Cultura Ingresá
Cultura

Tatsuya Nakadai (1932-2025), uno de los grandes actores del cine japonés

7 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Recordado por sus trabajos con Akira Kurosawa, Masaki Kobayashi y Toshiro Mifune, protagonizó películas fundamentales.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

En el clásico japonés Los siete samuráis (1954), de Akira Kurosawa, un grupo de campesinos se traslada a una ciudad para intentar reclutar samuráis que los ayuden a combatir a los bandidos que los vienen acosando. La secuencia empieza con una notable serie de planos, que alternan entre la mirada de los campesinos y los samuráis que van pasando por la calle. El primero pasa de derecha a izquierda, la cámara lo sigue hasta que se cruza con otro, que viene de izquierda a derecha, y la cámara se queda con este un ratito.

Ese segundo samurái está actuado por Tatsuya Nakadai. Se queda tan sólo tres segundos en pantalla y no vuelve a surgir en el resto de la película (que dura casi tres horas y media). Es apenas un poquito más que un extra, porque, en ese rato ínfimo, tiene la plena atención de la cámara. Además, según contó más adelante en entrevistas, el rodaje de ese plano le tomó seis horas, entre otras cosas, porque Kurosawa insistía en que no sabía caminar como un samurái.

Desde que leí en un libro que Nakadai era uno de esos samuráis que pasaban, lo busqué en el video y logré reconocerlo, me pareció que había algo mágico, premonitorio, en esa aparición. 31 años después, en el épico Ran (1985), del mismo Kurosawa, basado en Rey Lear de Shakespeare, Nakadai sería el protagonista absoluto. Su personaje es el equivalente a Lear, adaptado al Japón feudal. Había ascendido de extra a protagonista y, en la ficción, de samurái desempleado a daymio (señor feudal), consagrado como uno de los grandes actores cinematográficos japoneses.

Nacido en 1932, Nakadai fue 12 años más joven que Toshiro Mifune (1920-1997), y empezó su carrera en cine seis años después y desde mucho más abajo. Esos pocos años hicieron una gran diferencia: Nakadai se perdió todo el inicio de la llamada época de oro del cine japonés (que suele ubicarse entre fines de los años 1940 hasta mediados de los años 60) y ese período de enorme proyección internacional de cuando el cine japonés fue descubierto para el resto del mundo, a partir de 1950. De todos modos, agarró los últimos años en que Japón fue el país que produjo la mayor cantidad de películas en el mundo.

Llegó a actuar, en papeles menores, en hasta ocho películas por año, y aun cuando empezó a alternar protagónicos con secundarios llegó a meter cinco en un año. De todo eso, como la mayor parte del público occidental, conozco esencialmente las películas que hizo con los dos directores con los que está más asociado, Kurosawa (1910-1998) y Masaki Kobayashi (1916-1996). Andá a saber los tesoros que todavía no descubrí, pero entre los que sí: ¡qué películas, qué roles y qué actuaciones!

Hacia la obra maestra con Kobayashi

Nakadai estudió teatro, hizo una importante carrera teatral y en 1975 fundó una relevante escuela de actuación junto con su esposa Kyoko Miyazaki. Esa preparación teatral se puede percibir en una técnica vocal formidable, en su eclecticismo, en la tendencia a gestos estilizados y cierto énfasis dramático.

Para el cine, fue descubierto por Kobayashi, quien lo llamó para un papel ínfimo en La habitación de paredes delgadas, rodada en 1953. Esa película, que abordaba el delicado asunto del maltrato mutuo entre japoneses y estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, fue prohibida y lanzada recién en 1956. Debido a esa postergación, la primera vez que se lo vio en una pantalla fue realmente en su rol de tres segundos en Los siete samuráis. Kobayashi lo llamó de vuelta para Río negro (1957), para un papel más relevante, de joven yakuza revoltoso, con el que llamó por primera vez la atención.

Su consagración nacional e internacional se dio con el rol protagónico en La condición humana, una saga de Kobayashi en tres estamentos (1959-1961) con duración total de casi diez horas. Nakadai ahí es un joven bienintencionado y de tendencia socialista, durante la segunda guerra. Sufre toda clase de decepciones y luego sufrimientos extremos, de la mano de oficiales japoneses y, luego, de los soviéticos, de los que cae preso. Cuando logra escaparse, termina muriéndose congelado en medio de la estepa nevada.

La condición humana es inolvidable, aunque, para mi gusto, un poco lacrimosa. De todos modos, preparó a su director y a su, ahora, actor-fetiche-estrella para la obra maestra que es Hara-kiri (1962). Nakadai consideraba que era su mejor papel en cine, y creo que el resto de la humanidad está de acuerdo. Durante la mayor parte del metraje, está sentado, con su kimono oscuro, sobre un pequeño tatami en el patio interno de un castillo, al que llegó para cometer un suicidio ritual. Antes de cortarse el vientre con su espada corta, les cuenta a los nobles que lo rodean las circunstancias que lo llevaron hasta allí. La voz impresionante de Nakadai nunca sonó tan cavernosa, y su tono algo siniestro, casi imperceptiblemente irónico, empieza a dar a entender que hay algo raro.

En la medida en que avanza su cuento (al que vamos acompañando con flashbacks, puntuados por la impresionante música de vanguardia de Toru Takemitsu), nos vamos dando cuenta, junto con los señores que lo escuchan, de que ese mismo clan aristocrático fue responsable de la muerte de toda su familia. La situación se vuelve aún más retorcida cuando constatan que los tres mejores espadachines del castillo están ausentes ese día, alegando enfermedad. En un momento culminante, con una sonrisa cruel, Nakadai les arroja a los señores que lo están escuchando las colitas de los pelos de los tres espadachines. Se había encontrado con cada uno de ellos, y logró la proeza de cortarles el pelo sin matarlos, lo que implica el máximo deshonor para un samurái. La risa grave de Nakadai suena más lúgubre que nunca, y sus ojos saltones miran en forma acusadora, como preludio a la carnicería que sigue.

Siempre con Kobayashi, en la película antológica de cuentos de terror Kwaidan (1964), Nakadai es un joven leñador hechizado por una yuki-onna (un espíritu bajo la forma de una bella mujer asociada a las nieves). Ya Rebelión (1967) fue una película realizada por encargo de Toshiro Mifune, el productor, que asume el protagonismo. Nakadai es su mejor amigo. Cuando Mifune (para simplificar estoy adoptando la anticuada costumbre de referirme a los personajes por los nombres de los actores) rompe con su señor y decide salir por el mundo para denunciar sus injusticias, Nakadai, que es el guardián del paso fronterizo, está obligado a impedirlo. Se sientan amigablemente a tomar el té antes de levantarse a cruzar espadas.

La carrera de Kobayashi se deslució bastante luego del final de la época de oro, pero Nakadai protagonizó la última película que dirigió, en 1985.

Dos samuráis

Nakadai llegó a un público aún más amplio, a nivel internacional, cuando Kurosawa, impresionado con La condición humana, lo empezó a llamar, siempre en asociación con Mifune. Primero fue en Yojimbo (1961). Esa tremenda película, además de su valor intrínseco, está concebida en la historia del cine como la inspiradora del wéstern espagueti fundacional del género, Por un puñado de dólares (1964), de Sergio Leone, con Clint Eastwood haciendo el rol de Mifune y Gian Maria Volonté en el de Nakadai.

La historia de Yojimbo transcurre hacia 1860. Nakadai es el villano, caracterizado como una proyección, al contexto de un siglo antes, del delincuente juvenil rocanrolero, con el pelo pinchudo y un pañuelo en la cabeza. Americanizado, el personaje se hizo de un revólver Colt, inesperada intervención en un mundo de espadachines. Mifune, el héroe, tiene que pasar varios días practicando lanzamiento de cuchillos. Cuando finalmente se enfrentan, en el momento en que, confiado, Nakadai le va a disparar, Mifune se adelanta lanzando un cuchillo que penetra el antebrazo de su contrincante, lo que le permite avanzar y cortarlo letalmente con su katana. Mientras Nakadai está moribundo, Mifune le muestra respeto: a fin de cuentas, era el único inteligente en un pueblo de idiotas. Pero Nakadai, en esa película, es pura maldad, y aprovecha la oportunidad para intentar disparar sobre Mifune: casi lo logra, pero se le nubla la vista y muere antes de hacerlo.

Aprovechando esa oposición maniquea, Kurosawa hizo una continuación, Sanjuro (1962). Es una continuación rarísima, porque ahora el personaje de Mifune vuelve a aparecer, pero unos 100 años antes de la otra historia, en el siglo XVIII, y Nakadai vuelve a hacer de villano, pero es otro personaje. Ambos son samuráis eximios, pero uno representa el bien y el otro el mal. El bien prevalece, pero, herido en su honor, Nakadai desafía a Mifune a un duelo. En un plano formidable, con la cámara fija, los dos se encaran durante un minuto y medio. Por 30 segundos están totalmente inmóviles, hasta que desenvainan. Mifune lo engaña, desenvainando con la izquierda, y en un movimiento agilísimo le corta la aorta, suscitando un violento chorro de sangre. Nakadai cae como si fuera un muñeco. Esa escena es el punto de partida para toda la tradición de hiperviolencia expresionista de mucho cine de samuráis posterior.

En El cielo y el infierno (1963), finalmente, Nakadai y Mifune juegan en el mismo equipo. El hijo de Mifune fue secuestrado y Nakadai es el detective encargado del caso. Mifune es el protagonista en la primera mitad de la película, y en la segunda mitad domina Nakadai, en lo que es uno de los grandes policiales procedimentales de todos los tiempos.

El fin de la época de oro y la crisis del cine japonés pegaron fuerte también para Kurosawa, pero su carrera se mantuvo a flote gracias al apoyo de productores extranjeros. En 1980 y 1985 hizo dos superproducciones de samuráis, Kagemusha: la sombra del guerrero, producida por Francis Coppola y George Lucas, y Ran, con apoyo francés. Necesitado de alguien que tuviera el peso dentro y fuera de pantallas para encarnar poderosos daimyo de la caótica y sangrienta era Sengoku (fines del siglo XVI), Kurosawa volvió a recurrir a Nakadai.

En Kagemusha tiene un doble rol. Además de ser el daimyo, es también un ladronzuelo que, antes de darle pena de muerte, descubren que es igualito al señor, por lo que deciden educarlo para que pueda hacer las veces del noble en situaciones expuestas a peligro. Nakadai tiene que hacer de noble comandante y de vulgar pobre diablo, y luego de este haciendo de noble comandante. En Ran sufre una transformación similar, desde la cumbre absoluta hasta la miseria y la locura.

Nakadai también hizo un pequeño pero notable rol de maestro samurái en Ame agaru (1999, dirigida por Takashi Koizumi), un guion que Kurosawa no llegó a dirigir, y que fue llevado adelante, luego de su muerte, por un grupo de artistas amigos del gran director.

Nakadai hizo mucho más. Participó en cinco películas de Mikio Naruse y en una de Heinosuke Gosho, quienes fueron los grandes sobrevivientes de la época silente del cine japonés. Entre los prestigiosos coetáneos de Kobayashi y Kurosawa con los que actuó estuvieron Senkichi Taniguchi, Kon Ichikawa, Keisuke Kinoshita y Hiroshi Inagaki. También actuó, en forma más esporádica, con exponentes nuevaoleros como Hiroshi Teshigahara y Masahiro Shinoda. Su voz impresionante aparece también en el clásico de animación de los estudios Ghibli El cuento de la princesa Kaguya (2013, de Isao Takahata).

Tatsuya Nakadai falleció el 8 de noviembre, de pulmonía, a los 92 años. De habérmelo encontrado, y aunque sólo supiera de sus tres segundos en Los siete samuráis, me sentaría arrodillado, apoyando las dos manos contra el piso y tocaría el suelo con la frente y lo llamaría senséi (intentando, pobremente, imitar la profundidad de su voz). Por haber prestado su presencia magnífica a tantas de las mejores películas que se hayan realizado, lo saludo 100 veces.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa la cultura?
None
Suscribite
¿Te interesa la cultura?
Recibí la newsletter de Cultura en tu email todos los viernes
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura