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Ino Guridi.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Ino Guridi sólo quiere divertirse y ¿quemar este maldito pueblo?

8 minutos de lectura
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La cantante y compositora lanzó su segundo disco, Vigilia

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Para Ino Guridi, los discos son varias cosas a la vez: la mejor medida de todas las cosas, una sustancia de necesidad básica cuyo consumo determina su forma de ver el mundo, una religión de un dios de aspecto elegante, como el Bryan Ferry de Roxy Music, una teoría del arte en sus lentes negros, un envoltorio ideal de los recuerdos y el código secreto de la naturaleza humana del futuro.

Por todo eso, aunque la síntesis lógica sería una insoportable y erudita crítica musical, no sorprenden la solidez y el magnetismo de las canciones de su segundo disco solista, Vigilia –editado recientemente por Little Butterfly Records–, uno de los mejores del año. Está elaborado con poesía oportunamente prístina y en primera persona, música inspirada, pegadiza y matemática, nocturnamente montevideano y otoñal, ambicioso, vanguardista, simplemente genial.

“Mire aquello que realmente tiene que interesarle y désele un comino lo demás”, se lee, marcado con flúo amarillo, en un ejemplar de Nueva York, de Joaquín Torres García, que le robó a uno de sus abuelos en una práctica poco casual, confiesa, mientras camina, de tapado negro, rumbo a comercios de 18 de Julio.

“Ahora salió una reedición de un libro fundamental de Torres García, Universalismo constructivo, que tiene como 1.000 páginas, y no sé si comprarlo o ahorrar la plata para la entrada de Primal Scream”, confiesa frente a la vidriera del Museo Torres García, en la Ciudad Vieja, que exhibe un ejemplar igual al de tapa naranja que lleva en su bolso y el que acaba de mencionar, que terminará por llevarse, confiada en que sus canciones son las mejores para telonear la visita de los escoceses comandados por Bobby Gillespie.

Antes, ahora mismo la ilusiona el reciente lanzamiento de Vigilia y su presentación oficial, el 6 de octubre en la sala Hugo Balzo del Sodre. “Sonaban siempre The Police, Moby y Daft Punk”, cuenta sobre la música que escuchaba con su padre, Renzo Teflón, al comienzo del minidocumental Ino Guridi entre sintetizadores, en el que asegura: “No puedo dejar la música, pase lo que pase”.

¿Cuándo empezaste a imaginar este nuevo disco?

Cuando terminé con el anterior, Pasará. Pero en realidad lo que pasó es que lo pensé mucho tiempo y en diciembre pasado lo hice de un tirón, durante ese mes.

Fue un viaje. Estuve probando mil cosas, tocando en vivo mucho, que eso es algo nuevo para mí. Con Pasará tuvimos pila de toques con la banda y oportunidades de abrir shows grandes, como el de Usted Señálemelo. No estaba acostumbrada a la exposición de mis canciones, y eso fue como reencontrarme con ellas de otra manera. Me daban ganas de tocarlas en vivo y de moldearlas distinto en los shows, y al mismo tiempo me alimentaba de música de películas, libros y cosas. Y en diciembre no sé bien qué pasó. Nada en particular, pero me salieron todas las canciones, una detrás de la otra.

Nunca había hecho un disco tan rápido. Mi miedo era que, como me estaban saliendo tantos temas, no estuvieran muy buenos. Entonces le escribí a Krishna Della Valle, le dije que lo quería de coproductor y le mandé lo que estaba haciendo. Le puse: “Me gusta, pero no estoy segura de si está tan bueno”. Todo lo que le mandé le gustó. Y ahí pensé: “Bueno, qué raro esto. ¿Debería preocuparme o usar este envión creativo y seguir para adelante?”. Y me la jugué.

Algo que aprendí con Pasará es que no me gustaría estar tantos años para sacar un disco. Me veo como una artista que quiere sacar muchos discos en su vida. Siento que cada disco es una foto de un momento. Entonces, bueno, hay años en que te quedás sin foto si no sacás un disco. Y eso es una pena. Al mismo tiempo, me pareció que era bueno no juzgar demasiado las creaciones. O sea: “Si son canciones que me gustan, vamos a terminarlas”.

¿Cuándo apareció el título del disco, Vigilia?

Después de que lo terminé. En ese diciembre estaba en un horario medio nocturno. Ahora ya no, fue una cosa de ese momento. El disco también tiene algo nocturno en las texturas y los ambientes que propone. Se compuso entre las once de la noche y la una de la mañana, ponele. Y después de eso no me acosté tan tarde. Las canciones tienen algo de ese punto medio en el que te estás por dormir, pero todavía estás despierto escuchando cosas.

¿A quién le habla el disco? A veces parece que a alguien muy particular, a veces, ¿a tu sombra?

No quiero ser específica con ninguna de las canciones, pero la realidad es que muchas de las letras están inspiradas en cosas amorosas y familiares. Nunca antes me había animado a escribir sobre mí y mis relaciones en una canción, aunque Pasará también podía tener alguna cosa romántica.

En ese sentido, Vigilia es un disco mucho más directo y explícito.

Sí, cien por ciento. Pienso en “Nuevos trajes”, por ejemplo, que habla de cuando alguien se muestra distinto según con quién esté hablando. Es como: “¿Con qué cara vas a ir mañana a tal lugar?”. Eso es algo social, que ves todo el tiempo.

En “Tren” hay una frase que termina en “quemar este maldito pueblo”.

Esa canción me da un poco de cringe, pero también fue un desafío del disco abrazar las letras como llegaron y tratar de no retocarlas demasiado. En Pasará fui muy extrema en la pulcritud de las letras. Con este disco sentí que para poder divertirme más y soltarme más tenía que aceptar lo que saliera, y lo acepté. Hay algunas frases que me dan un poco de cringe. Y justo la de “Tren” es un poco adolescente.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

La frase me conectó con “Quiero salir de aquí”, de Cadáveres Ilustres.

Es que sí. Lamentablemente. Esa ambición fue la que me llevó a vivir en Chile durante un buen tiempo. Salir cada vez más de Uruguay para conocer más lugares y más culturas es algo que me encanta. De hecho, “Tren” es la única canción que compuse en 2020, cuando estaba en Chile.

Un día, estando allá, falleció la abuela de la novia de un amigo. Sus parientes –la tía, la mamá y no sé quién más– hicieron un viaje en auto larguísimo. Tuvieron un accidente y esa tía se murió cuando iba al velorio de esa abuela. Fue algo trágico y de un humor negro horrible: morirse yendo a un velorio. Entonces, la canción, entre otras cosas, también habla de que yo quiero saber cuándo me voy a morir. Quiero que me avisen.

¿Cómo te sentís ahora, viviendo de vuelta en Montevideo?

Estoy bastante entusiasmada, encontrando en Montevideo un lugar re lindo, acompañada de un grupo de amigos y bastante amigada desde mi vuelta de Santiago. Me costó mucho adaptarme. No sólo a la vuelta de Chile, sino a la casa donde vivo desde hace tres años, que era la de mis abuelos, después de mi papá, luego de mi tío y ahora mía. Fue muy traumática esa adaptación. Entonces, no fue sólo reamigarme con Montevideo, sino amigarme con la casa donde crecí, la casa que era de toda mi familia. Implicaba vivir ahí y resignificarla, porque estoy en otra edad, en otra época de Montevideo. Amigarme con todo eso fue un proceso súper largo, y creo que justo coincide el lanzamiento de este disco con un momento en el que siento que me adapté.

Hace tiempo que venís leyendo a Torres García. ¿Qué encontraste?

Lo primero que pasó, también a propósito de mi mudanza a esa casa, es que un día descubrí que a pocas cuadras estaba el lugar donde había tenido su taller. Ahora salió un libro nuevo de Torres García, que tiene como 100 clases suyas, editado por primera vez. Hay músicos que hablan de Rick Rubin, pero cuando vos te encontrás con la filosofía sobre el arte y la creatividad que tenía Torres García, Rick Rubin no tiene nada que hacer. Me interesa estudiar eso para poder aplicarlo a mi propio arte o al lugar del artista.

¿Con qué más estás ahora?

Estoy leyendo poesía uruguaya. Y arranqué una especie de revival musical de mis 15 años. Ahora tengo 31 y me da mucha nostalgia toda esa música. Bandas hípster de MySpace, como LCD Soundsystem, Lykke Li, Soko y Ariel Pink. Estoy mirando con mucho cariño esa época en la que escuchaba esa música que me moldeó el cerebro. Estoy permitiéndome divertirme mucho más con eso y con música que antes pensaba que era descartable. Yo no me doy cuenta, pero me lo dice la gente que me ve de afuera: escucho mucha música muy bailable todo el tiempo.

¿Y en qué artistas uruguayos te seguís sintiendo reflejada? Siempre fuiste de consumir mucha música en inglés.

Recontra. De acá soy muy fan de Tallo. Me encanta lo que hace y me sé todas las canciones de memoria, voy a todos sus shows. Tengo como una adicción por su música. Después siento que una de las bandas que más se parecen a lo que hago es Isla de los Estados, que es una banda argentina que ya no existe y en la que toca Loló Gasparini, un tipo muy talentoso que trabajó mucho con Gustavo Cerati.

Lo que me pasa con las bandas uruguayas, y lo digo siempre, es que tenemos esa gran cosa a favor de que cada artista tiene que sostener una bandera. Como somos muchos que hacemos música y somos poca gente, siento que cada artista levanta una bandera propia. Ningún artista es parte de ninguna escena. Siento que cada uno en sí mismo es su propio estilo. O sea, vos no podés comparar a Lucía Romero con Alfonsina o con Rodra, porque son tres palos re distintos. Y cada una tiene que seguir haciendo lo suyo para hacer crecer su propia escena. Eso a la vez provoca que ninguno tenga un público masivo y que te cruces todo el tiempo con gente que hace cosas distintas. Entonces, quieras o no, te vas nutriendo del estilo del otro también. O vas conociendo bandas muy distintas de vos. Y eso te hace más raro todavía.

¿Cuál es tu mirada respecto del lugar de las mujeres en las grillas de los festivales?

Siento que todavía estamos muy atrás en el cupo que deberían tener las mujeres y sus proyectos de música en las grillas. Siento que debería ser algo estatal. Creo firmemente en eso. La gente se apresura mucho a juzgar ese tipo de pensamiento. Escuchás cosas como: “¿Por qué le vamos a dar lugar a una mujer si no se lo ganó?”. Y en realidad es todo parte de un proceso. Existe históricamente una desigualdad y un machismo gigante con respecto a los proyectos de mujeres. Si queremos llegar a un futuro con equidad entre hombres, mujeres y disidencias, necesitamos transitar por proyectos de ley que avalen y apoyen esa visibilidad, para que un día se dé naturalmente y ya no necesitemos eso.

Lo mismo que pasa con el feminismo. El fin del feminismo es la igualdad. Una vez que haya igualdad, no va a haber más feminismo. Y si queremos llegar a una igualdad es porque los números son muy jodidos. Yo, como productora de sonido –uno de los roles claves en la música–, soy una entre 43. Ese número está demasiado mal.

Vuelvo a la adaptación a tu casa. ¿Hubo algo en particular que te ayudó en ese proceso?

Creo que el tiempo fue clave. Darme el tiempo para adaptarme. Yo siempre estoy a las piñas, entre comillas, siempre me estoy apurando. Siento que la corro de atrás desde que tengo 15 años. Siempre sentí que llego tarde a todos lados, que saqué mi primer disco con 29 años y que eso era re tarde porque empecé haciendo música a los 15. Ahora siento que, por primera vez, estoy permitiéndome aceptar el tiempo de las cosas y no estoy corriendo hacia ningún lado.

Ino Guridi presenta Vigilia. Lunes 6 de octubre a las 21.00 en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre (Mercedes y Florida). Primera tanda de entradas a $ 550 en Tickantel.

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