¿Qué peso tiene la religión en una sociedad que estuvo 70 años en un régimen político que se definía como ateo? Actualmente 75% de los rusos se definen como ortodoxos; la iglesia ortodoxa rusa es la segunda más grande del mundo, luego de la católica romana, llegando en la actualidad a más de 150 millones de personas en el mundo. Al mejor estilo ruso, cuenta con una estructura grande, que está financiada por un Estado que la apadrina y también la instrumentaliza para dar batalla contra los enemigos de turno. Lo grande no sólo está en los 40.000 templos y monasterios, la iconografía, el incienso y las cúpulas de cebollas, sino en el personal a cargo de difundir la fe ortodoxa y junto con ella un espíritu nacionalista y tradicionalista de la vieja Rusia, que cuenta con un clero de 39.414 sacerdotes, 4.640 diáconos y 293 obispos.
Es difícil resumir más de 1.000 años de historia, pero algunas pinceladas nos permitirán entender el rol que Putin le da a la iglesia ortodoxa. Según el presidente, esta ha llenado “el vacío moral” generado desde la caída de la Unión Soviética en 1991 y hoy es nuevamente la “aliada natural” del Estado. La fe cristiana llegó a la Rus de Kiev en el siglo I, pero fue recién en el año 988 que Vladimiro I se bautizó y apoyó oficialmente la confesión cristiana del imperio bizantino. En los siglos XI y XII comenzó una rápida autonomía y separación por temas políticos y religiosos de la iglesia de Roma. Desde allí y hasta la revolución de 1917, podemos decir que el imperio ruso basó su poder e identidad nacional en la monarquía y la ortodoxia, y el poder de los zares estuvo bajo la bendición indisoluble de la iglesia, siendo esta uno de los mayores anticuerpos frente a Occidente, la modernidad, las ideas liberales y los cambios que buscaban derrumbar el antiguo régimen. La persecución religiosa en la Unión Soviética fue variando de acuerdo a las necesidades del régimen, pero para “caracterizar” el momento más duro, entre 1917 y 1937, podemos decir que fueron asesinados 95.000 clérigos y destruidos, confiscados o robados la mayor parte de los templos.
Stalin volvió a dar algún uso político y bélico a la fe ortodoxa en la Segunda Guerra Mundial, luego en la Guerra Fría; paradójicamente, muchos obispos eran agentes de la KGB, pero fue recién Gorbachov en 1988 el que celebró el milenio de la cristianización de Rusia y retomó las relaciones Estado-iglesia que ahora Putin financia y utiliza para justificar las políticas defensoras de los más viejos valores de la Rusia imperial, en la que la diversidad no es legal y se persigue.