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Marcel Keoroglian.

Foto: Federico Gutiérrez

Oigan al payaso que canta: Marcel Keoroglian llega a La Trastienda con un show de humor y murga

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Si prendés la tele de mañana, te lo encontrás en Desayunos informales, en la piel de Montelongo. Si lo hacés de noche, lo ves en La culpa es de Colón, ambos en Canal 12. De mañana también, pero no simultáneamente, lo enganchás en La pecera, por Azul FM, con personajes e imitaciones. Marcel Keoroglian es murguista, oficio aprendido un poco por intuición y otro poco a fuerza de ensayos, tablados y cantarolas desde que tiene memoria. Se hizo grande con El Firulete y hombre con Contrafarsa. La suerte, la chispa y la capacidad de trabajo lo fueron llevando al teatro, al cine, a la televisión. En ese periplo también se hizo humorista, que no es lo mismo que chistoso.

Un día cualquiera lo encuentro a la salida del canal donde antes “pasaba todo el día”. Diez horas, en promedio, sentado en una oficina, escribiendo, guionando, imaginando qué artefacto podría generar risas mañana. Ahora ya no pasa tanto tiempo ahí. Se hizo una rutina y trabaja en su casa: “Vengo acá a decir pavadas”, se ríe.

¿Cómo hiciste para cambiar la rutina de escribir en el canal y hacerlo en tu casa?

Ah, yo antes no podía, no me concentraba si me hablaban, esas cosas. No vivo en una casa tan grande como para desconectarme mucho. Pero ahora puede estar pasando el carnaval de Río por enfrente que no me entero. No me influye en nada.

¿Cómo lo laburaste?

Y, te acostumbrás, hacés un oficio. Porque después, si no, precisás tener un lugar superconcentrado, y si no lo tenés no podés laburar, te puede pasar eso y a la larga te perjudica, también. A no ser que vayas a escribir sobre música, que ahí sí necesitás cierto silencio. Pero el resto de lo que hago, la mayoría guiones, los escribo tranqui. Tengo, en casa, un lugar para mí, pero no estoy totalmente aislado. Escucho las cosas que pasan.

Algún chiste sale de la ventana abierta...

¡Más bien! Yo escribo con mi mujer. Más bien soy el que los baja a tierra, los redondeo, pero trabajo con ella, que tira ideas, es una máquina. Tira cosas desde otro lado, con la cabeza femenina, y además es una tipa que lo hace bien, escribe muy bien. Empezamos a trabajar hace unos años y salió una buena dupla.

¿Cuánto hace que no subís a un escenario?

Ahora estuve haciendo unas actuaciones chicas, de boliche, pero no me subo a un escenario desde el Antel Arena con la Contrafarsa, en marzo. Hicimos nueve Sodre y el Antel Arena. Prácticamente lo cerramos nosotros. Se extraña, pero como estoy con tanta cosa, se pasa. Claro, no es el escenario, pero se extraña menos. El público en vivo es lo que se extraña.

Son cosas distintas. Esto es el día a día y lo otro, de repente, es para siempre. ¿Son distintos niveles de creatividad, de inspiración?

Exacto. La murga, un libro, una obra de teatro, la película, tienen el sentido de que eso quede, que perdure. Cuando lo ideás ya pensás en algo que va a durar. En este trabajo, en cambio, como decía Fernando Schmidt, lo mejor que te puede pasar es ver el guion en el tacho de la basura. No tiene la pretensión de perdurar, es del día a día. Nadie se va a acordar. Se acordará del personaje, de un chiste, pero la obra es del día a día. Lo mismo que la radio. Hay que cambiar el chip, y eso es algo que me costó mucho al principio. Yo estaba acostumbrado a lo otro.

Queda la sensación de que, por ser del momento, no tiene valor.

Claro. Hoy hacés tres, cuatro guiones, y se queman. Y cuesta eso. Cambiar el chip. En la murga, que es el lugar del que vengo, trabajás todo lo contrario. Tenés todo un año para pensar, buscar otra vuelta. Acá sabés que mañana tenés que venir con tus 15 minutos, y tienen que rendir.

Foto: Federico Gutiérrez

Venís de la murga, pero pasaste por el teatro, el cine, estás en la televisión y la radio. ¿Cuál es tu lugar?

Es difícil saberlo. No sé. Siempre dije que soy murguista, eso es lo que soy, pero hoy puedo decir, también, que soy humorista. Sí, soy humorista.

“Soy murguista, pero hoy puedo decir que también soy humorista, porque lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo y logré determinada popularidad. Se ve que, un poco, hago reír a la gente. Si no, no estaría”.

Es una mochila.

Sí, claro. Pero es maravillosa. Durante muchos años me negué a definirme como humorista. Vos vas haciendo camino. Hoy puedo decir que soy humorista, porque lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo y logré determinada popularidad. Se ve que, un poco, hago reír a la gente. Si no, no estaría. Me dicen imitador y no lo soy; hago alguna imitación, pero un imitador tiene otras cosas. Es como si viene cualquiera que canta una vez en una murga y dice “soy murguista”.

Ahora capaz que es más complicado decir “soy murguista”. Hace 30 años la murga era todo lo malo. Un cuadro que jugaba mal era “una murga”.

Sí, Ahora está mucho más profesionalizado. Igual, creo que era más difícil ser murguista antes que ahora. De chico, yo idealizaba al murguista. Ahora, cualquiera que no desafine mucho entra. Un micrófono cada uno, es una papa. Antes había que soplar porque había un micrófono solo en el medio, ¡si había! Por eso, el sonido de la murga, la impostación de nuestras voces, son del vendedor ambulante, del diariero. Muchos de los murguistas eran canillitas, por la forma de colocar la voz, que se tiene que escuchar de todos lados. [Tito] Pastrana, por ejemplo, escuchaba a los heladeros. De repente ibas a la casa y estaba lleno de heladeritas, porque el tipo agarraba cinco heladeros y los llevaba para el fondo, para probarlos. Ya tenían el instrumento, y él tenía que ver si afinaban un poco.

Hace poco laburaste en una película sobre las murgas de la década del 40 (78 revoluciones, dirigida por Keoroglian y Germán Tejeira), ¿Siempre te interesó ese sonido más tradicional?

Desde muy niño sentí atracción por el carnaval, por ese carnaval de antes. Desde los 14, 15 años salgo en carnaval, estoy en murgas. Y ya estaba eso de las murgas “nuevas”, como la BCG. ¡Y yo soy de La Nueva Milonga! Mis compañeros me mataban. Yo siempre fui de la murga-murga. Me gustaba ver a la gente mayor, a los que hacían murga antes que yo. Tenía un deslumbramiento con ellos. Y cuando se me dio la oportunidad de hacer murga, la hice así, con esa impronta. Que no perdiera lo rancio. Lo que hice, en Contrafarsa, por ejemplo, era innovador, pero tenía esa cosa de antaño. Cuando salimos nosotros los veteranos decían “esto no es murga”.

¿Llegó el reconocimiento de los veteranos?

Llegó, sí. Y llegó, me parece, porque teníamos esa mezcla de modernos y tradicionales. Nunca perdíamos el yeito murguero, y a la vez teníamos cosas nuevas, desde lo musical, lo armónico. Y desde el discurso.

Eran como el eslabón perdido entre el pasado y la vanguardia, y el discurso cambió mucho entre los 80 y los 90.

Sí, cambió mucho. Nos tocó un momento en que el discurso político cerrado, antidictadura y qué sé yo, se vencía. Estábamos en democracia. Sin embargo, la tendencia seguía por ese lado, porque era lo que rendía, lo que te garantizaba el aplauso. Pero se iba apagando. Había muy poquitos tablados, la gente no iba. Creo que, en parte, fue porque el discurso se había gastado. Fijate que la democracia vino en el 85, y en el 90 la murga, en general, seguía con ese coloque.

Y más allá del 90, también.

Y más también. Y nosotros, en los 90, 2000, le buscamos otra vuelta. Veíamos que no iba por ese lado. No nos gustaba lo panfletario. Por eso se nos hizo difícil la llegada con la gente durante muchos años. Pero no queríamos eso, como que lo evitábamos. No hacíamos el gol fácil, queríamos hacerlo de lujo.

Es que parece muy fácil decir “libertad” cada tantas palabras para que se pare el Teatro.

¡Fua! Y en estos carnavales también lo ves. Le cantan sólo a un partido político. Como la gente que va, en general, es de ese partido, logran enardecer a la tribuna. Voy a la tribuna de Peñarol, le canto “Peñarol, Peñarol”, y se enloquecen. Es lo mismo. Eso pasa, y no es mi forma.

Foto: Federico Gutiérrez

¿Y hoy se puede meter un cuplé como hace 20 años? Porque por ahí hacés un chiste y siempre va a haber un ofendido.

Capaz que eso antes no pasaba, o no se notaba tanto. Las cosas van cambiando, y está bien. Los carnavales de antes agarraban la figura del homosexual, del maricón, para hacer chistes permanentemente, y si no hacías reír metías a uno disfrazado de mujer. Y no está bueno. Pero sí está bueno meter un chiste de lo que se antoje, sin ensañarse. No me gusta que se degrade a la mujer, al homosexual, pero la murga tampoco es, para mí, políticamente correcta. Y ahora parece que fuera así. Todas las murgas te van a decir lo que políticamente es correcto decir. Y eso aburre.

Es igual que después del 85.

Claro. Ahora son todos deconstruidos, o moralistas. Cuando ganó Lacalle Pou salieron todas las murgas a decir que tomaba cocaína y no sé qué.

Como si los murguistas fueran carmelitas descalzas.

Para mí, eso está mal porque, a la vez, están siendo buchones. Si vos venís luchando hace no sé cuánto para legalizar esto y lo otro, y ahora te ponés en esa postura... ¿De dónde saliste? ¡Si te vas a bajar del tablado y te vas a encajar un saquetón!

¿Qué hay en esta Trastienda? ¿Humor, murga, todo junto?

Todo junto. Mucho humor y música, principalmente. La combinación mía, porque me gusta más cantar que hablar. Creo mucho en el humor cantado, y lo defiendo, porque es tradicional de Uruguay y de la murga. Va a haber un monólogo nuevo, un bloque carnavalero con un enganche de tres cuplés reideros, donde va a participar [la batería de murga] La Tríada, que es como ir en un Mercedes Benz todo el tiempo. Pensar que si no tenés eso, no tenés nada, y es tan difícil de encontrar. Tipos que toquen así. Y va a haber cosas de las que monologueé toda la vida, y un bloque de imitaciones. Esos son los ingredientes, es un entrevero bárbaro. Y después nos vamos al interior.

¿Y carnaval? ¿Sale?

Yo, por ahora, no.

¿No te llamaron o no querés?

No me arrimé. Tuve alguna propuesta, pero no. Hoy los grupos tienen mucho trabajo de equipo, y las murgas se escriben entre tres o cuatro. Hoy por hoy, casi nadie contrata a alguien para que escriba. Las comparsas sí, pero no sé si escribo. Así que, por ahora, nada de carnaval.

Y con Rampla hundido en la B, de fútbol ni hablamos.

No, no. De fútbol ni hablamos.

Marcel Keoroglian presenta su espectáculo de humor y murga en La Trastienda (Fernández Crespo y Paysandú) el jueves y el viernes a las 21.00. Entradas en Abitab desde $ 685 (descuentos con BROU). Luego realizará una gira nacional que comienza en Treinta y Tres, Durazno, Salto y San Carlos.

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