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Leonardo García, en su barrio de Parque de Solymar.

Foto: Alessandro Maradei

La sigo oyendo: Leonardo García, cantante de Zero, y la reedición en vinilo del disco Visitantes

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“Tecno-rock nacional”, decía el título a todo color del suplemento juvenil Día Pop, del diario El Día, en su tapa del sábado 16 de mayo de 1987. La foto de la portada tenía a cinco jóvenes con eso raros peinados nuevos, que miraban a la cámara con la mixtura perfecta de desdén y rebeldía típica del rock uruguayo de posdictadura. La banda se llamaba Zero, pero no era muy típica en aquel contexto, ni por su música ni por la estética de sus integrantes.

Al frente de aquella foto estaba Leonardo García, la cara más visible ‒y más maquillada‒ del grupo, pero en realidad gran parte de la pata creativa se apoyaba en Eduardo Gómez, que le aportó su sonido de sintetizador y sus obsesiones extraterrestres, una de las marcas indelebles de Zero (Gómez falleció en 2016, en Canadá).

El grupo grabó un solo disco de estudio, Visitantes (1987), pero le bastó para marcar la diferencia, gracias a los sintetizadores siderales y a la voz personalísima de García (de 23 años), entre otros condimentos, como las letras, que se pueden ver en nuestra cabeza como una película. El riff adictivo de “Soy escorpión”, la letra directa y el estribillo apabullante de “Riga”, la oscuridad contenida de “Ahuyentando el miedo” y un largo y sintetizado etcétera se podía encontrar en Visitantes.

En estos días, el álbum acaba de ser reeditado en vinilo por el sello Bizarro y ya se puede encontrar en las bateas. Además, se prepara una remasterización especial para subir el disco a Spotify.

“La música nuestra se puede escuchar ahora, tranquilamente. Capaz que fue un poco ‘desactual’ en aquel momento; tuvimos temas que fueron explosivos, pero toda la obra de la banda no fue apreciada por la gente en general. Las nuevas generaciones pueden disfrutarla, por suerte. Aparte, es un honor que se haya reeditado el vinilo, porque no cualquier artista edita en ese formato de nuevo. Eso quiere decir que algo bueno hicimos”, dice García hoy. El músico conversó con la diaria sobre Zero, aquel disco y aquellos años.

¿Cómo surgió Zero?

Por la reunión de Daniel [Machado, guitarrista] y yo, que intentamos hacer música, y luego se unió Edgardo Regueira, que era baterista de Ácido. Después, en un estudio de grabación, donde grabamos un demo, conocimos a Eduardo [Gómez], y entonces la banda se transformó en cuanto al sonido y a todo. Antes la idea era hacer heavy metal tipo pop, pero Eduardo, que había vivido en Brasil y en Canadá, y tenía cinco años más que nosotros ‒que en esa época se notaban‒, trajo influencias de Kraftwerk, Depeche Mode y de un montón de cosas que nosotros no conocíamos; sólo algunos temas, pero no con la misma profundidad que él. Entonces, introdujo esas influencias en la banda sin premeditación, fue todo muy natural. 

Comparado con la mayoría de los grupos del rock posdictadura, el sonido de ustedes era bastante diferente.

Sí, empezamos a usar sintetizadores, algo que nunca se nos había pasado por la cabeza. Él tenía un sintetizador monofónico Korg, pero cuando grabamos conseguimos uno prestado. Después, cuando vino Martiniano [Olivera], ya tenía su sintetizador y todo eso. Otra de nuestras características era que no teníamos bajista: el bajo lo hacía el teclado.

Ustedes arrancaron antes de que terminara la dictadura, ¿no?

Sí, con Daniel empezamos a hacer ruido en 1982: fuimos a Buenos Aires y él se compró una guitarra que trajo por partes y la armó. Después compramos una batería y yo me puse a cantar y a tocar la batería. Así empezaron a surgir las canciones, pero de esas lo único que quedó fue “Tres horas”, que se llamaba “El flotante”, y “Riga”, que salió de una canción de aquella primera época pero no tenía nada que ver, sólo el riff.

La letra de “Riga” versa sobre el campo de concentración nazi en esa ciudad durante la Segunda Guerra Mundial, pero ¿no había algo connotado sobre nuestra dictadura?

Cuando la hice realmente no pensé en la dictadura. Yo había leído un libro de Frederick Forsyth [The Odessa File, de 1972] y me había pegado mucho el tema del campo de concentración. Pero en el inconsciente de uno siempre está la dictadura, y sin querer pienso que, como en el caso de “Tres horas”, no la hice pensando en la dictadura, pero si te ponés a pensar, tiene algo... Vivimos marcados con eso y lo teníamos en el inconsciente. Pero no fue una analogía, “vamos a hacer esto para que no nos digan nada”; no, yo hice la letra porque simplemente había leído el libro, me gustó y me inspiré.

Otra diferencia que había entre Zero y las demás bandas de aquella época estaba en tu muy particular forma de cantar, afectada, con un tono más agudo del que estamos acostumbrados por acá. ¿La trabajaste o se dio así naturalmente?

Yo cantaba desde que tengo uso de razón. Cuando era chico, en los cumpleaños me subían a una mesa y cantaba temas de Rafael y todo ese tipo de cosas. Además, siempre integré coros, en la escuela y el liceo. Todo fue muy natural, nunca aprendí canto. Lo poco que aprendí me lo enseñó una muy buena profesora del coro del liceo Zorrilla, que sabía mucho. Fui puliendo la voz con mi estilo particular, naturalmente. 

¿Qué bandas rock escuchabas en aquella época?

Queen, The Police, U2 ‒que recién empezaba‒ y los Bee Gees, que no tiene nada que ver, pero... También algo de heavy pop: Quiet Riot, que nos gustaba mucho, además de Kiss y Van Halen. Yo era un poco más heavy, lo menos heavy que escuché fue un poco de U2 y The Police, pero tampoco era un fanático. Y de David Bowie lo único que conocía era “Let’s Dance” [1983], que lo llevó [Alfonso] Carbone a su programa de videos. No había dónde conseguir. Incluso me acuerdo que con Daniel íbamos a una disquería que había en una galería por 18 de Julio y Vázquez, en un edificio que nunca lo terminaban, y conseguíamos discos “raros”. Una vez compramos un simple de Devo que tenía “Whip it” [1980] y otra más, pero no sabíamos ni lo que era. Capaz que hay un poco de influencia de ahí. Y también nos gustaba The Cure.

En eso estaban bastante hermanados con los demás grupos del rock posdictadura.

Sí, lo escuchábamos todos, porque era lo que más venía. Escuchábamos lo que pasaban por la radio o lo que se podía conseguir. No era como ahora, que entrás a internet y escuchás lo que querés.

Suele haber un debate sobre si el rock posdictadura fue realmente un movimiento. ¿Cómo lo viviste desde adentro?

Lo vivimos muy intensamente. De repente, visto de afuera parecía un movimiento, pero se dio naturalmente, por la rebeldía de los músicos o de los que tratábamos de hacer música. Aparte, se escuchaba mucho canto popular. Nosotros no éramos anti canto popular sino que los del canto popular eran antirrock, porque pensaban que era extranjerizante. Eso también surgió cuando tocamos en el festival [de canto popular] de La Paz, en el que participamos por primera vez y ganamos. Ahí tuvimos problemas: me pegaron, nos insultaron, nos dijeron de todo. Ahí se notó bien que no nos querían para nada. Yo me pongo en la piel de ellos, de cómo pensaban: eran muy radicales, evidentemente, pero veían el rock como algo yanqui, y eran antiyanquis, entonces, el canto popular era la música que tenía que existir y nosotros éramos una aberración. Sin embargo, tuvimos un gran eco popular, las bandas llenábamos el Teatro de Verano.

En el compilado de varias bandas Graffiti (1985), que fue seminal para el rock posdictadura, hay dos canciones de Zero: “Riga” y “Soy escorpión”, pero pasaron dos años para que recién saliera un disco completo de ustedes, Visitantes. ¿Hubo un tire y afloje con Carbone, que era el pope del sello Orfeo?

Sí. Grabamos un par de temas más en una ensalada, pero fue posterior al disco. Tuvimos un tire y afloje, porque al tener teclados y más mezcla... Para que tengas una idea: “Riga” y “Soy escorpión” fueron grabados en ocho canales. O sea que tuvimos que grabar la batería, mezclarla y ponerla en dos canales, grabar los teclados, mezclarlos, y así. Llevaba un trabajo, que eran horas de grabación, y era mucho más fácil grabar una banda que tuviera una guitarra, bajo, batería y voz, no había tanto drama. Ese fue el tire y afloje, hasta que conseguimos las horas para grabar, nos dieron 90 menos y lo terminamos grabando como en 188 horas, y ya con muchos más canales.

¿Hoy escuchás el disco y te conforma el resultado?

Para las limitaciones del momento, y gracias al trabajo de Daniel Blanco, que fue el sonidista, y a nuestra perseverancia y exigencia, estoy conforme. Es inimaginable que “Soy escorpión” suene tan bien con ocho pistas.

Eduardo Gómez también tenía ese gusto por la ciencia ficción y los extraterrestres que tuvo influencia hasta en la portada del disco.

Sí, aparte él también era astrólogo y le gustaba hacer maquetas de naves espaciales y filmaciones extrañas. Le gustaba un montón de cosas, era medio multifacético, y sí, fanático de los ovnis. 

La canción “Visitantes” tiene que ver con eso.

Pero en realidad la letra la hice yo. Cuando escuché la música se me ocurrió la letra de naves espaciales. Yo había visto Encuentros cercanos del tercer tipo [1977], de Steven Spielberg, y me imaginé algo así cuando escuché la música, y la letra calzó.

La estética personal de ustedes, que se maquillaban y se peinaban “raro”, también era otra característica que los diferenciaba del resto.

Eso también fue idea de Eduardo. Por supuesto, como yo iba al frente de todo fui el que recibí más maquillaje. Me acuerdo que la primera vez que salimos maquillados fue en el Montevideo Rock, y fue bien aceptado por la gente, entonces, seguimos maquillándonos. Era una onda medio dark, pero la música no era tan dark.

¿Cómo viste las siguientes reencarnaciones del rock uruguayo? ¿Las seguiste?

Seguí al Peyote Asesino, que me gustaba. Escuché pero no he seguido muy de cerca a cada banda. Lo que noté es que hay mucha más producción, está mucho más cuidado y los que tocan ahora son más músicos de lo que éramos nosotros en aquella época. Eso es una evolución natural de la vida en sociedad. Nosotros salimos de una dictadura para agarrar una guitarra, tocar y expresarnos, ahora la gente estudia más. Para darte una idea: el único que es músico en la banda es Martiniano, que es profesor de música, estudió, los demás fuimos todos autodidactas. 

Cuando se habla grosso modo del rock posdictadura siempre se destaca la tríada Los Tontos, Los Estómagos y Los Traidores, y las demás bandas quedan relegadas. ¿Lo sentís así?

Yo noté que los temas de Zero siempre los pasaban en la radio y nunca los dejaron de pasar. “Riga”, “Ahuyentando el miedo”, “El péndulo” y “Soy escorpión” los pasaban hasta en FM Inolvidable. Una vez entré a un almacén, estaban escuchando esa radio y pasaban “Ahuyentando el miedo”, y eso me emociona. Yo no sentía que fuéramos relegados. 

Visitantes fue el único disco que publicaron. ¿Qué pasó después?

Eduardo se fue primero de la banda, después me fui yo, ambos por problemas personales, y después la banda no siguió. Luego retomamos, en 1995, cuando salió Visitantes en CD, con la idea de seguir. Tocamos dos veces en el Teatro de Verano y en dos fiestas privadas, pero no surgió nada nuevo. En 2017 grabamos “Criminal”, que es un tema viejo, con la idea de empezar a grabar cosa viejas de Zero y ver qué pasaba, pero andamos quietos. 

¿Extrañás algo de aquella época?

Sí. ¿Quién no extraña la juventud?

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