Camisetas celestes, bufandas, muchos gorros como de bufones, se habla español en Brasil, una señora cuelga el pabellón de sus hombros, el hijo le copia pero pone la bandera como si fuera una toalla sobre el cuello. Hay alguien que tiene la cara pintada con un sol grande y las rayas azules y blancas torcidas, como flameando. Un veterano lleva un conjunto deportivo celeste y blanco que dice “Uruguay equipo de ciclismo”. Se lo llevó el ascensor y no le pude preguntar qué onda. Porto Alegre esperó bastante fresco, pero el calor viene de lejos. Arriba de 10.000 uruguayos irán al Arena do Grêmio. Local o visitante te vengo a alentar.
Atrás la espera, las horas en las aduanas de un lado y del otro, la cara del policía que pisaba sus puchos. Eran varios: el humo y los besos siempre acompañan la espera. La ansiedad cambia. Ya no la del nerviosismo de querer llegar, de salir de la cápsula, de que el tedioso viaje pise suelo brasuca. Ahora la otra, la de la cuenta regresiva para que explote el griterío en una cancha de fútbol.
20 de junho, quinta-feira, feriado de Corpus Christi. La gran mayoría de restaurantes están cerrados. Hay uno que pinta bien. Es frente al Mercado Público de Porto Alegre. Está repleto de celestes y canta la voz local guitarra en mano. Primero “Apesar de você”, de Chico Buarque, después “Samba de verão” de Caetano Veloso y, creo, que venía “Sonho meu” de Maria Bethânia cuando uno le pidió la volada. Que sí, que no, que vou preguntar ao chefe, que sí, que no ni no. Pidió la volada uno con voz de sobreprimo. Los primeros acordes fueron de “Cuando juega Uruguay”. No quedó ningún uruguayo sentado. Se encendieron los celulares y las lágrimas. De visitante todo cuesta más, todo vale más. “Asomando por el túnel / dominando la emoción / a la cancha la celeste / al boliche de la esquina / cerca del televisor”. Imaginen 500 personas gritando “vamo’ arriba la celeste”.
A la cancha hay que ir temprano por las dudas. Las excursiones lo mandan, los que andan a la deriva lo presienten. El comentario en Porto Alegre es que los japoneses también coparán la parada. Sería genial. Maxi me mostró una foto con cinco o seis de ellos. No vi tantos como los nuestros, pero qué lindo es el fútbol.
Más lindo aún porque, en el grupo con el que viajo, tres personas contaron que sería la primera vez que van a una cancha de fútbol a ver a Uruguay. Cuando lo dijeron me reí por no llorar de la emoción. En sus caras la alegría. No sé cuánto saben de la vida, pero de fútbol van a saber un poquito más que ayer.