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Portada de la edición uruguaya, cedida gentilmente por Música Uruguaya Ilustrada.

Sesenta años del primer disco del rock uruguayo: Stop, de Los Iracundos

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Cómo la banda llegó a firmar para una multinacional y grabar temas propios.

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Editar

En 1964, muchos años antes de su hit “Puerto Montt”, Los Iracundos grabaron el primer disco del rock uruguayo en Buenos Aires y se adelantaron a la “invasión uruguaya” de Argentina que liderarían tiempo después Los Shakers.

A grandes rasgos, el rock & roll llegó a nuestras costas a mediados de la década de 1950, cuando “Rock around the clock”, el megaéxito de Bill Haley y sus Cometas, hizo saltar a los jovencitos de sus butacas mientras sonaba en la película Semilla de maldad (Blackboard Jungle, de Richard Brooks, 1955). Al poco tiempo, muchas renombradas orquestas uruguayas compusieron y grabaron algún que otro rocanrol, pero, más allá de su innegable importancia, fueron intentos aislados: aquellas viejas agrupaciones tenían por mandato popular dominar varios géneros, por lo que llevaban al disco, y a la pista de baile, boleros, baiãos, fox trots, tangos y demás.

A comienzos de la década siguiente comenzaron a aflorar por doquier los tríos y cuartetos, con los TNT como máximos exponentes. Pero, tal como pasaba con las orquestas, estas agrupaciones coqueteaban con el rock en escasas circunstancias. En paralelo, otros jovencitos, inspirados en los pioneros mexicanos, Los Teen Tops y Los Locos del Ritmo, formaban sus primeras bandas. Lamentablemente, pocas lograron alcanzar el vinilo; entre las afortunadas están Los Blue Kings, un septeto de Paysandú, que tras su debut en el teatro Florencio Sánchez, el 10 de octubre de 1961, se transformó en la predilecta de la juventud sanducera.

Luego de varias presentaciones y una exitosa participación en el popular programa radial Discodromo Sarandí, conducido por el legendario Rubén Castillo, tomaron una decisión fundamental: radicarse en Montevideo. Así, en 1963, seis de los siete amigos dejaron Paysandú: Leonardo Franco (primera guitarra), Juan Bosco Zabalo (segunda guitarra), Juan Carlos Velázquez, (batería), Jesús María Febrero (teclados), Hugo María Burgueño (bajo) y el más joven de todos, con apenas 18 años, Eduardo Franco (voz y guitarra).

Todo pasó muy rápido: ese mismo año editaron su primer simple para el sello Clave, con “Retén la noche” y “Vamos a bailar Madison”, ambas versiones de canciones extranjeras. Además, se presentaron en Escala musical, una de las emisiones musicales más populares de Argentina, emitida por Canal 13. Su presentación llamó la atención de Oscar Toscano, director musical del programa, quien estaba fuertemente vinculado a la compañía RCA Víctor y al monumental éxito que venían cultivando la llamada “nueva ola” y el Club del Clan. Charla va, charla viene, en marzo de 1964 nuestros muchachos lograron firmar con el coloso discográfico. Era la primera banda de rock uruguaya en conseguirlo.

Como en todo contrato, había una letra chica: para poder sellar el acuerdo con una de las multinacionales más poderosas de la región, debían seguir ciertas indicaciones, que, a pesar de no ser de su agrado, aceptaron sin mayor reparo. Los “consejos” provenían de los cabecillas del sello: Ricardo Mejía, director de RCA Argentina, Leo Vanes y Osmar Pizzurno, ambos relacionados a la producción general y artística de los nuevos talentos. El primer cambio tenía que ver tanto con el nombre de la banda como con el de sus integrantes. Además, era necesario hacer un “refresh” de imagen.

Desde entonces, el gran público los conocería como Los Iracundos; quedaba atrás la moda de bandas con nombres en inglés. Sus integrantes pasarían a llamarse Leoni (Leonardo Franco), Bosco (Juan Bosco), Juano (Velázquez), Febro (Febrero), Burgues (Burgueño) y Franco (Eduardo). Por último, los uniformaron con vestimentas de cuero, gorros y lentes de armazón, que debían usar de forma religiosa en cada presentación. Los Iracundos estaban prontos para escribir uno de los capítulos más largos y prolíficos de la música uruguaya.

Dentro de la nueva ola

Cuando los adultos comenzaron a escandalizarse por la supuesta inmoralidad y perversión de algunos astros musicales que acaparaban las salas de cine, los empresarios se vieron en la ardua tarea de generar figuras más controlables y capaces de penetrar en los ambientes familiares. Los Cinco Latinos, Luis Aguilé y Billy Cafaro son algunos de los que tuvieron un gran suceso.

Foto promocional de 1964 realizada en los estudios Olga Masa en Buenos Aires.

La RCA Víctor también emprendió la búsqueda de talentos y, además de reforzar todo su aparato promocional, en 1959 sumó al ecuatoriano Ricardo Mejía, responsable de articular un ambicioso plan de producción y promoción capaz de fabricar y vender a los nuevos ídolos. Para 1960 comienzan a desfilar los primeros exponentes de lo que Mejía bautizó “la nueva ola”; entre ellos, Marty Cosens y Rocky Pontoni.

A los cientos de discos, revistas y demás se sumaron programas de televisión. El más destacado y exitoso fue El Club del Clan, que se emitió por Canal 13, entre 1962 y 1964. Pero los ejecutivos de la RCA sabían que los solistas estaban quedando en desuso y la nueva moda eran los grupos. Ni lentos ni perezosos, añadieron a su catálogo a una banda que venía muy aceitada y que no era necesario agregarle mucha cosa más. Así fue que ficharon a Los Iracundos, detrás de las figuras porteñas juveniles más populares. La compañía, que estaba en su cúspide, ya tenía un músculo de producción, promoción y edición súper ejercitado. El éxito estaba asegurado.

Sin perder tiempo, Los Iracundos fueron conducidos al estudio y entre abril y mayo de 1964 grabaron la mayor parte de los temas que serían parte de su primera placa, que también contiene grabaciones de febrero, parte de su “prueba de admisión”. Finalmente, entre fines de agosto y setiembre de 1964, el disco llegó a las bateas de Argentina y Uruguay, y más tarde a Perú, Bolivia y Ecuador.

Para ponernos en contexto, hay que anotar que para ese entonces Los Shakers recién se estaban armando, Los Mockers todavía no eran Los Encadenados y faltaba un par de años para que Los Epsilons se transformaran en Los Bulldogs. Es decir, que mientras Los Iracundos ya contaban con un larga duración y varios simples editados en varios países de la región, las agrupaciones aparentemente responsables de la llamada “invasión uruguaya” a Argentina todavía no estaban afianzadas. Además, Los Iracundos acababan de ser la banda soporte de la cantante italiana Rita Pavone durante sus presentaciones en junio de 1964.

Los misterios de la tapa

Con el primer LP de Los Iracundos sucede lo mismo que con el Álbum Blanco de los Beatles, que no tenía nombre y pasó a ser referido por una característica visual. El primer álbum de Los Iracundos tampoco estaba titulado, por lo que se lo conocería como Stop debido a la señal de la vía pública que se ve en primer plano.

En la portada podemos ver a nuestras jóvenes promesas apretujadas en Corrientes y 9 de Julio, en pleno centro porteño. La tapa sufrió un sinfín de alteraciones. En la primera edición argentina, Eduardo está apoyado en un cartel que dice “Salida” y luego se cambió a “Stop”. En la primera edición, además, el edificio que supo albergar la joyería más emblemática de la ciudad, el Trust Joyero, ubicado detrás de la banda, luce un cartel con la marca IKA (Industrias Kaiser Argentina), pero fue sustituido por el logo de la RCA en ediciones revisadas.

Es preciso señalar que, en sus comienzos, la fotógrafa Olga Masa, responsable de inmortalizar a varias figuras del espectáculo argentino, fue quien estuvo a cargo de las muy cuidadas fotos publicitarias de la banda. Llama la atención que la portada muestre ciertos descuidos que distan de aquellas sesiones con Masa, lo que nos da a entender que no fue ella la que los fotografió para este primer disco. Para empezar, ya no cuentan con el atuendo de cuero completo, y en su lugar utilizan unos simples pantalones de tela. Tal vez el detalle más perturbador de la portada sea la pose del baterista, que aparentemente no tuvo tiempo para terminar de vestirse y atarse el botín antes de sacarse la foto, en un lugar público, sin que apareciese gente molestando.

Franco compositor

A grandes rasgos, el disco está impregnado de twist, el ritmo de moda a partir de 1960, popularizado por Chubby Cheker. Hay espacio para temas propios –algo poco común para aquel entonces–, canciones instrumentales (que eran casi una obligación en los discos de principios de los 60) y versiones de temas europeos, bastante lejos del rock clásico.

De ese conjunto, lo más destacable es la cantidad de composiciones de puño y letra de Eduardo Franco, quien para ese entonces tenía apenas 19 años recién cumplidos. En la primera cara figura “Con un ángel”, tal vez el mejor tema del disco y el primero de muchos éxitos venideros firmados por él que ahondan en el sentimiento de vacío y desolación cuando una persona querida se aleja. La interpretación vocal del joven Eduardo asombra y desgarra; su voz va cambiando a medida que avanza el tema y logra conmover aun hoy en día.

En lo técnico, la banda sobresale en este tema. Los trémolos de Leoni, los teclados de Febro y la sutileza del resto de los músicos dan cuenta de una agrupación aceitada y con una evolución compositiva alejada del trillado twist y el rock más rudimentario. Aparecen ya elementos y recursos creativos y armónicos que marcarían un camino a seguir un par de discos más tarde, dando inicio a su carrera melódica.

Aplauso aparte merece la excelente versión de “Como un ángel” que Los Nuevos Creyentes grabaron para el documental Un tal Eduardo (Aldo Garay, 2018), que ahonda en la mística y el fenómeno en torno al legendario vocalista y principal compositor.

La púa sigue su curso y es el turno de “Despierta Lorenzo”, la primera composición propia de Eduardo, inspirada en la historieta Lorenzo y Pepita (Blondie), creada por Chick Young en 1930 y sumamente popular en nuestro país. Según cuentan, la compuso luego de comprender que las canciones de Palito Ortega eran simples y con pocas notas: cuatro acordes fueron suficientes. A finales de 1963 la banda la había grabado en un simple editado por el sello uruguayo Rodnos. Luego fue seleccionada para audicionar en RCA, pero con algunas mínimas diferencias en arreglos de guitarra y el agregado de coros a cargo de Burgues y Bosco. Simple pero efectiva.

“Susana” está atribuida a Eduardo, pero se trata de una versión, con la letra adaptada al español, de “When my little girl is smiling”, grabada en 1962 por The Drifters. No podemos atribuir esta equivocación a la banda o al sello, pero deja de manifiesto el descuido al hacer valer la obra ajena. Por suerte para los sanduceros, los agentes y representantes de aquellos años no se interesaron por las ediciones del Río de la Plata. Este es el comienzo de una serie de “errores” en los créditos que acompañarán a la banda a lo largo de toda su extensa discografía.

Además de éxitos, Eduardo también escribió el himno de la banda, “Iracundos”, considerado por algunos especialistas el primer rock en español con aires rebeldes del Río de la Plata, aun antes que “La balsa”, de Los Gatos. A pesar de que la música y tonada son bastante bonachonas, hay algo de “enojo” y rebeldía (para aquellos días) en su letra. No podemos pasar por alto los magistrales juegos de guitarra de Leoni, con mucho twang, y la sólida y filosa base de Bosco. Así, fueron pioneros en eso de ponerle el nombre de la banda en el título y estribillo de una canción.

Damos vuelta el disco y “Marianella”, otra canción de Eduardo, asalta los parlantes. Es un twist olvidable, con pocas cosas para destacar, salvo que en el estribillo, en lugar de decir “Marianella”, dice “Mariela”. Pero Eduardo está imparable y estampa otro tema propio, “Baila surfin”, que, a pesar de lo que puede sugerir el título, no tiene nada que ver con el deporte hawaiano que tiene como protagonista a las olas. Si bien no es una canción típica del género surf, hay cierta inspiración en las armonías vocales de Jean & Dean, y los coros cobran un protagonismo que no será usual en el resto de su carrera. Los teclados, con un sonido contundente, le dan la impronta al tema, mientras que Leoni se manda uno de sus mejores solos de la década. Los Iracundos no se interesaron demasiado en incursionar en el sonido surf, y todo indica que la canción busca aprovechar una moda sin entenderla del todo. Es, de todos modos, la primera canción uruguaya que habla del surf.

Que no paren los instrumentales

En el primer disco del rock uruguayo hay espacio para dos instrumentales, un género que gracias a “Tequila”, éxito de The Champs, comenzó a ganar popularidad a finales de la década del 50 (el podcast El gen latino del rock da buena cuenta de esta historia).

El primer instrumental es una gran versión de “Caravana”, clásico del jazz compuesto por Duke Ellington. La banda despliega su contundencia, velocidad y conocimiento para el destaque de Juano en la batería, combinado con la locomotora de Bosco en la guitarra rítmica y, una vez más, Loni en la guitarra líder. Es la primera muestra de una prolífica discografía instrumental que alcanzará seis discos, editados entre 1965 y 1974, repletos de clásicos de las viejas big bands, estándares de jazz, versiones clásicas y hits populares.

El segundo instrumental del disco es “Guitar tango”, compuesto por los franceses Maine y Liferman. A pesar de su nombre, la canción está plagada de aires españoles, lejos del género musical rioplatense. Fue popularizada por una de las bandas instrumentales más influyentes de todos los tiempos: The Shadows. Leoni nunca renegó de su fanatismo por Hank Marvin, guitarrista líder de los británicos, a quien recurrirá como fuente de inspiración durante toda su carrera, siendo fiel a un estilo marcado por ese sonido puro de guitarras Fender Stratocaster, que logró posicionarlo como uno de los mejores guitarristas de América.

¡Paren! No se olviden de las versiones

El disco tiene varias versiones. Abre con “Gallinita twist”, también conocida como “La gallinita Josefina”, compuesta por el guatemalteco Miguel Ángel Porras en 1963; tuvo relativo éxito en Centroamérica, pero era poco escuchada por estas latitudes. Es un twist básico pero sumamente pegadizo, con un dejo infantil, producto de los constantes cacareos del estribillo. Por su parte, Leoni se luce con su Fender y saca a relucir trucos dignos de Duane Eddy, el inventor del twang guitar, y a pesar de la simpleza del tema logra hacer buenos arreglos y solos de guitarra a lo “Guitar man”.

En “Te han visto el domingo a la noche”, Eduardo versiona a uno de sus máximos ídolos, el italiano Peppino Di Capri. Además de continuar adaptando temas europeos a nuestro idioma, aquí Los Iracundos exponen su capacidad de nutrirse de escuelas por fuera del rock más fundamentalista.

El anteúltimo tema es otra muestra de su amor por la música internacional: “Dame una oportunidad”, del francés Richard Anthony. El disco cierra con “El robot”, un tema guatemalteco, casi desconocido, que busca imponer un nuevo baile. ¿Los Iracundos también fueron pioneros en el break dance?

Un hito

Señalar a Stop como el primer disco del llamado rock uruguayo no lo hace mejor ni peor. El disco es lo que es y responde a un determinado tiempo y contexto. Ser precursor no eleva sus canciones, cuya apreciación debería dejar de estar limitada a fans, coleccionistas y personas curiosas. En cambio, es necesario poner el disco en ese lugar para tomar conciencia del aporte sustancial de Los Iracundos a la música nacional y latinoamericana, no sólo con este trabajo, sino durante toda su carrera.

Seguramente varias de las críticas que se le hacen son fundadas, como, por ejemplo, la de su marcada faceta comercial. Los Iracundos siempre tomaron la música como un negocio y sobre esa regla primordial elaboraron una carrera que duró casi 30 años con la formación original y consiguió hitos en ventas en toda América. Recorrieron varios continentes y durante varias décadas fueron la banda uruguaya más popular en el mundo.

Los Iracundos cruzan en balsa

Litto Nebbia, uno de los refundadores del rock argentino, de alguna manera reconoció en Eduardo a un pionero de la composición y la manera de cantar cuando grabó una versión de “Con un ángel” para el álbum Una celebración del rock argentino vol. 7, editado en 2010. Nebbia había conocido a Los Iracundos en 1964 cuando estuvieron de gira por Rosario. Cuando su banda, Los Gatos Salvajes, grabó la canción “La respuesta” en 1965, se usó la guitarra Eko de Bosco, pues la del guitarrista Chango Puebla había sido robada en Escala musical poco tiempo antes.

El canal de Youtube Los Iracundos Covers y Covers aloja diversas y variadas versiones de la banda.

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