Cultura Ingresá
Cultura

El muchacho que fui: Adiós Madrid, de Alfredo Zitarrosa

4 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Editado en México en 1979, el disco está disponible por primera vez en plataformas y con alta calidad.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Este audio es una característica exclusiva de la suscripción digital.
Escuchá este artículo

Tu navegador no soporta audios HTML5.

Tu navegador no soporta audios HTML5.

Leído por Andrés Alba.
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

“Dulce Madrid, dura Madrid, / corazón de regaliz; / ya llegó abril, me voy de aquí, / cantaré en otro país”.

La obra de Alfredo Zitarrosa se sigue reeditando a buen ritmo y con la mejor calidad posible en plataformas de streaming. Es un trabajo de difusión indispensable a cargo del Archivo Zitarrosa, que pertenece a la familia del músico, así que nadie tiene excusas para no adentrarse en el cancionero de este cantautor al que cualquier adjetivo calificativo positivo le queda chico.

Hace pocas semanas vio la luz el álbum Zitarrosa siempre, un compendio de inéditos publicado originalmente en CD en 1995, que era inconseguible, y ahora le tocó el turno a otra joyita: Adiós Madrid. Se trata de un larga duración editado en 1979 por el sello Discos Fotón en México, país al que Zitarrosa había llegado desde España recientemente –cambió un exilio por otro.

Adiós Madrid contiene diez canciones, grabadas entre 1976 y 1979 en estudios de Argentina, España y México –la tríada de países en los que se exilió Zitarrosa–, de las cuales la mitad fueron estrenos en su momento: “Adiós Madrid”, “Mi tierra en invierno”, “Explicación de mi amor”, “Vidalita de los puñales” y “Jacinto Cenobio”.

Si bien algunas de estas canciones se pudieron escuchar luego en varios compilados del artista, hasta hoy el álbum entero era una figurita difícil de conseguir, porque sólo contó con aquella primera edición en vinilo. Por lo tanto, apenas andaba por la vuelta en una versión en mp3 ripeada del vinilo por algún entusiasta, pero no tenía muy buena calidad, amén de la fritura típica de un vinilo gastado, que en un archivo digital es un martirio. Es así que recién ahora, con esta reedición en plataformas digitales, lo podemos escuchar como corresponde.

“Allá por marzo, y cuando ya desesperaba por haber perdido una presunta capacidad de invención que hasta hoy ha suscitado un centenar de canciones, la guitarra me ofreció una primicia: eran dos glisandos en dos cuerdas y ambos decían ‘Adiós Madrid’. En esas dos frases musicales de la más humilde factura está contenida toda la canción que da nombre a este disco. Es una canción de hondo amor y tristeza, una canción de certeza y de culpa, de dolor y de ternura, de nostalgia y gratitud”. Con estas palabras comentaba Zitarrosa en la contratapa del disco el nacimiento de la canción que le dio su nombre (la ficha técnica del álbum está disponible en la página web del archivo: zitarrosa.org).

Y sí, como no podía ser de otra manera, el disco está atravesado por la nostalgia, en el sentido puro y genuino de la palabra, no en el bastardeado para hacernos escuchar a los Bee Gees el 24 de agosto. Además de en “Adiós Madrid”, ese sentimiento está, por ejemplo, en “Barrio Sur”, con música de Zitarrosa sobre una letra de Enrique Estrázulas, al que le bastaron tres estrofas para pintar la idea; la última dice: “Barrio del cementerio, / perros perdidos y silencio. / Por tus faroles amarillos / pasan recordándome tu amor, / tus niños y tus muertos, / tus tristes yacumenzas, / noche a noche mi propio corazón”.

Pero no todo es pasado. La segunda canción del álbum, “Para Carla Moriana”, dedicada a su primera hija, que tenía siete años cuando su padre la grabó, está anclada en el futuro: “Cuando te miro soñando, / quisiera saber / si alguien te está enamorando / como a una mujer”.

Y olvida lo que quiere

En Adiós Madrid está incluida una de las más grandes canciones de Zitarrosa y de la música uruguaya toda: “Candombe del olvido”, compuesta por el cantautor y Juan Des Crescenzio, guitarra y voz de El Sindykato, grupo uruguayo de fines de los 60 y principios de los 70, uno de los máximos exponentes vernáculos a la hora de mezclar rock con candombe y psicodelia.

Según la ficha técnica del álbum, la canción fue grabada en el estudio Nativa de Buenos Aires en marzo de 1976. La canción contó, en guitarras y coros, con Alfredo Gómez, Alfredo Sadi, Ciro Pérez, Gualberto López (guitarrón), Des Crescenzio y Zitarrosa, y la percusión de Pocho Albín y Jorge Núñez. La versión original de “Candombe del olvido” apareció por primera vez en 1979, tanto en dos discos homónimos editados en Chile y España como en Adiós Madrid.

La canción está impregnada por la melancolía que trae la nostalgia por todo aquello que roba el exilio, y es donde el cantautor parece haber puesto más referencias autobiográficas. Ese sentimiento aparece incluso antes de que Zitarrosa cante media palabra, en la solitaria introducción de guitarra, con un arpegio agudo de tempo irregular, que se acelera para luego volverse más lento, como ideas que van cayendo luego de un pico de ansiedad.

“¿Dónde estarán los zapatos aquellos, / que tuve y anduve con ellos? / ¿Dónde estarán mi cuchillo y mi honda? / El muchacho que fui que responda”, canta don Alfredo sobre una guitarra que apenas acaricia algunos acordes. La canción tiene dos partes bien marcadas, enlazadas con un interludio, que se van alternando en buena parte de ella: la lenta, suave y tristona, en que Zitarrosa le canta a lo perdido; y la segunda, rápida, fuerte y candombeada, en la que su voz se complementa con el coro: “Que se baila y no se canta, / el candombe es una planta / que crece y hasta el cielo se estremece. / Sólo canta porque puede / y olvida lo que quiere, / la copla no lo mata ni lo hiere”.

Esa dinámica musical que desliza una doble sensación también se desprende en la letra, entre lo que se recuerda y lo que se olvida. En el fondo, está aquello que decía Martín Fierro al final de sus andanzas: “Es la memoria un gran don, / calidá muy meritoria; / y aquellos que en esta historia / sospechen que les doy palo, / sepan que olvidar lo malo / también es tener memoria”.

Adiós Madrid. De Alfredo Zitarrosa. 1979. Reedición en plataformas digitales: Spotify, Youtube, Amazon Music y Apple Music.

¿Te interesa la cultura?
None
Suscribite
¿Te interesa la cultura?
Recibí el newsletter de Cultura en tu email.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura