Volviendo “a una vieja costumbre ya perdida del teatro uruguayo de hacer dos obras de un acto en una noche”, a fines de los años 90 el actor Pepe Vázquez decidió ofrecer una doble función durante una temporada de verano en la sala Cero de El Galpón. Lo hizo con dos títulos distantes de cualquier cartelera liviana, supuestamente adecuada a los meses de calor: protagonizó Esta noche, Oscar Wilde, de Jorge Denevi, sobre remembranzas y peripecias judiciales del autor dublinés, y El informante, monólogo de sesgo autoficcional de los años de cárcel vividos por Carlos Liscano.
“En 1997 hice el texto que escribió Denevi sobre Oscar Wilde. Fue en la década de 1970, estando yo viviendo ya en Costa Rica, y me lo envió junto con una hermosa carta donde me decía: ‘Cuando lo escribí, pensé que vos lo tenías que hacer’. No pudo ser en Costa Rica, y sí lo pusimos en escena en Montevideo”, deja asentado Vázquez, con calidez e informalidad, en su autobiografía Memorias de un tipo descosido (Planeta, 2015).
“Denevi lo estrenó en aquella época en Teatro del Centro, siendo Roberto Fontana su intérprete [...] Varios amigos le manifestaron su preocupación por hacer ese texto en plena dictadura. La obra se centra en los últimos días de Wilde y no escatima en hablar a calzón quitado de los durísimos momentos que le tocaron vivir al escritor en la cárcel. La cosa es que la hicimos vuelta ya la democracia en la sala del teatro Agadu. El público aprobó entusiasta el planteo. Me dirigió Juan Antonio Saraví (¡querido Juancho!)”, escribe.
Desde la semana pasada, Alejandro Martínez (todo un dandy en el vestuario diseñado por Nelson Mancebo) se puso al hombro este unipersonal, bajo la dirección de Daniel Romano. Es inevitablemente tentador citar al punzante Wilde y, ya que viene al caso, el montaje utiliza una frase que apunta sobre ficción y realidad: “El mundo es un enorme escenario, pero el drama que se representa en él está mal representado”.
Claro que Wilde no fue únicamente una celebridad ingeniosa. Es conocido el escandaloso incidente que lo llevó tras las rejas por dos años. Desde su cautiverio, entre enero y marzo de 1897 y como buen hombre de letras, escribe en una larga misiva a su amante, a la que titula De profundis: “Y yo me veo sentado en el cenagal más bajo de Malebolge, entre Gilles de Retz y el marqués de Sade”. El dramaturgo señala que “el sistema penitenciario es absoluta y totalmente equivocado. Daría cualquier cosa por poder alterarlo cuando salga. Pretendo intentarlo”. Y concluye, en la despedida de Bosie (lord Alfred Douglas), “no olvides en qué terrible escuela estoy haciendo los deberes. Y aun siendo como soy, incompleto e imperfecto, aun así quizá tengas todavía mucho que ganar de mí. Viniste a mí para aprender el Placer de la Vida y el Placer del Arte. Acaso se me haya escogido para enseñarte algo que es mucho más maravilloso, el significado del Dolor y su belleza”.
Para verificar cuán acertado es este nuevo montaje, hay que acercarse a la sala William Shakespeare del teatro del Anglo los viernes de agosto y setiembre a las 21.00. El precio general de las localidades es $ 400.