A 40 años de la disolución de los Sex Pistols, ya estamos en condiciones de considerar al punk no un simple estilo musical, sino una forma de reinterpetar al rock, o a la música en general, a partir del despojo, el ingenio y la irreverencia. Sólo así es posible ver como parte del mismo movimiento a proyectos pseudo marxistas como The Gang of Four, a combos psicodélicos como los Swell Maps, a ensambles de arte como Wire, a reencarnaciones beatles como The Soft Boys, a contrabandistas pop como The Stranglers, a megabandas politizadas como The Clash, por nombrar sólo a las que surgieron en Reino Unido tras el estallido de mediados de los 70. De esa camada son los Toy Dolls, que representan cabalmente el costado humorístico, desfachatado, pavón del punk, que ya habían insinuado los estadounidenses The Ramones.
Liderados por su único miembro estable –el guitarrista y cantante Michael Olga Algar–, los Dolls tuvieron su mayor éxito con la versión acelerada y barrabravera de la canción para niños “Nellie the Ellephant” (o “the elliephant”, como cantan ellos con su acento arrabalero), que despliega bien las armas de la banda: velocidad, coros de hinchada, cero pretensiones (excepto la de pasarlo bien). Con sus rimas y aliteraciones infantiles, sumadas a un pulso violento y una imaginación que a veces daba en el clavo (o en el calvo: “Yul Brynner era un skinhead”), los Dolls nunca fueron realmente masivos, pero su culto no paró de crecer. Aunque no recibieron premios importantes, su popularidad les trajo gratificaciones quizá mayores, como comerciar exitosamente una marca de cerveza propia.
Pues bien, los Toy Dolls siguen vivos y tocan hoy en Montevideo. El trío tiene casi 40 años en la ruta, y hace tiempo que anuncia la última gira; esta, que pasa por Sudamérica, recala a las 21.00 Bluzz Live (Daniel Muñoz 2049), con 2x1 para Comunidad la diaria. Abren los locales Los Lunes. Pasitos de baile, estribillos colectivos y la observación cercana de los mejores lentes del rock (después de los de Devo) asegurados.