones (2014), su disco debut, y Pactos (2017), su más reciente álbum, que tocará el viernes a las 23.30 en el bar Inmigrantes. No obstante, a Alfonsina le gustan las canciones de aquel primer disco, y todavía hay varias que interpreta en vivo, pero en formato minimalista, a guitarra y voz, como eran originalmente, y no arropadas por detalles de producción que, confiesa, no sabía gobernar en ese momento. Por eso no se quedó con las ganas e hizo este disco tan personal, que es sin dudas uno de los mejores de 2017.
Entre los cambios más personales que se mandó en Pactos está el de nada menos que su voz. No solamente está más aguda, sino que también hay múltiples pistas de su voz, como en “La noche exige”, en la que en una pista canta una octava arriba, y en otra, una octava abajo. “Fue para aceptar la multiplicidad de voces. Me parecía un retrato más honesto, porque yo soy varias voces. Hay una que es muy grave y otra muy aguda. Se puede pensar como el costado masculino y el costado femenino, y están ahí, juntas. Una tiene que ver con lo más profundo, lo más cerca de la tierra; y la otra, con lo más cerca de la cabeza, en cuanto a la técnica del canto”, explica Alfonsina.
“La noche exige, ya no puedo parar a pensar / no puedo pensar en parar. / Ah, será mi debilidad esa sensibilidad”, canta en “La noche exige”.
Además del diálogo entre sus propias voces, Alfonsina trabajó la conversación entre los instrumentos, como se nota desde el primer tema de Pactos, “Ese frío vacío”, que arranca con un riff pegadizo, bordonero y caminante, que después le pasa la posta al bajo para que la viola quede libre y se mande destellos a placer. Todo está articulado con un concepto de producción bastante minimalista que deja espacios para que –en palabras de la compositora– el escucha “meta su universo”. “Porque si lleno todo de arreglos estoy arreando el ganado de tu interpretación y me pierdo del contacto con el otro. Eso es lo que reprocho al disco anterior: todo está demasiado narrado, la letra te lleva tanto que no queda espacio. Yo quería ese espacio de intercambio, porque en vivo es crucial”, cuenta la cantante.
“No soy / lo que quieren hacer conmigo, / no no soy / lo que quieren hacer conmigo, no / no soy / ese frío vacío”.
Uno de los pinceles con los que Alfonsina colorea su música es su inseparable guitarra Fender Telecaster Custom, un modelo con un sonido muy personal y distinguible. La cantante la compró hace muchos años, cuando trabajaba vendiendo ropa y sólo tenía una viola Godin, de esas jazzeras con caja grande. En esa misma oportunidad también compró el bajo Squier, instrumento que también toca en Pactos, además de los teclados. Adquirió ese paquete instrumental sin saber qué iba a hacer con él, y así se dio cuenta del “sonidazo” que tenía la Telecaster y también de cuánto le gustaba tocar las cuatro cuerdas.
Fue así que Alfonsina tomó los instrumentos que tenía a mano –los del equipo básico de una banda de rock– para cultivar un sonido nuevo, en el que es difícil encontrar cualquier atisbo de uruguayidad. La cantante y compositora PJ Harvey es la referencia que a muchos se les viene a la mente al escuchar a Alfonsina, pero ella dice que, si bien le gusta, no la escuchó tanto como para que el sonido de la inglesa se cuele entre sus influencias. Alfonsina explica: “En mi álbum hay más de Charly García, de St. Vincent y de Eduardo Mateo. La canción ‘Algo llama’ es muy Mateo, de raíz, lo que pasa es que al sonorizarla de manera contemporánea, algunos no lo captan. Me acuerdo de mostrarla a alguien en una maqueta que me dijo que era como Incubus. Me explotó la cabeza, porque era lo último que se me hubiera ocurrido. Pero ahí es donde entra el otro, y eso lo respeto mucho. Muchos escuchan a PJ Harvey y me relacionan con ella, pero no piensan en ‘Promesas sobre el bidet’”.
Cada cual tiene un trip en el bocho, y así como el escucha puede sentir referencias a este o a la otra en la música de Alfonsina, la cantante a veces elige ciertas escalas para aludir al misterio, como es el caso de “Juego con fuego”, donde su Telecaster serpentea amenazante entre su voz. A la compositora le interesa generar una capa de opacidad, un costado desconocido, como canta en “La noche exige”: “Ah, no las quieras descifrar, / son signos de otra mitad”. “Es como ir surfeando entre lo conocido y lo que nunca conocerás,que me parece muy sensual. Es eso de no poder tener todo explícito. Cuando salió ‘Ese frío vacío’ alguien me dijo ‘suena a jazz y mala onda’, pero más bien es velar algo, abrir un signo de pregunta”, cuenta Alfonsina.
Pero si hay algo que no está velado es la lista de músicos nominados a los Premios Graffiti, en la que Alfonsina aparece en siete categorías, lo que para ella es un reconocimiento y una valoración del trabajo de investigación musical que hizo para Pactos, rompiendo con el margen de lo esperado. Pero no fue lo único que la cantante rompió con su segundo disco. Entre las nominaciones se destaca la de productora del año, quebrando así la hegemonía del género masculino en esa categoría. Para Alfonsina eso pone en el centro de la conversación la cuestión de haber desestimado el peso que tiene el trabajo de las artistas mujeres, y le parece importante como una transición hacia el futuro, en el que ya no será necesario destacar que una mujer fue nominada por primera vez en una categoría, ya que varias estarán allí porque su trabajo lo merece.
Alfonsina reflexiona, y piensa que en la actualidad, una mujer que se dé a sí misma la confianza como productora, como hizo ella, va a cultivar discursos y sonidos nuevos, y que en esta etapa de transición aparecerán muchas más mujeres en ese rol, porque se van a sentir estimuladas al escuchar el sonido creado por otra mujer. “La gente lo va a recibir y no van a estar dependiendo de que otro les dirija la pelota para poder ‘asegurarse’ un lugar en la escucha del público uruguayo, que siempre fue de voces masculinas; no sólo de vocalistas, sino también de arreglistas, entonces quiero vivir ese momento en que todas estas otras voces se sientan estimuladas para poder producir sus propios discos”, sentencia Alfonsina.