No parece que haya existido alguna parte del mundo donde, por las circunstancias que sea, el virus de la covid-19 no nos haya modificado la vida. En cada lugar, en cada sociedad, en cada país hemos tratado de acomodarnos procurando timonear la tormenta, con viles mandatos de negocios y negociados que refuerzan la espalda y la musculatura de los malla oro, en detrimento de la salud y la vida de los demás, todos nosotros.
Entre los malla oro, a no dudarlo, están los dueños del fútbol. Y atención: ¿saben quiénes vamos en el pelotón, quiénes somos los gregarios de esos malla oro? El cerno mismo del fútbol: los jugadores y los hinchas.
Mande, patrón
Ya el año pasado José María Giménez, mientras se recuperaba del virus en Madrid, daba la idea de lo que reafirmó esta semana en la televisión uruguaya, en Polideportivo: “Nosotros somos como peones de un sistema. Estamos preparados para jugar cuando nos dicen, pero evidentemente lo primero es la salud, la nuestra y la de nuestras familias”. Este domingo afinó la idea: “Al final, nosotros somos los peones, hacemos lo que nos dicen: si a nosotros nos dicen que la Copa América hay que jugarla acá o en el lugar que sea, vamos a tener que ir a jugarla ahí. Lo que digamos nosotros parece que no tiene demasiado sentido”.
Después de una actividad casi nula de fútbol de selecciones en América del Sur –se jugaron en 2020 sólo cuatro fechas de las eliminatorias para Catar 2022–, se nos viene por estos días una impensada e improcedente agenda de partidos entre las diez selecciones que conforman la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), que comprimirá 38 partidos de fútbol en 37 días, en por lo menos 15 ciudades de América. De norte a sur del continente, habrá por lo menos diez partidos en cinco días, dado que las fechas siete y ocho (no la cinco y seis, como debía ser) se jugarán entre el jueves 3 de junio y el martes 8 de ese mes en La Paz, Montevideo, Lima, Santiago del Estero, Porto Alegre, Quito, Barranquilla, Caracas, Asunción y Santiago de Chile.
Los otros 28 encuentros, que se disputarán entre el 13 de junio y el 10 de julio, corresponden a una Copa América extraordinaria, con el único fin aparente, además de la competencia deportiva, de igualar los calendarios sudamericanos con los europeos, que detentan de manera bastante directa el poder mundial en la geopolítica del fútbol. Este campeonato, en principio fijado para 2020, con el novedoso sistema de hacerlo en dos países y con la inclusión de selecciones nacionales de otros continentes (Catar y Australia), se pospuso, por razones sanitarias, para 2021 y mantuvo los detalles de organización y logística, en principio.
Agenda complicada
Cuando miles de nosotros nos interesábamos por la epidemia lejana que por esas horas era pandemia, otros –especialistas e investigadores, profesionales de la salud y ejecutivos de los gobiernos– veían, proyectaban y trazaban hipótesis de alta probabilidad de lo que sucedería. Ya mucha gente sabía que concomitantemente con la búsqueda de soluciones para la epidemia, para la pandemia, lo primero que había que hacer era tomar las medidas para evitar el colapso, y la Conmebol debió actuar en consecuencia y suspender esa competencia.
Fue simplemente reprogramada, con los mismos participantes y sedes, para 2021, según aparece en los registros de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) en una noticia de agosto de 2020.
El 13 de abril de 2021, el portal de la AUF, asociación fundadora y promotora de la Conmebol y del primer torneo continental de la historia del fútbol, el Sudamericano –hoy Copa América–, avanzaba informativamente en nuevos y precisos detalles del campeonato. Según el workshop dirigido a las diez selecciones que participarían en la Copa América Argentina-Colombia 2021, se informaba de la ausencia de Catar y Australia, al tiempo que se ajustaban calendarios, fechas y ciudades donde se jugaría. Allí se detallaban los estadios en Argentina (Monumental de Buenos Aires, Malvinas Argentinas de Mendoza, Mario Kempes de Córdoba, Único de Santiago del Estero) y en Colombia (Metropolitano de Barranquilla, El Campín de Bogotá, Pascual Bravo de Cali y Atanasio Girardot de Medellín).
Hace apenas una semana, la Conmebol emitía un comunicado en el que, con pompa y protocolo, pero escuetamente, anunciaba que no se jugaría en Colombia: “Ante la solicitud formal del gobierno colombiano de reprogramar la Conmebol Copa América para el mes de noviembre, la Conmebol informa lo siguiente: por razones relacionadas al calendario internacional de competiciones y a la logística del torneo, resulta imposible trasladar la Copa América 2021 al mes de noviembre. [...] La Conmebol asegura la realización de la Conmebol Copa América 2021 e informará en los próximos días la relocalización de los partidos que debían disputarse en Colombia”.
¿Adónde vamos?
A la fecha de esta edición, a sólo 17 días del inicio de la Copa América, no sólo no se sabe qué estadios, ciudades o países se incorporarán a la logística de la Copa América para relocalizar los partidos que ahora ya sabemos que no se jugarán en Colombia, sino que ni siquiera está confirmado Argentina, más allá de que se siga trabajando en las sedes. La ministra de Salud de Argentina, Carla Vizzotti, consultada específicamente por la realización de la Copa América en su país, que está pasando por el peor momento de la pandemia, dijo que se está analizando la situación y fue ambigua: comentó que la posibilidad de recibir a 1.200 personas con protocolos estrictos no es una situación epidemiológica de gran relevancia, pero agregó que “si se decide suspender en función de la situación epidemiológica, es una posibilidad que también se está analizando”.
Venezuela, con una carta formal, Chile, de manera extraoficial, y Estados Unidos son los países que parecen candidatearse para un campeonato que por alguna razón parece que tiene que hacerse sí o sí.
Palo y a la bolsa
El concepto de “nueva normalidad”, usado en la economía mundial en esta segunda década del siglo XXI y adoptado por unos cuantos gobernantes en esta crisis, deja entrever una expectativa de control de la pandemia de coronavirus, que no es otra cosa que la presión empresarial mundial, aunque localizada en sectores, que busca poner como sea en funcionamiento los espectáculos deportivos que mueven la maquinaria.
Tal vez una de las razones por las que se tiene que jugar es que el negocio ya está hecho, tal como anunció el portal de la Conmebol: “Dentsu Inc. anuncia la adquisición exclusiva de los derechos comerciales globales de Conmebol Copa América 2020, 2024 y 2028 con la Confederación Sudamericana. El acuerdo cubre la venta de todos sus derechos comerciales incluyendo sponsors, broadcasting, licencias, gaming, ticketing y derechos de hospitality”.
Dentsu es la responsable de las ventas de patrocinio, transmisión y licencias, así como de la comercialización de las entradas y de los derechos de hospitalidad. Un primer contacto con la empresa nos revela que es la agencia exclusiva de todos los derechos comerciales y de marketing de las competiciones de equipos nacionales de la Conmebol.
De origen japonés y, según su propia definición, el tercer grupo de comunicación más grande del mundo, experimentó ya la comercialización de la Copa América 2019, con algunos fenómenos extraordinarios, como que la cadena SBT de televisión brasileña le ganase los derechos a la Globo. Según la empresa japonesa, que arrancó a principios de siglo y en 1955, cuando ya era un conglomerado de agencias de publicidad, pasó a llamarse Dentsu, hay un piso de 140 millones de dólares por cada campeonato continental.
Por eso, una vez que se juegue y se termine, con covid o sin covid, con público o sólo con cemento, en Argentina o en Estados Unidos, con vacunas o sin ellas, la Conmebol recibirá por este producto ya enajenado la cifra de 140 millones de dólares. Alejandro Domínguez, el presidente de Conmebol, en más de una oportunidad ha manifestado que su intención es recaudar hasta 200 millones.
La gran burbuja
¿Qué nombre le pondrían a una hipotética tarjeta que permite a los futbolistas jugar la Copa América porque están inmunizados? Nadie lo ha planteado directamente, pero el mensaje implícito en las 50.000 dosis para la Conmebol parecía aproximarse a esa idea. “Las vacunas serán para hacer más seguras las competiciones internacionales, comenzando con la Copa América 2021, cuyo inicio está marcado para el 13 de junio”, comunicó la Conmebol.
Al final parece que casi ninguno de los 300 futbolistas que podrían participar en la Copa América podrían jugar la competencia ya inmunizados, según adelantara Garra. Los futbolistas de las diez selecciones comenzarán la disputa de esta copa extraordinaria sin haber conseguido la inmunización con la vacuna Sinovac, que, como está dicho, se administra en dos dosis separadas tres semanas una de otra y requiere dos semanas más para cumplir su cometido: 35 días entre la primera dosis y el pleno funcionamiento del virus atenuado. Hay dos razones: el tiempo y la disponibilidad. Las vacunas que corresponden a cada federación llegaron a Uruguay porque la AUF hizo de agente exportador, la noche del asado, la noche del panegírico de Luis Lacalle Pou acerca de la libertad responsable como sostén de la humanidad. Pero Uruguay, Paraguay, Ecuador, Chile y Venezuela son los que han iniciado su proceso de vacunación, y en ningún caso, todavía, a jugadores de selección.
Uruguay, por ejemplo, recién dará la primera dosis a sus internacionales un día después del partido frente a Paraguay, el 4 de junio, por lo que recién quedarían inmunizados el día antes de la final. ¿Y con las demás selecciones qué pasará? Perú ya anunció que no vacunará, a Brasil no pueden entrar porque las vacunas que entran a territorio brasileño son administradas por el Sistema Único de Salud (SUS). Sólo después de la inmunización de los grupos prioritarios es que las personas jurídicas de derecho privado podrán, “habiendo cumplido con los requisitos legales y sanitarios, adquirir, distribuir y administrar los inmunizadores”, con la condición de que “al menos 50% de las dosis sean, obligatoriamente, donadas al SUS” y que las demás “se utilicen gratuitamente”. Tampoco sabemos qué pasará con los futbolistas colombianos y bolivianos, ni, obviamente, con los argentinos. Da la sensación de que en ningún caso habrá posibilidades de jugar más que la final con futbolistas inmunizados.