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Fabricio Speranza y Jimena Márquez.

Foto: .

Usinas de humor: Con Jimena Márquez, de Cyranos, y Fabricio Speranza, de Un Título Viejo

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A las cinco de la tarde de un día de semana, y luego de una jornada sin tablados por abundantes lluvias, se los nota entusiasmados, aunque bastante cansados, y –confesarán– con ganas de quedarse en sus casas otro rato.

En cada carnaval, y desde hace por lo menos diez años, se les ha hecho rutina recibir primeros premios, reconocimientos por su trabajo, y muchos encargos de viejos y nuevos conjuntos que, con sus textos, aspiran a asegurarse un buen lugar en el concurso oficial del próximo febrero.

Jimena Márquez (dramaturga, directora de teatro y letrista de carnaval) no se reconoce como actriz, pero su personaje de expresión frenética y monólogos con juegos de palabras en los humoristas Cyranos (este año van por su quinto primer premio en forma consecutiva) se ha vuelto un clásico para la historia de nuestra máxima fiesta, como las picardías del Niño Calatrava de La Escuelita del Crimen, o los chistes verdes de Cachito de León en Los Carlitos.

En este carnaval, y como siempre, además de encargarse –junto con Jimena Vázquez– de la dirección artística, los textos y la puesta de Cyranos, escribió material para otros conjuntos. En este ocasión sus textos son parte de los espectáculos de la murga Queso Magro y la sociedad de negros y lubolos Valores.

Fabricar humor, dice Jimena, “es muy difícil, pero está buenísimo”.

Lo mismo sucede con Fabricio Speranza (actor, director de teatro y letrista) y su personaje emblemático, capaz de llenar tablados con su sola presencia. Desde sus años en Chobys, ese otro Fabricio, su alter ego, se para en una punta del escenario y rompe el clima y la historia contada, con torpezas, enfados infantiles y paranoia, que le dan pie a su humor de observación y sus comentarios sobre la fragilidad emocional del ser humano.

Este año, además de salir por primera vez junto a Maxi Tuala (su amigo de la infancia) en Un Título Viejo (murga nueva de la que es director responsable, actor y libretista), escribió para la revista Tabú, y dice que para hacer humor lo fundamental es “estar despierto”.

Jimena y Fabricio trabajaron juntos en espectáculos de la murga La Gran Muñeca y humoristas Cyranos. Comparten cierta sensibilidad y un gusto por el humor blanco e ingenuo, aunque, también, absurdo. Con sus textos y actuaciones, que incluyen destaques en todas las categorías, renovaron el lenguaje carnavalero, volviéndolo algo menos violento y más inclusivo, subiendo la vara de calidad artística, abriendo la cancha, sin muchos permisos, más cerca de los libros, el cine y la TV, aunque sin renegar del boliche.

¿Recuerdan cuál fue el primer público al que intentaron hacer reír? Ese que tal vez les dio la primera cuota de confianza.

Jimena: Pienso que fueron mis padres. Ya era bastante macaca de niña. Y en la familia ocupé el rol de graciosa. Muy de contar chistes sin parar, hacer pavadas. Con mis amigas también.

Fabricio: Sí, empieza un poco ahí. Con Maxi Tuala [compañero en Un Título Viejo] nos criamos juntos, y me acuerdo de que veíamos las humoradas de Los Bubys y las ensayábamos en mi casa. Yo tendría ocho años, ponele. Una vez pasó que una vecina de nuestra edad cumplió años, y de regalo fuimos y le actuamos eso a ella y su familia. Un desastre, no pasó nada, estaban todos aburridos, no entendían nada. Pero lo cierto es que desde ese momento tenemos esa iniciativa.

Jimena Márquez. Foto: Ernesto Ryan

¿Cuáles fueron las primeras cosas que descubrieron vinculadas al humor, en la tele, la radio, un dibujo, una revista?

Jimena: Al igual que Fabricio, también fueron Los Bubys. La primera vez que ellos salieron en carnaval yo tenía nueve años, y hasta desfilé con ellos. No le regalé la actuación a una vecina, pero sí también actuaba sus chistes y ahí empecé a sacar la foto de por dónde venía la cosa. Los Bubys fue el despertar.

¿Qué tenían de especial Los Bubys?

Jimena: Te hacían reír muchísimo. Yo iba a verlos al Teatro de Verano con mis viejos y me acuerdo de que me doliera la cara de reírme sin parar. Un chiste atrás del otro, los intérpretes eran buenos todos, eran gente de teatro.

Fabricio: Tenían una característica muy particular que era el vértigo. Sus tiempos de comedia no era acelerados, estaban bárbaro, pero eran muy veloces y tiraban en cuestión de minutos un montón de chistes todos efectivos. Y estaba Gustavito Aguirre, Cacho Hernández, el Nono Cabrera, Carlos Viana, actores tremendos.

Jimena: Lidia Chipas; para mí, que era niña, ver mujeres en el conjunto me llamaba la atención.

Fabricio: Y Beatriz Belloni.

Jimena: Gabriela Lopetegui, también.

A vos, Fabricio, te hacía más de los tablados desde niño, y a vos, Jimena, no tanto, pero resulta que no.

Jimena: Yo siempre tuve una familia muy tabladera. Íbamos al Tabaré, y si estaba en la casa de mis abuelos iba al Carlitos Prado o al del Club Stockolmo, pero si mis padres no podían ir, igual averiguaba en mi edificio qué vecino iba, y me iba con el que fuera. O sea, yo, de alguna manera, me las arreglaba para ir todos los días.

Fabricio: Mi familia no era tanto de ir siempre con la vianda y todo, pero mis vecinos, la familia de Maxi Tuala, sí. Con ellos fue que me vinculé más a los tablados. Aparte los tíos de él eran utileros de Los Bubys. En esa época iba al Jardín de la Mutual, y ahora, después de que me metí en carnaval de lleno, mis viejos sí van y son más tabladeros que nadie. Increíble.

¿En qué momento y cómo arrancan a pensar los espectáculos de sus conjuntos de cara al próximo año?

Fabricio: Depende de varias cosas. Esta vez, por ejemplo, con Un Título Viejo, que es una murga nueva con la que tuvimos que dar prueba de admisión, ni bien terminó carnaval, a fines de marzo ya estábamos armando el equipo y empezamos a cranear el espectáculo, y en abril nos metimos con los textos. Porque eso después se tiene que interpretar, y tenés que dirigir a los actores, y apurarte para que todo salga lo más rápido posible para ver hacia dónde va la interpretación del cuadro. Cuando no tenés que dar prueba de admisión, y venís con el mismo conjunto de varios años, arrancás un poco después, pero en realidad pensando estás todo el tiempo. Es imposible no pensar.

Jimena: Fabricio, creo que a vos también te pasa lo mismo, y a todos los que nos gusta crear, o estamos creando, por las circunstancias de la vida. Yo estoy transitando un carnaval y ya estoy pensando cosas que no hice que podría haber hecho y que quiero hacerlas. Es más, en mitad de febrero me ataca la ansiedad de que termine ya el concurso para empezar a armar el espectáculo que viene. Yo además estoy en un conjunto en el que hace cinco años somos prácticamente los mismos, y todo el grupo va pensando, tirando ideas en el ómnibus. Muchas veces han surgido espectáculos, o títulos para el carnaval siguiente, en el carnaval anterior.

Y en la práctica, en la rutina de trabajo, cuando se les ocurre algo, ¿cómo es, se sientan frente a una computadora?

Jimena: A mí, toda la vida, por mística, me encantaron las libretas, son preciosas. Pero nunca las pude llevar. Las pierdo, o escribo tres páginas recopadas y ta. Y en realidad, la verdad es el bloc de notas del celular. Ahora tengo un teléfono nuevo y no sé cómo hacer para abrir más de una página. Así que en una sola tengo los apuntes del teatro, del conjunto, de comparsas, revistas, todo.

Fabricio: Yo, igual. Bloc de notas. Algo que me haga acordar. Capaz que en un futuro la gente dice “qué mística que tenían aquellos que escribían en el bloc de notas del celular”.

Es bastante común, durante el concurso, escuchar de parte de periodistas especializados, o de espectadores, que un espectáculo es “muy carnavalero”, como un valor en sí mismo. Y algo parecido pasa con el humor en carnaval. Como algo que algunos conjuntos logran y otros no. ¿Existe un humor carnavalero, o un buen espectáculo de carnaval funciona de la misma forma en un teatro cualquiera en junio?

Fabricio: Hay cosas que se pueden aplicar más fácilmente en carnaval que en otros movimientos escénicos, a nivel humorístico. La actualidad política, el fútbol, por ejemplo. De cualquier manera, creo que los creativos carnavaleros, todos, pasamos por un momento de no querer caer en esos lugares comunes del carnaval, y después vas transando con esos lugares, que en realidad están buenos.

Jimena: Tal cual. Y después te vas dando cuenta de que por algo funcionan, y la gente los celebra.

Fabricio: Exacto, subestimás eso.

Jimena: Cuando entrás joven a carnaval querés hacer todo lo otro, todo lo que nadie hace, sin pararte un segundo a pensar por qué nadie hace eso que se te ocurrió. Después vas, lo hacés, te das la cabeza contra la pared, y empezás a sumar aprendiendo. En Cyranos, con Jimena Vázquez, que escribe conmigo, muchas veces armamos escenas de situación. Por ejemplo, hicimos hace años una que se llamaba “Las mujeres árabes”, y al principio no tenía ni un chiste armado, era todo situación, y no funcionaba. Y fue, tipo, “¿sábes lo que le falta a esta escena? Cuatro chistes”. Metimos cuatros chistes y ahora funcionaba todo. No sólo los chistes, sino lo que antes no funcionaba. Eso es carnaval.

Fabricio: Todos pasamos por eso. De decir “no, no voy a tocar este tema”, o “yo tengo que estar por encima de esto”. Es carnaval, hay que pasar por ahí.

Me intriga mucho exactamente qué es lo que hace que funcione un chiste, o un personaje humorístico en carnaval. No sé si es el tono de la interpretación, el volumen, la forma de decir el texto...

Jimena: Hay muchas maneras. Diego Bello tuvo su momento de oro, proponía una cosa redistinta, reneutra, todo serio, sin levantar el volumen, y te hacía llorar de la risa. Aunque yo estoy de acuerdo en que hay un denominador común de lo carnavalero, pero no lo sé poner en palabras. No es sólo hablar fuerte, o gestualizar grande, eso es sólo una parte.

Fabricio: El carnaval tiene tiempos de comedia muy particulares. Capaz va un poco por ahí. Tiene un ritmo –no sé si te lo impone el reloj u otra cosa– que te hace estar con determinada energía, que está por encima de otras expresiones artísticas.

Jimena: Y en las distintas categorías es diferente. No es lo mismo salir a hacer reír en murga que en humoristas, por ejemplo. Cuando me cambié, me costó muchísimo. De hecho, en el primer año de Cyranos sólo hacía monólogos cortos entre escenas porque el remate del chiste rápido no me salía bien. Y otros compañeros de Cyranos, que vienen del mundo de la improvisación o del stand up, también tuvieron que pasar por un período de adaptación. Yo fui a ver sus espectáculos y les funcionaba todo de principio a fin, pero el ritmo carnavalero es otro.

“Muchos dicen que hago de mí mismo, pero hago un personaje. Si te ponés a conversar conmigo, no voy a hablar como en el escenario.” (Fabricio)

Estudiando sus biografías y sus carreras encontré varias similitudes. Una es que en los espectáculos en que participan su impronta está especialmente presente, y otra es que cuando les toca actuar los dos han elegido una especie de alter ego. ¿Cómo encontraron esos personajes? La gente en los tablados espera a ese Fabricio y a esa Jimena.

Fabricio: Hay una cuestión ahí. Mucha gente dice, “aquel hace de él”. Pero es ridículo.

Jimena: Sí, es una gran crítica, y es absurda.

Fabricio: Ese es mi personaje. Si vos te ponés a conversar conmigo yo no voy a hablar como lo hago en el escenario. Obviamente tengo un alter ego. Ahí tendríamos que hablar de la técnica del clown, pero sí, lo aplico en un personaje que en carnaval, sobre todo, me funciona.

Fabricio Speranza. Foto: Ernesto Ryan

Jimena: Yo, la verdad, tengo muy poca versatilidad. No puedo hacer mucho más que eso. Y se me va para la velocidad porque soy ansiosa. Igual, si me pongo a charlar contigo, no te voy a tirar juegos de palabras uno atrás del otro. Esa es la verdad de por qué me paro en ese lugar. Mi personaje se arma por un tema de resguardo. Algo así como “yo acá estoy bien”. Y ahí te vas instalando, y al final lo adoptás como una forma de comunicación. Y si tenés un rebote de risa, más todavía.

Fabricio: Y siempre buscándole al mismo personaje cosas nuevas. Pero partís como de esa base.

¿De dónde se nutrieron esos alter egos? Libros, películas, humoristas.

Jimena: Siempre nombro los mismos, Leo Maslíah, Les Luthiers, pero no sé si mi personaje se inspira ahí. Capaz que Leo Maslíah, en la velocidad, los juegos de palabras, pero no es consciente.

Fabricio: Me parece parecido. No tengo conciencia de haber tomado algo de un referente. Sí me pasa de cosas que me rodeaban. Aprendí mucho de tiempos de comedia con Leo Pacella; con Jimena me pasó lo mismo cuando escribimos juntos. Con Martín Mazzella [letrista de Un Título Viejo], ahora. Eso sí puede ser más a conciencia, de gente que hizo cosas contigo.

¿Algún fanatismo por artistas, obras?

Jimena: Yo soy profe de literatura, y leo mucho. No sé si fanatismo pero Cortázar es una referencia importante. Mario Levrero, también; los dos me han marcado zonas de pensamiento.

Fabricio: Fanatismo me cuesta también. Pero me gustan mucho los libros de Sacheri, y también las películas que se han hecho con esos libros. Me gusta mucho Woody Allen.

Jimena: A mí también, me encanta. Y a los dos nos gustan los Monty Python.

¿Y ese que tenés en la remera?

Fabricio: Sí, Hayao Miyazaki me gusta mucho. Pero ya desde un lugar más sensible.

Jimena: A mí también. Una vez, sin que el otro supiera, los dos le compramos un mate con el dibujo de Totoro [personaje del cineasta japonés] a la misma persona.

Fabricio: Es un genio. Ha tocado temas divinos en todas sus películas. Su forma de contar es tremenda.

Jimena, a vos te escuché decir que siempre buscás que el humor esté conectado a algo de lo sensible.

Jimena: Sí. A mí me gusta el humor con fondo, que detrás haya una fibra tocada de alguna manera, y que al mismo tiempo responda como a un todo conceptual. Y me gusta que el humor esté presente en mi vida cotidiana, en el trabajo, en la pareja, en la amistad.

“Cuando tirás humor para fuera y funciona, es muy gratificante. Es como una droga.” (Jimena)

¿De dónde creen que surge el germen de la necesidad de hacer reír a la gente?

Fabricio: Capaz que es al revés. Cuando descubrís que podés hacer reír, decís pah... Yo era muy introvertido de chico. Sobre todo, en los grupos sociales, en la escuela, en el liceo. Y entonces cuando te das cuenta de que te empiezan a aceptar por algo que hacés, y te lo festejan, te aparece un razonamiento básico que hacés de chico: “es por acá”. Es por acá que puedo ser aceptado por aquellos que yo veo como lejanos. Me pasa hoy que me saludan compañeros de liceo que no me hablaban. Está salado eso. Te dicen: “pah, loco, ¿cómo andás, te acordás de que íbamos juntos al liceo?”. Ajá, sí, claro, me re acuerdo.

Jimena: Lo mío no es muy consciente. Como contaba antes, además de tener desde niña ese lugar de graciosa, siempre fui muy extrovertida, de hacerme notar. Hija única y de Leo, imaginate, siempre en la mira. Pero es como dice Fabricio. Sentís que la gente te reconoce un valor en la cualidad del humor. Y por algún lado eso te debe seducir. Lo que vos recibís como devolución, cuando tirás humor para afuera y funciona, es muy gratificante. Creo que es algo que te hace querer seguir incrementando eso, sin darte cuenta. Como una droga.

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