El Astillero acaba de editar su segundo disco –en CD y en Spotify–, que es el primero de canciones originales compuestas por sus tres integrantes: Garo Arakelian, ex guitarrista y compositor de La Trampa, Gonzalo Deniz, conocido por su proyecto Franny Glass, y Diego Presa, quien también tiene una carrera solista y forma parte del colectivo Buceo Invisible. El flamante álbum se titula Cruzar la noche y será presentado el viernes 5 de Octubre a las 21.00 en la sala Hugo Balzo del Auditorio del SODRE. Las entradas se consiguen por Tickantel; valen $ 450 y hay 2x1 para los suscriptores de este diario.
En la tapa del disco hay un árbol casi seco, con una solitaria hojita verde y las raíces en el corazón. ¿Qué quisieron decir?
Garo Arakelian (GA): Eso está asociado obviamente al nombre del disco: Cruzar la noche. El arte lo que dice es qué noche, y cómo se cruza. En el lenguaje simbólico tenés más de una lectura, alguna más potente que otra. Lo que está implícito en eso –y no está en la categoría de las cosas que se pueden explicar porque, justamente, es simbólico– es una cosa que aparentemente está necrosada, sin vida, pero que probablemente guarde un germen de luz, de esperanza.
Gonzalo Deniz (GD): Incluso antes de haber tenido definido el nombre del disco, estuvimos hablando mucho sobre el concepto de la madrugada, de las primeras luces del día, cuando todavía no es de día y no terminó la noche. Entonces, también, “cruzar la noche” es una tarea por hacer o es la acción misma de cruzarla. Además, no nos queríamos enfocar en el momento más oscuro de la noche sino justamente en las primeras luces del día.
GA: Desde el punto de vista simbólico, es como muy arquetípico. Acordate de que nosotros en la existencia como hombres modernos tenemos apenas un punto apreciable en la línea del tiempo. Se celebraba cada vez que salía el sol, entonces, esa es la referencia.
Diego Presa (DP): Fueron cosas muy discutidas, que nos llevaron tiempo y que enriquecieron el proceso de la terminación del disco.
“El mundo ha sido tan duro y breve”, dice “Cruzar la noche”. Está bien, una luz de esperanza, pero arrancan desde lo oscuro.
DP: Que el mundo ha sido duro es innegable, miramos por la ventana un ratito... Se justifica y tiene sentido un trabajo y una elaboración sobre una grieta en la pared, por donde entre la luz, como decía Leonard Cohen. Hay consciencia de que hay una pared, que probablemente siempre haya existido. Lo terrible del mundo en que vivimos va cambiando en las diferentes épocas, y nuestro tiempo, Montevideo en 2018, tiene determinadas características que me parece que está bueno observarlas y ser conscientes de ellas. La cuestión binaria para abajo o para arriba no es algo de lo que nosotros partamos, sino una observación de nuestras vivencias, de nuestra reflexión sobre el mundo en el que vivimos, y también de la fuerza.
GA: Es como la tensión superficial [agarra un vaso con agua y le pone el dedo]. Mirá, el agua sube y te toca, es cómo se atrae, una reacción. Ese binomio entre lo oscuro y lo luminoso, lo que está mal y lo que puede llegar a estar bien, en realidad solamente es una excusa para hablar de un motor que te permite romper la lógica de esas dos cosas que están separadas. Y, como la tensión superficial, el amor es una fuerza primaria que es la que te hace romper toda la lógica, lo predecible, de esas dos cosas que parecen que estuvieran desencontradas.
Todas las canciones están firmadas por los tres. ¿Cómo decidieron quién canta cada tema?
GD: Hubo mucha discusión sobre cada aspecto de las canciones y del arte del disco, estuvimos discutiendo semanas por una palabra, por un verso, pero quién cantaba cada canción fue de las cosas que se dieron de manera más natural, en el momento de ensayar las canciones y de tocarlas. No fue necesariamente porque uno tuviera más presencia en la letra ni nada por el estilo.
Eso les iba a comentar, no tiene relación con que el que pone la voz tenga más responsabilidad en la composición.
GD: No. De repente a alguna canción la probamos de una manera que no es la que está en el disco, pero la mayoría fue “vamos a empezar a tocarla, a probarla”, y el que tenía la voz en ese momento terminó siendo el que la cantó. Nosotros hicimos un repertorio más amplio que el que está en el disco, y a la hora de definir qué canciones iban a quedar, además de muchas otras razones, una fue también el equilibrio de que somos tres cantantes, y no estamos los tres todo el tiempo cantando.
GA: No es un cliché lo de firmar las canciones los tres juntos. Porque existe la modalidad de firmar canciones entre todos, pero en general responde a un tema interno político de división de autorías, de conformidad o de un pacto. Realmente la decisión de firmarlas todos es porque no hay canción que no esté sujeta a una incidencia autoral de los tres. Tampoco hay una medición –que sería un aspecto cínico– de las partes. Es un disco que tiene 12 canciones, que realmente están compuestas de una forma u otra por los tres.
En el nuevo disco hay canciones como “El capitán”, “El barco”, y además se llaman El Astillero. ¿Qué pasa con la imaginería naviera? ¿Qué encuentran ahí que no hay en los aviones o los autos?
GA: Y... Somos una ciudad de cara al río como mar.
DP: La presencia del puerto de Montevideo ha sido históricamente muy significativa, forma parte de la cuestión arquetípica de la que estábamos hablando hoy.
GA: Preguntale a López Mena...
Ya que lo mencionás: hace pocos días tocaron en la rambla, en el marco de la movida en contra del proyecto del dique Mauá. ¿Qué los llevó a hacer eso?
GA: Estar parados en el presente. ¿No?
DP: Absolutamente. Nos parecía que era importante poder participar en una movida muy de abajo, horizontal, que se está generando, a partir de estar en desacuerdo con el proyecto de enajenación de ese tramo de la rambla. En El Astillero siempre hubo una reflexión en cuanto al costado ético del oficio, desde las primeras conversaciones, y esto tiene que ver con eso: con qué es lo que podemos hacer nosotros, que es lo único que podemos hacer, y es algo parecido a lo que hicimos.
GD: Lo del dique, tanto como muchos aspectos del proyecto, está regido por las acciones, por lo que hacemos, y no tanto por lo que decimos que hacemos.
GA: Igual, es sintomático que te llame la atención que artistas, que si bien no somos de la generación del Mayo francés, tenemos una fuerza motora importante, participemos de algo que es estar de frente al devenir. En realidad es porque lo que llama la atención es todo el silencio que hay de voces de artistas con respecto a lo que está. Probablemente te llame la atención por eso, y no por lo que nosotros podamos argumentarte.
En canciones como “Camiones” y “El sol en el invierno” hay una raíz milonguera. ¿Se lo plantearon explícitamente?
GD: Nos interesaba hacer un disco de música uruguaya pero pararnos sobre algunos sobreentendidos, y no tratar de hacer un género por el manual. Quizás algunas canciones están dentro de un género uruguayo, pero no siempre está explícito; capaz que está en la raíz de la canción, en algún arreglo. Sí está ese interés de generar un disco de música uruguaya, pero parado sobre cosas que ya están hechas y que no es necesario reproducir.
DP: Sin caer en la obviedad de “ahora voy a hacer música uruguaya”. En lo que hacemos y en nuestra raíz está presente la milonga tanto como el folk norteamericano y la música irlandesa.
GA: Hay certificaciones que son del Latu, y otras que son del Ejecutivo, de Cultura... Para que algo suene a milonga nosotros no tenemos que llamar por teléfono a los que saben tocar milonga bien; está resuelto con nuestras herramientas y con nuestra lectura. No tratamos de hacer una lectura compatible con la oficial de lo que es la milonga.
A “Miranos” la cantás vos, Garo, y me da la sensación de que la letra, que interpela, es muy tuya.
GA: Sí, interpela, pero sin embargo es una letra que nos costó muchísimo trabajo: fue la que más nos costó resolver entre los tres. Fue la que se empezó a trabajar primero y la última en terminarse. Porque había una forma de resolver la canción que era ir hacia un lugar obvio e incompleto. A lo que le destinamos muchísimo trabajo fue a quién le estás pidiendo que te mire, y eso es una respuesta que obviamente no te vamos a dar. A quién y por qué, qué es lo que está en juego detrás de eso. O sea, el “miranos” interpela no solamente al que le decís “miranos”, sino a todos los que representa esa voz colectiva.
DP: Aparte, necesariamente había que evitar confusiones.
En una parte de la letra dice “te olvidás que hay un lugar que nunca vas a controlar, que siempre puede resistir: mi casa, mis libros, mi cama, mis hijos”. ¿Quién es el que controla? ¿El Estado?
DP: No necesariamente es el Estado, hay una cuestión más sistémica que va más allá de los estados.
GA: Claro, acordarte de que si estuviéramos en una charla anarquista el Estado en realidad es un mandadero de una fuerza a la que le hace los mandados.
El tema que cierra el disco, “El barco”, no tiene estribillo, y musicalmente no levanta nunca. ¿Era la idea?
GA: ¿Podríamos haber puesto un coro de murga decís?
DP: Desde la primera vez que la escuché terminada, me pareció que era un muy buen final para este disco, porque cumple la función de epílogo. La letra tiene que ver también con una despedida que queda de una manera inconclusa, y me parecía que estaba bien terminar así.
GA: Acordate de que las referencias a las cosas marinas –mas que navales– no necesariamente hacen referencia directa. Tanto en “El capitán” como en “Barco” es la referencia lo que representan. Cuando hablamos del barco no es el barco. La precarización de las cosas tiene un proceso muy similar al deterioro de los metales, por ejemplo, el óxido. También estamos conviviendo con eso. Hay toda una precarización, una disolución de la red social. La referencia no es lineal, sino que son instrumentos para poder hablar de otras cosas.
¿Por qué dijiste “murga”? ¿No te abrís a agregar un corito de murga en una canción?
GA: Dije “murga” porque es una palabra corta y linda para decir, pero también podría haber dicho “folclore con acordeón” y “sombreros colombianos”.
¿Cómo vivieron el proceso de hacer el disco?
GA: El resultado es positivo. Nos hemos conocido en profundidad. El trabajo de componer en conjunto implicó conocerse a un nivel no superficial. Estas no son relaciones tangenciales por conveniencia. Escribir cosas, observar en el otro una permeabilidad, intuirla, y saber que tenés el derecho que te da el otro de decirle: “Pah, mirá, me parece que acá de repente podríamos torcerlo para este lado”. Eso implica que vas accediendo a más niveles de profundidad. Nosotros hicimos ese viaje y salimos fortalecidos como grupo humano, no como personas, que ya sería para el coro de murga. Y además estamos muy conformes con el resultado artístico, y también –que tenía que ver con otra pregunta que hiciste antes– con lo ético.
¿Qué sería la falta de ética a la hora de hacer canciones?
GA: Yo no tengo ni idea. Sé lo que es la búsqueda de la ética.
¿Qué es?
GA: Es un perro que te revisa constantemente.
Pero no es que ustedes tengan que comportarse en la vida de una determinada manera que se refleje en sus canciones...
GA: No, eso no es ética, eso es moral. Esa es la gran diferencia. La moral tiene una superficie expuesta de la que se sale bien parado solamente con una lectura lineal. La ética está en otro nivel de profundidad.