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César González, durante la apertura de la novena edición del festival Tenemos que Ver (archivo, noviembre de 2020). Foto: Esteban Leal, difusión

Películas para conversar: este sábado comienza Tenemos que Ver, el festival de cine y derechos humanos

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Con entrada gratuita en todas sus exhibiciones, una nueva edición del festival internacional de cine y derechos humanos de Uruguay empieza hoy y va hasta el 5 de noviembre. Este año, el festival se celebra a sí mismo por sus diez años y se propone consolidar reflexiones por medio de la consigna “Pueblo presente”.

Sus cuatro ejes temáticos permiten desmenuzar todo lo que rodea a la acción social y militante: “Marcas de la ausencia estatal”, “Democracias en disputa”, “Juventud, desencanto y protesta” y “Mujeres en primera línea”.

Como siempre, cada proyección estará acompañada por un debate con el público especialmente porque el festival trae propuestas que visibilizan la tensión que existe por mantener vigentes los derechos humanos en el mundo.

Noelia Torres, parte del equipo de programación junto con Agostina Dati, explica el proceso de esta edición: “A principios de año teníamos un montón de cuestiones sobre la mesa. Por un lado, veníamos de trabajar en una edición dedicada a las situaciones generadas por la pandemia, en un contexto de cines cerrados. También, al cumplir diez años, naturalmente se generaba una especie de balance interno sobre el desarrollo del festival mismo. Sobre todo esto pensamos cómo podíamos trasladar esa especie de reconocimiento desde la temática del festival hacia afuera y nos dimos cuenta de que en medio de toda esa reflexión había empezado a resurgir la movilización social: la recolección de firmas contra la ley de urgente consideración, por ejemplo. Empezamos a pensar en esta idea de ‘pueblo presente’ como una forma de reconocer la organización social. Si no existe gente defendiendo sus derechos, los derechos humanos no son viables, no permanecen. En este sentido el festival también va en agradecimiento a las personas que militan o que generan formas de lucha”.

Una de las distinciones del festival emerge del vínculo entre la lucha política y la acción, tanto social como cinematográfica, como destaca el afiche de este año, creado por Sebastián Santana. Hablar de los derechos humanos a través del cine también abre una oportunidad para conocer maneras diferentes de comprender la producción cinematográfica como piezas hechas de manera colectiva y comunitaria.

“Cuando con Agostina buscamos temáticas hacemos siempre una investigación que se centra en películas que ya están recorriendo festivales u otras muestras, pero también ponemos el foco en buscar colectivos audiovisuales de América Latina que trabajan de manera horizontal. Siempre estamos pendientes de sus trabajos. Este año tenemos el cortometraje argentino Los gritos (2021), que trata de la violencia de género durante la pandemia, realizado por el colectivo Silbando Bembas, una creación que no firman con el nombre de una persona porque entienden que su forma de trabajo es conjunta. En esta misma línea hay otra película, Inside the Red Brick Wall (2020), del grupo Hong Kong Documentary Filmmakers, para el que la lógica de la creación colectiva termina siendo una necesidad, porque le permite trabajar en el anonimato. De hecho, la película no se pudo estrenar en Hong Kong porque fue censurada. Trata sobre el movimiento estudiantil y la represión perpetrada por el Estado y la Policía mientras ocupaban una universidad. En este sentido, tratamos de mirar otro tipo de producciones. El festival tiene esta línea de ‘un minuto, un derecho’, que va más hacia la creación comunitaria”, dice Torres.

Foto: Pata Aizmendi, difusión

Otra novedad de este año es la retrospectiva de películas que se exhibe en la plataforma web del festival (películas nacionales) y en TV Ciudad (internacionales). Sus temas, según Noelia, dialogan con el presente: “En la retrospectiva se puede ver el documental Bloqueio (el domingo 31 por la web), en el que se retratan los discursos de la ultraderecha en ascenso y cómo se configuraron los discursos políticos en el contexto de las últimas elecciones en Brasil. También es el caso de Pibe chorro (2016) y Desde adentro (2012), dos películas que trabajan sobre el estigma de la criminalidad, o Locura al aire (2018), que trata el tema de la salud mental en Uruguay”.

“En el eje ‘Marcas de la ausencia estatal’ tratamos de reflexionar sobre qué sucede en esos espacios donde el Estado se repliega o a veces no está presente, qué deja eso. Está presente Olla Capurro, el barrio se mueve (2021), un mediometraje uruguayo de Rodrigo Vidal y Daniel Fagúndez que retrata la organización de esa olla popular. También la película de apertura, Landfall (2020), de Cecilia Aldarondo, de Puerto Rico, sobre el huracán María, una catástrofe que destruyó parte del país. ‘El huracán arrasó con todo y con ello queda todo lo vulnerable a la vista’, se sostiene en la película”, explica.

El debate sigue teniendo un lugar fundamental: “El espíritu de este festival es lograr traer películas que se disfruten en salas, aunque a veces el disfrute sea duro por algunas temáticas. Pero también nos proponemos rescatar ese espacio de cine foro, porque el cine es una excusa para juntarnos a hablar de ciertos temas. Por esto mismo las funciones son gratuitas: para que lo económico no sea un impedimento y para poder ampliar la participación con el fin de llegar a públicos que no necesariamente acceden al cine, y el festival también tiene presencia en las salas barriales y descentralizadas. En definitiva, el cine nos tiene que ayudar a conversar de ciertas cosas”.

Tenemos que Ver abre esta noche a las 20.00 en la sala Zitarrosa con Landfall (2020) y su grilla se puede seguir en la web del festival: www.tenemosquever.org.uy.

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