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Intensa Mente 2.

Intensa-Mente 2: más compleja y complicada que la 1, porque así es la pubertad

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La protagonista ya es adolescente y la acompañan nuevas emociones.

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Hasta 2010, cuando se estrenó Toy Story 3, Pixar parecía imbatible. Además de la saga sobre los juguetes que cobran vida, este estudio de animación por computadora se había despachado con joyas como Los Increíbles (2004), Ratatouille (2007) o Wall-E (2008), por nombrar solamente mis tres favoritas. Pero una vez que Andy soltó su caja de juguetes el estudio perdió el toque del rey Midas, en ocasiones incluso por no saber soltar su caja de juguetes.

Historias menos inspiradas se intercalaron con secuelas que nadie imaginaba, como Toy Story 4. Muy pocas veces se trató de productos fallidos, pero los tropezones coincidieron con la mejora de los estudios de animación de la competencia, que decidieron elevar la vara de sus películas, en algunos casos teniendo como referencia directa a lo que Pixar había hecho tan bien.

En medio de esa era ya no tan dorada, se coló una historia que fácilmente quedó entre las mejores consideradas, arañando el podio en el caso de quien escribe. Intensa-Mente (2015) fue una creación de Pete Docter, el mismo de la muy entretenida Monsters, Inc. (2001) y de la tan lacrimógena como graciosa Up: una aventura de altura (2009).

Aplicando la fórmula Pixar, que nos sumerge en un mundo con sus propias reglas y después sacude la estantería para que esas reglas tengan que ser revisadas, ubicó la acción literalmente dentro de la cabeza de una preadolescente llamada Riley, cuya familia se mudaba de Minnesota a San Francisco y tenía que aprender a lidiar con muchísimas cosas nuevas.

De lidiar con ellas se encargaban cinco emociones, transformadas en cinco personajes desbordantes de color y movimiento: Alegría, Tristeza, Temor, Furia y Desagrado. La primera comandaba a las otras con un simpático puño de hierro, pero la inestabilidad emocional de Riley la obligaba a aprender a delegar el control, porque a veces necesitamos estar tristes. Todo eso en una carrera contra el tiempo que visitaba los más diversos rincones de aquella mente y nos hacía sufrir por la pérdida de un amigo imaginario, de esos tan comunes últimamente.

Al final todo se cerraba con un moño, por eso hubo una combinación de sentimientos cuando se anunció la llegada de Intensa-Mente 2, máxime después de algunas declaraciones de popes del estudio, que tomaron el fracaso (o el no éxito) de obras un poquito más arriesgadas como Luca o Soul, esta última del propio Docter, como una señal de volver a jugar sobre seguro. No en vano se viene Toy Story 5 para 2026.

Y sin embargo... esta secuela funciona exactamente como debería. Es, en muchos sentidos, una secuela perfecta. Que no es lo mismo que una película perfecta, ya que la sorpresa es mucho menor. Pero la premisa tiene toda la lógica: Riley entrando a la pubertad seguramente resulte en un torbellino de emociones. Incluso varias que hasta ahora no conocíamos.

El debutante Kelsey Mann llegó con la premisa de no innovar, excepto donde es estrictamente necesario. La animación, como si fuera necesario decirlo, es de altísima calidad, pero no fue necesario aumentar la cantidad de pelos (los animadores se obsesionan con el tema de los pelos) para capturar nuestra atención. Seguramente todo sea un poco más prolijo, un poco mejor dibujado y mejor animado, pero lo importante es despertar las mismas emociones que al ver la entrega anterior.

Hay una presentación del viejo equipo, aprovechando un partido de hockey en el que Riley se destaca entre sus compañeras. Pero la realidad es que, si no vieron Intensa-Mente, no sé qué están esperando. Porque hay unas cuantas cosas nuevas como para que tengan que entrar en este mundo desde cero.

Los pensamientos de la jovencita, esas esferas coloridas que tanto importaron en la película anterior, son capaces de formar creencias. Y la suma de esas creencias forman la identidad de la joven. Sí, las islas de personalidad siguen allá en el fondo, pero son estos tres elementos los que marcarán el rumbo de la historia.

La pubertad, entonces, llega como un equipo de demolición que reconstruye toda la mente de Riley, pero además permite la llegada de cuatro nuevas emociones: Ansiedad, Envidia, Vergüenza y Ennui (“aburrimiento”, ponele). Hay una quinta, pero, como aparece poco, dejaré que la descubran.

Hay algún punto de contacto con la serie animada Big Mouth, donde los púberes comienzan a ser acompañados por diversos monstruos, pero esta diversión es estrictamente familiar. Aquí el único cambio físico de la protagonista es su mal olor. Pero la Ansiedad y la Vergüenza allí también estaban personificadas.

En una película estrenada en 2024 es lógico que sea la Ansiedad la que se convierte en líder de su humana. Que rápidamente queda envuelta en una trama simpática (cliché, pero es la idea) de crecimiento, nuevas pérdidas y las primeras proyecciones a futuro. Las torpezas del exterior se explican por situaciones que Alegría y las viejas emociones deberán resolver, y para eso habrá una nueva odisea a través de los rincones del cerebro de Riley, con varios de esos rincones correspondientes a juegos de palabras que por suerte funcionan en español, como la tormenta de ideas.

Aparecerán nuevos aliados, estilos de animación diferentes y una historia más compleja, y quizás también más complicada, porque ocurre en una mente más compleja y más complicada. No la recomiendo a un público muy menor, pero si al menos están cerca de recibir a esas nuevas emociones, estarán listos para verlas.

Intensa-Mente 2, de Kelsey Mann. 96 minutos. En cines.

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