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Lucas Torreira y Lionel Messi, durante el partido amistoso entre Argentina y Uruguay, ayer, en el estadio Bloomfield, en Tel Aviv.

Foto: Jack Guez, AFP

Globalmente clásico

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Uruguay y Argentina empataron 2-2 en Israel.

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En un lindo partido jugado en Tel Aviv, lejos, muy lejos de donde todo empezó, a orillas del Río de la Plata, Uruguay y Argentina empataron 2-2. Argentina tuvo dominio territorial casi todo el tiempo, pero Uruguay estuvo arriba en el marcador también durante buena parte.

Edinson Cavani culminó una preciosa jugada colectiva convirtiendo el primer gol del partido, que permitió que Uruguay se fuera al entretiempo con una victoria parcial. En la segunda parte empató de cabeza el Kun Sergio Agüero, casi de inmediato Luis Suárez acrecentó su cuenta como máximo goleador uruguayo al colocar de tiro libre el 2 -1, y, finalmente, ya en los descuentos, Lionel Messi puso el 2-2 definitivo, de penal.

Como hace más de un siglo

Esto ha sido siempre así. Desde aquellos partidos en La Blanqueada, desde cuando se jugó en los campos de la Sociedad Argentina, desde aquel 15 de agosto de 1910 en que apareció por primera vez y para siempre jamás la celeste o aquel partido que en 1916 le dio a Uruguay el primer título continental de la historia del fútbol y aquellos de 1928, desde la primera final del Mundo en 1930 y el cruce en Santa Beatriz en 1935, hasta el de ayer, el primero en Asia, el de los goles de los compadres Suárez y Messi.

Los primeros minutos, los de estudio, los de propuesta inicial y contrapropuesta a fuerza de lo que va pasando en la cancha, mostraron a Argentina como el claro dominador de la pelota pero no del campo, mientras que los celestes, que vestían camiseta blanca, cortaban esas acciones de juego sin poder propiciar una jugada armada en proyección ofensiva.

Aproximadamente un cuarto de hora en esa acción de juego asociado albiceleste que trataba de sumar la excelencia de Messi mientras el equipo de Tabárez defendía ordenadamente. Fue justamente en el entorno de los 15 minutos que Uruguay tuvo su primer ataque interesante, que culminó con un remate de Matías Vecino. En la jugada siguiente llegó una progresión argentina que cortó Sebastián Coates, que se exigió de tal manera que terminó con una lesión que le impidió seguir. Entró Giovanni González, y Martín Cáceres pasó a ocupar la zaga central.

Táctica y estrategia

Uruguay originalmente había formado con Martín Campaña en el arco (Fernando Muslera estuvo en el banco de suplentes); Cáceres, Coates, Diego Godín y Matías Viña en la línea de cuatro; Lucas Torreira por delante de ellos, más adelante, de derecha a izquierda, Federico Valverde, Vecino y Brian Lozano; y de puntas Suárez y Cavani. La idea de pasar del 4-2-2-2 del partido con Hungría a este 4-1-3-2 era impedir el libre toque argentino y poder, de alguna forma, escalonar el control de Messi. El elenco de Lionel Scaloni entró con Esteban Andrada; Renzo Saravia, Nicolás Otamendi, Germán Pezzella y Nicolás Tagliafico; Rodrigo de Paul, Leandro Paredes y Marcos Acuña; Paulo Dybala, Agüero y Messi.

Promediando la media hora y después de una inmensa jugada colectiva, llegó el primer gol del partido, y fue uruguayo. Una combinación que partió de la cancha oriental con un preciso y profundo cambio de frente de Valverde, de derecha a izquierda, muy bien controlado por Lozano, que decidió atrasar para Torreira, que se tomó el segundo justo para cruzársela divina a la izquierda a Suárez. El salteño levantó el centro de la muerte y Cavani mandó la pelota al fondo de las redes.

A pesar de la evidente molestia que genera el escaso dominio de la pelota y que la tengan futbolistas que la manejan de la mejor manera posible, entre ellos el inusual Messi, Uruguay fue paciente para hacer planificadamente lo que la contingencia pedía –controlar y ordenarse– y esperar el momento de dar el golpe. Y lo logró. Con eso y un redoblado esfuerzo para mantener la diferencia hasta que se fueran a los vestuarios, el equipo uruguayo sostuvo el resultado.

Argentinos y uruguayos

El comienzo del segundo tiempo se jugó en campo uruguayo. Fue bueno y prolijo el toque argentino, y buenísima la escuela de marca de los uruguayos que apagaron la latencia de gol de los de Scaloni. Con el ingreso de Diego Laxalt por Cavani, Uruguay pasó a jugar con un esquema de 4-1-4-1.

A los 17 del complemento llegó el empate argentino con un gol de cabeza de Agüero, que en el área chica cabeceó anticipando a Viña. Fue un perfecto centro de tiro libre de Messi, que se la puso en la cabeza al goleador argentino: como en la Copa América 2015, el Kun anotó en el partido con Uruguay.

Fueron un par de minutos de peligro para los celestes, pero apareció el omnipresente Suárez. Impresionante. Único. De un intento de ataque con escasísimas posibilidades de prosperar, Luis la peleó de espaldas, la ganó y le hicieron un tackle alto a la altura del área. El tiro libre volcado para la izquierda dio lugar a una de las especialidades aprendidas por el salteño, que metió un zapatazo impresionante que estremeció las redes y a los miles de uruguayos que esperaban esa maravilla.

Después, otra vez a defender, y de buena manera. Cuando faltaban tres para el final, Brian Rodríguez sustituyó a Lozano. Parecía que se lo llevaba Uruguay. A los 90 la pelota pegó en el área en la mano de Cáceres. Penal y perfecta ejecución de Messi para el empate final.

Son, somos, la historia misma del fútbol. Cada partido entre uruguayos y argentinos tiene ese componente de tensión, emoción, expectativa, nervios, placeres, frustraciones, y el inevitable después qué de nosotros, los que estamos del otro lado de la línea de cal, y de los jugadores, los directores técnicos, los que tienen la concesión del alma del fútbol.

Fue un clásico del Río de la Plata. Fue el más viejo y vigente enfrentamiento entre rivales y hermanos. Fue un lindo partido.

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