El camino
Colegio Alemán se coronó campeón tras disputar el Clasificatorio de dos rondas, todos contra todos, más dos finales entre el primero y segundo, más un triangular entre los de abajo, que posicionó a los equipos para el Super 4, en el que jugaron el primero contra el cuarto y el segundo contra el tercero en dos semifinales y una final.
Los campeones llegaron invictos a la final del clasificatorio; segundo quedó Scuola Italiana, por lo que disputaron las dos finales para decidir primer y segundo puesto. En la primera instancia perdieron por diez, la segunda ganaron por 1 pero no alcanzó para absorber la diferencia de goles, y quedaron en segundo puesto de cara al Super 4.
Ese primer resultado generó un gran impacto en el club, y sirvió para cambiar la pisada.
“A todo el equipo le pegó muy fuerte, nos puso los pies en la tierra y gracias a eso logramos concentrarnos mucho más y trabajar más duro; nos sirvió muchísimo y fue el punto de introspección del torneo”, explicó Felipe Navarrete, golero y figura de la final.
Emocionalmente fue el punto de inflexión del torneo, e intentaron llegar de la mejor manera al Super 4. Pontevedrés le ganó por uno a Scuola; ellos le ganaron a Unión La Paz, y por ende jugaron la final.
El proceso
El éxito en el resultado final es la consecuencia de un proceso que empezó el año pasado. El equipo trabajó un cambio generacional, muchos jóvenes subieron al equipo mayor y empezaron a tener protagonismo, “como Andrés Pereira, que jugó un excelente partido el domingo”, recordó Navarrete. “Como todo cambio, fue complicado al principio, porque los sub 18, sub 21 y los mayores, por más que entrenamos todos juntos, tenemos formas distintas de jugar, pero eso forjó muchísimo lo que iba a ser este año”, contó.
Durante el torneo, a nivel de juego estuvieron muy cómodos; el resultado final se reflejó en lo hecho durante el año, en el que jugaron a muy buen nivel, ganando los partidos con diferencias de ocho o diez goles.
“Fuimos de menos a más, se lograba mantener el nivel en los cambios, que muchas veces no se da, y es lo que te permite marcar la diferencia”, explicó el guardameta.
Durante la pandemia estuvieron bastante activos, entrenando por Zoom, para seguir viéndose y formar el equipo.
El año pasado llegaron a la final pero de una una forma poco cómoda, porque no se estaban dando los resultados ni el nivel de juego que buscaban. Esa final fue suspendida por la pandemia, se canceló el torneo y no se retomó.
Este año comenzaron a mitad de año, cuando se habilitaron las vacunas, y entrenaron juntas la sub 21 y la mayor.
El golero consideró que en esta temporada se logró solventar el típico problema de que los jugadores no se conozcan muy bien por no pasar tiempo juntos, lo que ayuda a resolver en las prácticas y los partidos; “la sub 21 se metió de lleno en el equipo mayor y eso habla de las formativas que se hacen en el colegio, a cargo de Héctor y Nicolás Sintas. Básicamente porque, sin ese laburo que ellos hacen, el proceso de recambio generacional sería muchísimo más complicado; los jugadores que vienen de abajo se insertan fácil al modo de juego”, declaró.
La recompensa
En la final pesó la unión del grupo. A falta de cinco minutos iban cuatro tantos abajo.
“Hay una estadística en hándbol que dice que cuando un partido está peleado y los equipos son muy parejos, si la diferencia de goles es más grande a la cantidad de minutos que quedan por jugar, es muy complicado que el equipo que va perdiendo gane”, contó Navarrete.
Los jugadores que terminaron el segundo tiempo no fueron parte del equipo titular, lo que refleja el sistema de juego homogéneo, en el que todos se sienten cómodos.
Incluso yendo abajo, en el partido que todo lo definía, en ningún momento ningún jugador tiró la toalla. Eso se notó en la concentración, llevó a que lo dieran vuelta y se coronaran campeones nuevamente como en 2019.