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Julio Calcagno (archivo, julio de 2018).

Foto: Andrés Cuenca

A los 87 años falleció el actor Julio Calcagno, referente de las tablas uruguayas

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Con su carisma se destacó en el teatro independiente y la Comedia Nacional.

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Leído por Andrés Alba.
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El actor Julio Calcagno, de destacada carrera en teatro y recordadas participaciones en cine y televisión, falleció a los 87 años. Así lo informó la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA) al despedir al “querido compañero”. “Su trabajo en el teatro independiente es inmenso en Teatro del Pueblo, El Galpón, Teatro Circular. Integró la Comedia Nacional y acompañó con tango y poesía a Zitarrosa, Numa Moraes, Mercedes Sosa”, escribieron. “Abrazamos a la familia, especialmente a Luna y a su barra interminable de amigos y compañeros y compañeras de camino. Acompañamos tu partida, querido Polo, aplaudiéndote de pie”.

La Comedia Nacional, a la que ingresó en 1994, también lo despidió públicamente. “Fue actor de decenas de obras y también director, destacándose su humor y su carisma sobre el escenario. Julio trabajó también como actor en teatro independiente y, asimismo, será recordado por sus personajes en cine (El viaje hacia el mar, El ingeniero, entre otras). Saludamos con profundo dolor a su familia, especialmente a nuestra compañera Alejandra Wolff, a su hija Luna Calcagno Wolff, y a sus seres queridos”, publicó el elenco oficial en sus redes.

Nacido y criado en Barrio Sur, Calcagno sufrió el asesinato de su padre cuando tenía solamente siete años, hecho que lo marcaría de por vida. Su debut escénico tuvo lugar en la escuela, cuando leyó el poema “Los Reyes Magos” de Héctor Gagliardi ante cientos de personas. Sin embargo, durante mucho tiempo su único sueño fue jugar al fútbol, preferentemente en Nacional, hasta que la salud lo llevó de un proscenio a otro y en 1956 ingresó a la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), como se llamaba entonces a la institución departamental.

“Fui a la EMAD porque, como tenía asma, no podía jugar al fútbol. Me anoté de cararrota, y cuando di el examen lo salvé. Mi familia, mi barrio, mis compañeros, mis vecinos estaban en un lugar completamente aislado. Vivíamos en un barrio pobre pero nuestro”, contó a la diaria en 2018. Cuando se enteraron de que yo iba a hacer la Escuela ya me catalogaron de maricón. Tuve mucho trabajo para que entendieran de qué se trataba todo esto; para mí era muy importante que ellos entendieran por qué lo hacía”.

En aquel entonces la exiliada española Margarita Xirgu era la directora. “Todo era muy rígido. Yo no lo entendía, recién lo comprendí mucho después. Por supuesto que estuve por irme, pero hubo actores de la Comedia, como Alberto Candeau, que me convencieron. Porque yo tenía una gran contra, y es que no tenía cultura; no sabía ni quién era Florencio Sánchez. Por eso también se me hacía cuesta arriba”, agregó en aquella charla.

Para explicar esa rigidez usó un ejemplo: “Margarita decía 'acá se falta con certificado de defunción'. Y yo si estoy engripado no vengo. Ni que hablar si se muere un familiar. Había reglas muy estrictas que después se fueron flexibilizando. El teatro tiene una cuestión de templo, de iglesia, que hay que bajar un poco y quitarle solemnidad, porque ahí es cuando se acerca más a la gente”.

Todos los grandes directores con los que trabajó le dejaron algo, pero él aseguraba haberles mentido a cada uno de ellos: “En un momento de mi vida me di cuenta de que iba a seguir en el teatro, pero con ciertas reglas propias: dejarme llevar por mi intuición y creer en lo que hago. Cuando venían directores y me decían qué tenía que hacer, les decía que sí, pero después hacía lo que me parecía mejor. Porque no me gustaba discutir, y menos que me marcaran lo que tenía que hacer. Siempre necesité tener libertad, si no, me abría”.

Calcagno era un defensor del teatro de texto. “Para mí lo más importante es el texto, que la obra diga algo. Porque he visto muchos espectáculos de la nueva camada que son bárbaros, pero los olvidás muy rápido”. Se lo recordará, entre otros papeles, por su protagónico en La empresa perdona un momento de locura, del venezolano Rodolfo Santana. Ese rol le valió el premio Florencio en 1981, en una de sus tantas nominaciones, y en el triunfo también había estado su querido Barrio Sur. “Fue mi escuela mucho más que la EMAD. La empresa perdona un momento de locura tuvo críticas impresionantes, pero al personaje lo copié de un vecino. No tengo ningún empacho en decir que no fue una creación”.

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