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María Mendive, Marisa Bentancourt, Agustín Urrutia y Gabriela Iribarren.

Foto: Alejandro Persichetti, difusión

La escuela de teatro independiente que llegó a los 25 años: ojo en el audiovisual, formación continua y autogestión

7 minutos de lectura
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Las fundadoras del Instituto de Actuación de Montevideo en una nueva etapa.

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No es común que, en estos tiempos, una escuela de teatro llegue al cuarto de siglo. Desde el año 2000, el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM) ofrece una carrera de cuatro años para actrices y actores, así como un curso anual y una tecnicatura en actuación. Está dirigido a adultos, niños, niñas y adolescentes y no exige prueba de admisión ni tiene límite de edad. Su metodología reconoce una tradición y, a la vez, incorpora saberes y alternativas contemporáneas.

la diaria conversó con sus históricas fundadoras, Gabriela Iribarren, María Mendive y Marisa Bentancur, a quienes hoy se les suma en la dirección Agustín Urrutia.

Empecemos por el último en llegar: ¿cómo fue el ingreso de Agustín al IAM?

Urrutia: Hacía tiempo que escuchaba en la radio a estudiantes del instituto improvisando. Un día, volviendo a mi casa en el ómnibus, las veo a través de la ventanilla en las pegatinas de una pared. Llegué a mi casa y les dije a mis padres: “Quiero hacer el IAM”.

Tiene que haber sido muy fuerte decidir emprender el desafío de fundar una escuela teatral a principios de siglo.

Bentancur: Yo ya había concursado para dar clase en los centros comunales zonales de la Intendencia de Montevideo.

Iribarren: Con María estábamos trabajando en Sueño de una noche de verano en la Alianza y Beatriz Massons me había convocado para trabajar en su escuela, pero yo nunca me había propuesto ser docente. Con María también estábamos trabajando en la tele y habíamos experimentado los prejuicios que existían con respecto a los actores uruguayos en la televisión y nos molestaba bastante. Las tres fuimos formadas en la EMAD y nos dimos cuenta de que en nuestra época no habíamos recibido herramientas para ese tipo de actuación. Entonces armamos un grupo las tres, para hacer un análisis crítico de nuestra formación y cuáles eran las necesidades de los actores y actrices en ese presente. Nos propusimos crear una formación dual tomando la actuación como centro y el audiovisual y el teatro como lenguajes.

¿Tomaron otras escuelas como referencia?

Iribarren: Estuvimos testeando otras instituciones educativas del estilo y fue un trabajo muy enriquecedor ver cómo el mundo miraba el tema. De pronto, esas miradas no se ajustaban a la realidad de Uruguay. Quisimos hacer algo situado en el territorio, pensado para nosotros, para nuestra idiosincrasia, nuestra historia y nuestra trayectoria, que es muy reconocida en el mundo, más allá de las carencias económicas que tenemos. Nosotras tomamos la actuación desde un lugar antropológico, como algo inherente al ser humano, una necesidad de transmutar la realidad, de plasmarse en algo, de identificarse, expresarse, revelarse y denunciar lo que se necesita denunciar”.

Mendive: Todo este trabajo lo pasamos por nosotras: por nuestra sensibilidad, la confianza en nosotras mismas, en nuestro equipo. Todo el tiempo estamos aggiornándonos. Vivimos en estado de laboratorio permanente.

La de ustedes es la actitud opuesta a la que tienen otras escuelas o instituciones que suponen una marca registrada, como si en gastronomía habláramos de pasar por Le Cordon Bleu.

Bentancur: Yo creo que hay algo en el método generado que es de lo más poderoso que vamos a dejar a estas generaciones. Y creo que se confronta con que nosotras fuimos hijas de grandes maestras y maestros y hoy se es hijo de métodos. Porque nosotras en realidad somos…

¿Facilitadoras?

Bentancur: Eso. Somos facilitadoras con mecanismos para que quien venga haga aquí su proceso más orgánico.

Se podría establecer una analogía con los docentes “marca registrada”. En teatro en Argentina se dice “yo estudié con Fulano”. O en radio y en televisión, donde la gente “escucha a Mengana” aunque nunca registre cómo se llama el programa. ¿Mañana vendrá alguien que cumpla la función de Marisa Bentancur que no sea Marisa?

Mendive: Ya está ocurriendo.

Iribarren: Marisa y yo ya salimos de nuestro rol docente.

Bentancur: Por ejemplo, el método que he utilizado en tragedia griega lo trasladé a un egresado de nuestra institución, Rodrigo Peluffo, que tiene una gran sensibilidad, poder, una creatividad y una comprensión profunda del material que tomó y ya está transmitiendo.

Urrutia: Yo fui asistente de cátedra de muchos y hoy soy docente, y creo que eso también es parte de la institución. Acá hay muchas oportunidades para encontrar en qué lugares de la creación artística te interesa desarrollarte: la dramaturgia, la dirección, el diseño, lo técnico, etcétera.

Yendo nuevamente a los inicios, ¿desde qué lugar cree cada una que aportó su experiencia en la conformación de este equipo?

Mendive: Yo, por ejemplo, había trabajado mucho con niños, me preparé con Bernardo Trías y creé un área de trabajo que es el de la improvisación, el desarrollo corporal, creativo y dramatúrgico también.

Iribarren: A mí me gusta mucho la parte de creación de proyectos, de investigación: crear lo que no existe. Yo ofrecí eso a la mesa de trabajo y allí lo fuimos amasando, pensando, cambiando y haciendo que la formación artística en el instituto tuviera un marco ético. Con respecto a eso que vos traías de los personalismos, nosotras venimos de una formación que nos exigía entrar en moldes que correspondían a otras creadoras y creadores, lo que implicaba una forma de encorsetarte. Si no respondías a ese modelo hegemónico...

No estabas honrando el legado...

Iribarren: O no servías. Era un teatro que tenía resabios de cosas muy feas que pasaban en la escena, y ser testigo de eso era muy desagradable para nuestros valores, principios que eran comunes a las tres, y dijimos: “No, esto no es así, no debe ser así”. Porque uno crece con el otro, crece en las diferencias. Cada uno es dueño de su ser actriz o su ser actor. En el IAM trabajamos en la cooperación, no en la competencia. Queremos actores libres, autogestionados, que no tengan que sentarse a esperar con su teléfono en el bolsillo a que alguien los convoque. Entonces acá lo que se respira es la humanidad que se tiene, más allá del rigor y la disciplina, porque somos también hijas de la disciplina del artista, la que nosotros necesitamos para crear.

Mendive: Este fue el principio de un camino en el que hemos creado nuestras propias metodologías de trabajo. Yo hice la asistencia de teatro del absurdo a Elena Zuasti y cuando ella murió tomé el teatro del absurdo y creé una metodología en arte escénico y en el área de la improvisación. El año que viene voy a hacer una publicación al respecto, así como Marisa ya lo hizo con su trabajo en tragedia y Gaby va a hacer la suya sobre su método y su experiencia. Desde el comienzo hasta hoy, siento que hice como cinco carreras universitarias de creación, de gestión, del trabajo sobre la viabilidad de las ideas como actriz, y acá también me hice directora.

Bentancur: Lo que pasó en este proceso fue que las tres fuimos muy rigurosas. Cada una con la otra. Discutimos mucho, pero muy bien, y siempre llegamos a acuerdos. Discutimos, lloramos, nos cansamos, nos reímos...

Mendive: Y comimos...

Bentancur: Y discutimos también con los estudiantes. Porque ¿cómo devuelve la institución, por ejemplo, después de cada examen lo hecho por cada estudiante? Ese estudiante tiene una nota, un concepto de cada uno de los 25 o 30 docentes que tuvo durante el año. Pero a su vez tiene un cara a cara con los cuatro directores que le explican qué pasó. ¿Por qué seguís o por qué debés repetir? El primer año en que pensamos que alguien debía repetir, estuvimos dos días sin dormir.

Mendive: Y hoy lo llamamos recursar. En esa reunión con cada estudiante, tenemos la posibilidad de dialogar también.

Estamos hablando de más de tres mil reuniones...

Mendive: ¡Y más! Pero es importante esta oportunidad de decir qué te pasa a ti o qué creés tú que tenés que trabajar. Porque si bien es una materia grupal, hay algo de la individualidad que debe ser escuchado y atendido. Durante estos 25 años hemos trabajado también con Rosa Simonelli en la consejería institucional, trabajando en la salud grupal.

Ustedes han profundizado en la autogestión y el trabajo de la parte humana dentro de la formación, pero también han influido en la forma en que hoy otras escuelas se manejan en esos aspectos.

Iribarren: Este instituto es una construcción que comenzó en tiempos de crisis e involucró a nuestras familias trabajando con nosotras. Pero antes obtuvimos la declaratoria de interés cultural del MEC, por ser una propuesta innovadora en materia pedagógica y de trabajo en el arte. Empezamos a notar, sí, que acá y allá se tomaban ideas del IAM. Y esto se ha convertido, gracias a muchísimos compañeros y compañeras que ponen el cuerpo y el alma en esta institución, en una referencia.

Hablando de referencia, hay un dicho muy desagradable que dice algo así como “el que sabe hace y el que no sabe enseña”. Y a casi todos nos ha pasado alguna vez que sentimos pudor al observar la obra de nuestros docentes...

Iribarren: Nosotras mismas nos hemos habilitado a poner por principio nuestras carreras y trayectorias como artistas. Por eso acá no hay examen de admisión ni límite de edad. Porque sabemos en carne propia que todos rechazamos desafíos cuando nos ponen de cara con nuestras dificultades. Pero esas dificultades se vencen. La formación paga.

¿Soñaban, contra todo pronóstico, vivir de su profesión?

Iribarren: Hace 25 años nosotras salimos con el postulado “queremos vivir de nuestro trabajo artístico”. Porque no es lo mismo tu desarrollo si podés entregarle equis horas de tu día que si tenés dedicación completa. La energía es una sola.

Mendive: Yo siempre supe que iba a vivir de lo que sabía hacer.

Iribarren: Yo tenía la claridad de que iba a ser así. Hice la EMAD trabajando al mismo tiempo. Todas. Pero eran tan fuertes mi vocación y el ansia de desarrollarla que mi anhelo era hacer sólo esto.

Urrutia: Yo entré al instituto a estudiar con el apoyo de mis padres. Esa convicción de la que ellas hablan se respiraba en este lugar. Y empecé a trabajar acá enseguida.

El otro día una amiga actriz que se separó después de muchos años publicó luego de una función: “Qué trinchera hermosa es el teatro”. Vos estuviste llorando antes de salir, te vestiste y fuiste a hacer la obra. Vos tenés a tu hijo internado y vas a hacer la función, y es algo que los trabajadores del arte deben agradecer. No todas las profesiones implican ese rigor ni ofician de refugio.

Bentancur: Es tal cual. Un día estábamos las tres de gira por Europa con Ana contra la muerte y Gabriela empezó con unos dolores y una panza así, y yo dije: “Vamos a morir todos ahí arriba”. La operaron de urgencia de apendicitis en Tenerife y la función se hizo.

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